Karl Thompson no sabía el día que le esperaba cuando un hombre que se hacía llamar King, entró en la jefatura de policía.
Para el detective Thompson, las últimas semanas no habían sido más que un dolor de cabeza. Todo había comenzado con la denuncia de disparos dentro de la librería Índice, un nombre muy tonto según su opinión.
Al llegar a la escena encontraron tres cadáveres, atravesados por alguna especie de cuchillo. No había ningún arma, más que la que portaban los cadáveres y los casquillos caídos junto a su cuerpo. La librería estaba destruida por la intensa balacera que se había producido y también encontraron signos de lucha dentro de esta y afuera, en el callejón trasero. Ahí mismo habían encontrado un posible sospechoso, un hombre tratando de escapar en un automóvil que fue interceptado por las patrullas. El sujeto aseguraba que había golpeado a un matón que trataba de golpear a una mujer, mientras su cobarde novio se escondía detrás de unos botes de basura. Parecía decir la verdad, pero fue llevado para ser interrogado con mayor profundidad. Quién fuera que hubiera dado la llamada anónima para advertir de los disparos, había decido no mostrarse.
Lo mismo ocurrió después.
Explosiones, disparos, casas destruidas, muertos y todo en un solo día. Alguien llamó. Nadie sabía nada. A no mucha distancia encontraron un Alfa Romeo destruido contra un árbol y un joven sin identificación al volante, muerto. Otra vez, nadie sabía nada.
Siguieron días de silencio que se transformaron en semanas.
Luego el silencio se rompió, pero no llegaron respuestas, sino más desconciertos.
Denuncia de conflictos en un concurrido club. Golpiza en plena calle, bajo un día lluvioso. Un muerto, ningún criminal. Robo de un automóvil. Sin embargo, no encontraron nada. Ni siquiera el club, no existía.
El detective Karl Thompson no sabía nada acerca de los blackrays, por lo que nunca hubiera podido adivinar que el Club Slither fue ocultado por el poder ilusorio de King. Tampoco que ese mismo día obtendría las respuestas que tanto buscaba y conocería al culpable de todos los misterios que venían sucediendo en Twist City.
Por fin entendería por qué la ignorancia era una dicha.
Con un aire de grandeza, un hombre de galera entró a la jefatura seguido por otros dos; uno corpulento que medía más de dos metros de alto, con guantes de metal en sus manos, y otro casi igual de grande, con un solo brazo.
—¿Dónde está el capitán? —preguntó a los gritos. Todos se voltearon, incluso los presos de las pequeñas celdas.
—¿Dónde está el capitán? —volvió a preguntar más alto al ver que nadie le respondía.
Uno de los policías llamado Richard Brich detuvo su charla con sus colegas y se acercó al hombre. Karl pensó que era lo mejor que pudo haber hecho. No le caía muy bien Richard, siempre lo vio como un petulante egocéntrico. Hablando sobre él y de sus grandes hazañas como policía, atrapando a los criminales más peligrosos. Karl sabía que era el oficial más corrupto que podría existir y que esas hazañas no eran más que tapaderas para sus trabajos con los gangsters y contrabandistas. Lo había seguido en varias ocasiones, escuchó conversaciones y observó cómo aceptaba dinero sucio y diferentes botellas de alcohol ilegal. Richard golpeó para criminales, robó para ellos y mató para ellos. Karl lo sabía, pero nunca pudo demostrarlo.
Ignoraba que pronto habría más policías corruptos que aquellos dispuestos a cumplir la ley.
—¿Quién eres tú? —quiso saber Richard, luciendo una sonrisa jocosa.
—¿Eres tú el capitán?
—No. Él no desperdicia el tiempo con cualquier vago que aparezca por aquí —respondió, petulante.
—Entonces no me sirves —dijo el hombre de la galera y lo empujó para que se hiciera a un lado.
—¡Eh! ¿Quién te crees que eres? —le puso una mano en el hombro.
—Nunca vuelvas a tocarme al menos que lo permita —bramó. Lo tomó de la muñeca y se la dobló obligando a Richard a gritar de dolor.
—¡AHHH!
—¿Qué mierda sucede aquí? —exigió saber el capitán, saliendo con brusquedad de su oficina.
El resto de los policías habían sacado sus armas y apuntaban a los tres sujetos. Richard yacía en el suelo frotándose la mano y Karl observaba mientras intentaba mantener a los delincuentes de las celdas bajo control.
—¿Usted es el capitán? —preguntó el hombre, ignorando las armas que apuntaban su cabeza. Karl pudo darse cuenta que no era la primera vez que pasaba por una situación similar.
—¿Quién quiere saber? —preguntó.
—El nuevo jefe de Twist City —respondió sin más.
Los policías se sorprendieron, mirándose entre ellos, preguntándose si habían escuchado bien. Richard soltó una carcajada, continuada todo el cuerpo policial.
—¿Estás bromeando? ¿Quién se cree este tipo? —dijo sonriendo a los demás, volvían a reír.
Karl vio algo en la mirada de ese hombre, no eran los ojos de alguien que hubiera perdido la cabeza. Notó que su capitán percibió lo mismo. Se puso tenso y una gota de sudor se deslizó por su frente.
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Editado: 08.01.2021