Jacinth

III

Esa mañana Jacinth regreso a su casa, como de costumbre. Pero era diferente. Ya nadie la esperaba. Desde hacía mucho, el lugar estaba deteriorado y polvoriento.

Se paseó por la sala como si fuese la primera vez en el lugar, y ahí en la pared yacía un espejo de cuerpo colgado. La mujer vacilo y luego de tanto tiempo, se paró al frente de este, y miro su reflejo.

Jacinth sintió nostalgia, se había olvidado de lo que era la tristeza; su cabello se tiño de blanco con el tiempo, y el vestido turquesa ya no le quedaba como antes. El pecho se le estrujó cuando lo vio tan descolorido y deshilachado.

Y se quedó ahí, mirándose por horas.

« ¿Y a mí, cuanto me has hecho esperar?»

Vio el reflejo de una sombra que paso breve detrás de ella. No volteo, sabía que él la había seguido. Sentía como le arañaba la piel, al fin había llegado el atardecer y ella aun de pie, frente al espejo.

«Se hace tarde...» le escucho y sintió como tomaba su mano y la acariciaba con el pulgar.

—Voy —susurro y peino su cabello con las manos.

Camino hasta la entrada, esa vez no salió corriendo. Quedo parada en el marco de la puerta y respiro profundamente. Se quitó las zapatillas, y miro a las nubes.

«Oh, mi cielo... Allá voy» y se echó a correr de repente. Corrió tanto como se lo permitía su débil cuerpo. Ahora era más difícil, hacía mucho que sus pulmones comenzaron a quemar al correr y su pecho dolía.

—Ahí va otra vez —decían quienes la veían pasar desapareciendo de su vista, como siempre. Sin saber que aquella sería la última vez.

Porque ella estaba decidida a no volver. El la convenció.

Y corría, bajo el mismo imponente bosque de siempre.

—¡Se me hace tarde, se me hace tarde! —lloriqueo en la nada. Llevaba los pies descalzos, moldeando la tierra húmeda a su paso.

Paro en seco al llegar, allí estaba, donde siempre. Mirándola a lo lejos del otro lado del lago, acunando algo entre sus manos.

«Es tuyo...» le decía su mirada y ella se apresuró al final del muelle.

Se acomodó en la orilla contemplándolo. Hermoso como siempre, con la misma mirada pesada, tan solo.

Se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Demasiado profundo —se dijo y miro al frente, encontrando su mirada.

«Mi cielo, ahora sí, allá voy» Y se impulsó hacia adelante.

El agua la recibió junto a un frío inmenso. Dolor, sintió que su pecho se congelaba. En ese instante recordó que nunca había sido una buena nadadora.

Pero siguió, porque sabía lo suficiente, lo suficiente para intentarlo. Y quizás llegar...

El lago nunca había sido tan grande como en ese momento. Pero vio como él también entraba al agua. Se dirigía hacia ella.

« ¡Ahí viene, está volviendo!»

Justo en ese momento, Jacinth tuvo la certeza, que él estaba regresando por ella.

Al fin allí estaban los dos, flotando en medio del lago. Por fin miro su rostro; labios rojos y piel pálida, solo un ligero tono rosado decoraba sus mejillas del frío.

El saco una mano del agua, mostrándole una orquídea y se acercó para besar su rostro.

Y Jacinth no sintió más dolor, el largo cabello que flotaba en el agua dejo de ser blanco, se había obscurecido. Y las manos que se afincaban a los hombros del joven ya no eran más de la de una mujer mayor.

El vestido volvió a su hermoso color, y él le sonrió. Porque era su favorito.

«Estoy contigo» le dijo su mirada.

—Regresaste —susurro ella, feliz.

Y aunque para ella era un sueño hecho realidad, que al fin estuviesen juntos.

Bajo el cielo gris yacía solamente el cuerpo de una vieja mujer flotando bocabajo, en medio de un lago tan obscuro como una noche sin estrellas.

 

 



#13136 en Thriller
#7507 en Misterio
#30950 en Otros
#9942 en Relatos cortos

En el texto hay: bosque, lago, pueblo

Editado: 24.04.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.