La historia comienza muchos siglos… milenios atrás.
Algunos de los ángeles menores descendieron a la tierra en una misión. Habían sido alertados de que múltiples demonios estaban causando estragos en diferentes partes del globo. Provocando influencias, tratos por almas y esos asuntos demoniacos. Los seres del cielo debían impedirlo, pues el equilibrio que existía entre las tres razas -humanos, ángeles y demonios- había sido alterado.
Después de meses la misión terminó, pero los ángeles fueron corrompidos. Estuvieron demasiado tiempo entre los humanos y no se les permitió regresar al paraíso. A su hogar. Ellos declaraban que no había justicia en esa decisión. No habían elegido esa misión, lo hicieron porque era su deber y sintieron que, como forma de agradecimiento, el gran jefe los castigaba. ÉL les dijo que una vez finalizado su ciclo de vida podrían volver como almas limpias y puras.
Muchos ángeles se suicidaron. Algo muy difícil de lograr. Debían encontrar diferentes tipos de materiales, combinarlos, para luego usarlos en su auto-eliminación. Sin embargo, no les importaba cuánto tardaran, su único propósito era morir. Sabían que un ángel podía vivir cientos de años y no querían pasarlos en la tierra. Ese acto fue tomado con repulsión y asco. Los condenaron. Desaparecieron como si nunca hubieran existido. Algo peor que la muerte. Peor que cualquier castigo imaginable. Caer al vacío de la no existencia.
Solo tres ángeles habían decidido continuar con su vida en la tierra y adaptarse. Después de lo ocurrido, vieron que fue la mejor decisión. Los tres tomaron caminos separados y nunca se volvieron a cruzar. Pero centrémonos en la única de esta historia que nos importa. Agostina Black.
Agostina vivió muchos años en soledad, yendo de un lugar a otro, comiendo lo que encontraba y durmiendo donde podía. Un día conoció a una niña o en realidad la niña la conoció a ella. Sintió pena por Agostina al verla en la calle, sucia, desnutrida y triste. Vagando en soledad y mendigando con escasos resultados. Decidió llevarla a su casa y tratar de convencer a su padre para brindarle toda la ayuda que necesitara.
—Emma, no puedes traer personas a casa como si fueran perros callejeros. La última vez nos robaron, cariño —le recordó su padre—. Costó mucho recuperarnos de eso.
—Lo sé, papá. Lo siento. Pero ella si es buena. Tiene cara de ángel —afirmó la niña.
Al principio no lo había notado, pero en el momento en que Emma lo mencionó sus sentidos se activaron. Esa mujer olía a ángel, percibía un aura de luz en ella. No se lo dijo a su hija.
—Está bien, puede quedarse. Vamos ayudarla a bañarse y luego le daremos un buen plato de comida, ¿sí?
—¡Sí! Gracias papá, te amo.
—Yo también te amo —al padre se le escapó una lágrima de los ojos y fueron a atender a Agostina.
A la mañana siguiente, el padre de Emma preparó un desayuno para llevarle. Solo era pan y leche, pero no podían ofrecerle nada más. Cuando estuvo cerca de ella, Agostina saltó de la cama, le dio un puñetazo en la cara arrojándolo al suelo y se abalanzó sobre él. La comida se desparramó por todos lados.
—Huelo a demonio —dijo preocupada—. ¿Quién eres? —exigió saber.
En ese momento entró Emma y comenzó a gritar:
—¡Papá! ¡¿Estás bien?!
—Tranquila —dijo poniéndole la mano en la cabeza—. Papá está bien.
—¿Es tu hija? ¿Cómo es eso posible?
—Emma, ve al patio. La señora y yo necesitamos hablar.
Emma asintió y se fue.
—Necesito una explicación —repuso Agostina con dureza.
—Y la tendrás —anunció—. Mi nombre es Ragnor Rose. Como te acabas de dar cuenta, soy un demonio. Fui abandonado aquí en la tierra hace ya unos años y no se me permite volver al infierno. Me dijeron que estoy corrompido. Lo que sea que eso signifique. No me quisieron dar muchas explicaciones.
—Me dijeron algo similar —murmuró Agostina—. Continúa.
—Hace tres años conocí a Emma. No sé cuál era su nombre antes, ella tampoco lo sabe. Sus padres murieron en un incendio según lo que pude averiguar. Así que la tomé como mía y hemos estado juntos desde entonces. No es la primera vez que Emma trae algún vagabundo a casa, pero es la primera vez que se trata de un ángel. Me alegra ver a alguien como yo.
—No soy como tú. Eres un asesino a sangre fría, manipulador y repugnante. Arrancas el alma de inocentes.
—Lo era y lo hice. Pero ya no —replicó—. He cambiado, lo siento en mí ser y me alegra haberlo hecho. Supongo que a eso se referían con estar corrompido —comentó—. No te pido que me creas, pero no busques un conflicto. Cuando te sientas bien, eres libre de marcharte, pero no antes. Emma se preocupó por ti. Tiene esa manía de querer ayudar a todo aquel que ve.
—Se nota que es una buena niña. Lo pensaré. Ahora vete —pensó un poco en sus palabras dichas y añadió—: Por favor.
—No hay problema —respondió Ragnor. Se dio media vuelta y se marchó, dejándola sola con sus pensamientos.
Luego de un rato, Agostina se vistió con una túnica que Ragnor le había dejado sobre una silla, junto con unas sandalias y salió de la habitación. Afuera de la casa, Ragnor estaba cosechando unas verduras, mientras Emma jugaba con una muñeca de trapo.
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Editado: 08.01.2021