Jack Clover - Escalera Real I

XV - Anastasia

Cada paso se hacía más y más difícil. Se sentía exhausta, la boca aún le sangraba y sumando que debía arrastrar con Ace, no ayudaba en mejorar su situación.

La lluvia era intensa y sus ropas se mojaban añadiendo un peso extra. Los charcos no hacían más que entorpecerla cuando sus pies se hundían en ellos. Las piedras resbaladizas le molestaban y la hacían perder el equilibrio. En más de una ocasión estuvo a punto de perder el control sobre Ace, pero solo una vez casi se da de lleno contra el suelo. Anastasia sabía muy bien que no podría cargar con él por mucho más tiempo. La preocupación por su amigo iba en aumento. No paraba de mirarle los brazos con esos vidrios incrustados en su piel. Había considerado detenerse y sacarlos, pero podría salir mucha sangre de esas heridas y, en medio de la calle, bajo la lluvia, no podría manejarlo. Decidió dejarlo así hasta llegar a un lugar seguro, si es que aún existía alguno. Todavía no habían dado con el cuerpo de Jack. Caminó por lo menos cuatro calles desde la puerta del club y no encontraba ni rastros.

En un rincón de su interior pensó en abandonarlo. Apenas lo conocía y tampoco habían compartido demasiado tiempo. Pero era el hijo de Rick y eso lo justificaba todo. Su antiguo líder pudo haberla ignorado cuando la vio en aquel callejón oscuro, al igual que hicieron todos los demás. O haberla utilizado como arma al igual que quiso hacer su propia familia, pero Rick no hizo nada de eso. La crio como a una hija; le dio comida, un techo y educación.

No abandonaría a nadie de la familia Clover, se enfureció consigo misma por siquiera pensarlo. Extrajo aún más fuerzas de  su interior y continuó cargando con su amigo, hasta encontrar el cuerpo de Jack.

Sintió alivio cuando se volvió innecesario seguir cargando con Ace. Había empezado a moverse y gruñir, como si se estuviera despertando de una larga siesta, incluso se le escapó un bostezo bastante pronunciado.

Lo bueno era que Ace por fin despertaba. Lo malo era que, al hacerlo, se movió tanto que Anastasia no pudo sostenerlo y cayó encima de un charco soltando un quejido. Todo el esfuerzo hecho para que no se cayera y al final él solo quiso tener un encuentro con el asfalto, y no uno romántico, más bien el tipo de encuentro que tratarías de evitar.

—Lo siento mucho, Ace —se disculpó Anastasia—. Ven, déjame.

Respondió con otro quejido mientras ella lo ayudaba a reincorporarse.

Murmuró un agradecimiento mientras el dolor de la caída se disipaba.

Al despabilarse, observó que ya no estaban en el club. Paseó la mirada por el cielo gris, la lluvia cayendo a montones, sus brazos con unos desagradables accesorios de vidrio y por último se detuvo en el labio de Anastasia.

—¿Te cortaste? ¿Qué pasó? —preguntó, preocupado.

—Mira que eres idiota —dijo ella, alegre de recibir una razón para sonreír—. Estuviste desmayado por horas y con esos vidrios en los brazos y, ¿te preocupas por esto? —preguntó señalando la pequeña herida.

—Qué puedo decir, me preocupo por mis muchachos.

Ambos rieron.

—¿Dónde está Jack? ¿Fue a buscar un paraguas? —quiso saber Ace aún con una sonrisa. Enseguida fue arrancada de su rostro al notar la expresión de ella. Dolor y tristeza. Sus ojos se tornaron más grises que el mismo cielo.

—Muerto. Jack, está muerto —reveló.

—¿Qué? —farfulló.

Ella no respondió, se mantuvo en silencio con la mirada perdida en algún lugar, hasta que obtuvo la voluntad suficiente para continuar hablando.

—Te contaré luego. Lo mataron cerca de aquí, debemos encontrar su cuerpo y darle un entierro. Es lo menos que podemos hacer, después de haberlo metido en todo esto.

—Está bien, hablaremos luego. Te sigo.

—¿Crees poder correr? —preguntó. A pesar del cansancio, correría lo que hiciera falta, quería terminar con eso de una vez.

—Claro que sí, vamos.

Avanzaron unas tres calles desde donde estaban hasta que dieron con el cuerpo de Jack. Tirado en el medio de la acera, con magulladuras y heridas por todo el cuerpo. Todo lo atractivo que Anastasia había visto en ese hombre había desaparecido. Los continuos golpes le habían deformado el rostro, quebrado huesos y provocado profundos cortes en su piel. Notó que la sangre del cadáver se dejó arrastrar por el agua de la lluvia. No veía ni un rastro de ella en todo su cuerpo.

—¿Puedes cargarlo, Ace? —quiso saber—. Me siento un poco débil —admitió.

—Sí, no te preocupes. —Llevó el cuerpo de Jack sobre su espalda, haciendo todo lo posible para que no tocara sus brazos heridos—. Sé a dónde llevarlo.

A Anastasia se le iluminaron los ojos.

—¿Dónde?

—Tengo un conocido en una funeraria y su casa está justo al lado, tal vez podamos cremar su cuerpo ahí y después podríamos pedirle algo de ropa limpia y comida. Muero de hambre.

No podía creer que pudiera pensar en comida cuando tenía un muerto sobre la espalda, pero evitó hacer un comentario al respecto.

—Tienes amigos en todas partes, ¿eh?

Ace sonrió.




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