Jack Clover - Escalera Real I

XIV - Hail to the King

King estaba sentado plácidamente con otro vaso de whisky en la mano de los, por lo menos, tres o cuatro que ya había terminado. El alcohol empezaba a afectarle al punto de la ebriedad. Cuando los matones que fueron tras Jack entraron al club, se puso de pie de manera muy brusca y se tambaleó perdiendo el equilibrio de su cuerpo, pero logró mantener la compostura.

Los matones llegaron con los trajes y sombreros escurriendo agua, agitados, con los nudillos arañados y las manos llenas de sangre. Querían cambiarse y calmar la sequedad en la garganta, pero sabían que primero debían responder al jefe. Se detuvieron en la puerta como estatuas de mármol a esperar una orden de King. Él siempre llevaba la primera palabra, aunque en su estado tardó mucho más tiempo del que debía. Sus hombres se miraban incómodos y se aflojaban el nudo de la corbata.

—¿Y? ¿Piensan quedarse ahí parados para siempre? —quiso saber, moviendo su vaso de un lado para otro.

—No… lo siento, Jefe —se disculpó uno.

—Bueno... ¿Y bien? —preguntó, haciendo notar una extraña rabia, propia de un borracho.

—Está muerto, Jefe. Lo matamos a golpes —admitió el matón.

—¿Lo comprobaron? —preguntó, escéptico.

—Sí, señor. Varias veces. —Miró a sus compañeros y añadió—: Incluso nos quedamos un poco más junto al cadáver, para asegurarnos.

Como esperaban, a él no le importó ese detalle de buena voluntad que tuvieron sus hombres. Para él, lo importante era realizar el trabajo y no los medios utilizados.

Anastasia, que había sido atada a una silla y amordazada poco después de que corrieran detrás Jack, se removió en la silla mientras sus ojos se ahogaban en dolorosas lágrimas.

King suspiró.

—Parece que todo terminó. No más enemigos, no más lucha —dijo y apoyó el vaso en la barra, no sin antes beber el resto de su contenido.

—Frank, ve y desátala. Luego vayan con Rudy a mi oficina y espérenme ahí dentro —ordenó.

—Perdón jefe... ¿Qué dijo? —preguntó Frank, un poco confundido.

—Que vayas..., desates a Anastasia... y con Rudy... ¡MUEVAN EL CULO A LA PUTA OFICINA! —gritó, golpeando la barra con su puño—. ¿Hablo en otro idioma?

—Lo siento, jefe —se disculpó con una reverencia un tanto exagerada.

Se acercó a Anastasia, cortó las cuerdas y le quitó la mordaza. Ella pareció dudar y prefirió quedarse sentada, preparada para correr en cuanto se presentase la mínima oportunidad.

—Vamos Rudy —dijo Frank.

—¿Llamamos a Spar también, Jefe? —añadió Rudy.

—Él los espera en mi oficina. Está ahí desde hace unas horas —contestó—. ¡Ahora vayan!

Ambos asintieron y lo dejaron a solas con Anastasia, el cuerpo inconsciente de Ace y los cadáveres que empezaban a apestar y a juntar moscas.

—Sé lo que estás pensando, Anastasia —admitió—. Y en verdad lo siento, pero así debía darse todo.

Anastasia no emitió sonido alguno, ni se movió de la silla. Aún le sangraba el labio.

—Dejaré que se marchen —agregó—. Tú y Ace, pueden irse. Supongo que necesitarás cargarlo, pero creo...

—¿Por qué lo harías? —lo interrumpió. Tenía los dientes rojos por la sangre que caía, como una pequeña cascada.

—Gané, Anastasia. Aquí terminó la lucha. Pronto controlaré toda la ciudad, no puedes hacer nada al respecto. Te estoy ofreciendo clemencia, que te vayas con tu amigo y entierres al hijo de Rick. Es mi último acto de bondad hacia ustedes.

—¡Oh,  muchas gracias! Me alegra saber que el próximo Rey de Twist City es tan bondadoso. Aclamemos al Rey —respondió ella con sarcasmo, y escupió dejando una espumosa saliva roja en el suelo.

—Deja las burlas, chica. Toma a Ace y vete —exigió King—. No quiero ver nunca más sus caras.

Anastasia gruñó, pero obedeció. Qué otra alternativa tenía más que marcharse o compartir el mismo destino que Jack. Además, estaría entregando a Ace contra su propia voluntad. Sabía que no se trataba de un acto de bondad lo hecho por King. Más bien era arrepentimiento por toda la sangre en sus manos, de los que alguna vez fueron su familia. Tal vez también era producto del alcohol que calmó su furia y dejó lugar a la nostalgia y a la melancolía.

Sea lo que fuese que pasaba por la cabeza de él no era importante para ella, pues debía aprovechar la oportunidad para salir de ahí con vida. A King tampoco le importó preguntarse por qué lo hacía. Se dejó llevar y nada más. Anastasia cargó a Ace como pudo y se dirigió a la salida. Justo en la puerta, sin mirar a King, y dejando que él solo vea su espalda, declaró:

—Debiste matarme, Jonathan. Cuando nos recuperemos, volveremos.

—Vete, Anastasia —terminó, haciendo caso omiso de su comentario.

Con esas últimas palabras, se marchó dejando al nuevo jefe de la ciudad en la sala del club más oscura, triste y solitaria que existió jamás.

Se acercó a la silla donde había dejado su saco y lo tomó, junto con la galera y el sable que reposaban sobre la mesa. Subió a la oficina y al entrar se encontró con una escena desagradable. Rudy fumando dentro de la oficina, siendo que él no lo permitía. Frank sentado en su silla, apoyando los pies en el escritorio y a Spar durmiendo una siesta en el sillón que allí había. Cerró la puerta con brusquedad  haciendo sacudir la habitación. Todos se sobresaltaron y dejaron lo que hacían de inmediato. Frank bajó los pies y se enderezó cruzando los brazos a su espalda, Rudy apagó el cigarrillo y lo guardó en el bolsillo de su pantalón y Spar se incorporó, poco a poco, largando un bostezo y frotándose los ojos.




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