Jack Clover - Escalera Real I

XXII - El blackray y el demonio

Cuando escaparon de la mazmorra, como bien había predicho, el demonio anciano se desmayó. Jack logró atajarlo antes de que cayera al suelo y junto con Anastasia lo llevaron hasta el automóvil. Tuvieron que caminar bastante, la traslación los había dejado demasiado lejos. Agradeció no cruzarse con ningún matón de King. Después de ver a su antiguo ayudante en esa mazmorra, se sentía con la mente desconectada.

«¿Cómo es posible que estuviera ahí?», se preguntó.

Al llegar, colocaron al anciano en los asientos traseros, sentado y con la cabeza hacia atrás. Parecía simular que dormía. Anastasia se colocó en el sitio del conductor y cuando Jack cerró la puerta del acompañante, ella puso en marcha el automóvil.

Antes de volver al gimnasio de Bob irían hasta la deshuesadora de la ciudad para destruir el vehículo, pues aún seguían con el robado por Anastasia y Ace días atrás. La noche anterior habían llevado una camioneta de Bob, así tendrían uno para volver.

Después de un largo e incómodo silencio, Jack percibió que Anastasia quería hablarle. Estaba seguro que quería preguntarle algo acerca del por qué se había puesto tan cabizbajo después de escapar de la mazmorra, cuando debían de estar celebrando por el exitoso rescate. Aunque no lo hubiera exigido, sabía que le debía algunas respuestas.

—Dime, Anastasia. ¿Conocías al sujeto que vimos justo antes de escapar? —comenzó preguntando, debía empezar con algo.

—¿El asiático? —preguntó, sorprendida de que no lo conociera.

—Sí, ese —dijo, revelando un poco de malhumor por el tono que ella usó.

—Ese era Spar —respondió, como si fuera lo más obvio del mundo—. Es uno de los más allegados de King, creo que es en quien más confía. ¿No te habíamos hablado de él?

—No lo recuerdo —admitió, malhumorado.

—Spar, al igual que todos los demás, era miembro de la familia Clover —explicó Anastasia—. Siempre andaba detrás de King. Lo seguía a todas partes, lo cubría y siempre le hacía cualquier favor que él pidiera. A nadie le sorprendió que fuera el primero en traicionar a la familia e irse a su lado.

—No solo a ustedes traicionó —musitó, pero lo bastante claro para que ella pudiera escucharlo.

—¿Qué quieres decir?

—Hariko o Spar, como lo llaman ustedes, era mi ayudante en la librería.

Anastasia palideció. Volteó por un segundo para mirarlo a los ojos, pero enseguida llevó su vista de nuevo a la carretera. Lo hizo justo a tiempo para evitar a un conductor que se desvió levemente del camino y casi impacta contra ellos. Después de recuperarse del pequeño susto, él siguió hablando:

—Estuvo conmigo trabajando en esa librería por varios años. No lo puedo creer. ¿Cómo es que no me di cuenta antes? —Anastasia abrió la boca para contestar, pero Jack continuó con su monólogo—. Bebíamos juntos, caminábamos juntos, era lo más cercano a un amigo que tenía y ahora resulta ser el aliado del enemigo.

—Lo siento, Jack. No tenía ni idea.

—¿Qué más no sé? ¿Qué más me ocultan? —preguntó, mirando furioso a Anastasia.

—Jack...yo lo siento —dijo despacio, tratando de apaciguar la furia de su líder—. No tienes que hablarme de esa forma, estoy de tu parte, ¿recuerdas?

—Sí, lo sé —admitió Jack, aunque no sonaba muy convencido—. Juro que lo voy a matar. Mataré a ese hijo de puta, y después mataré a su jefe. Me vengaré.

Después de esa firme declaración, permanecieron en silencio hasta llegar a la deshuesadora. Él no quería hablar y ella no quería avivar su enojo. Justo antes de cruzar la entrada, Anastasia frenó de golpe, sus manos quedaron duras en el volante, apretándolo con fuerza, y cuando volvió en sí dio marcha atrás y estacionó a unas calles de distancia.

—¡¿Oliste eso?! —exclamó alarmada.

—¿Oler qué, de qué hablas?

—¡Azufre! ¡Hay azufre en el aire! —Al ver que a Jack eso no le decía nada, añadió—: Un demonio. Significa que hay un demonio ahí dentro.

—No lo entiendo. El anciano no huele a azufre.

—No sé por qué no lo hace, pero si hay un demonio significan malas noticias.

—¿Por qué? Como podrás notar en nuestro asiento trasero, estamos rescatando a uno. Podría ser un aliado.

—Jack, es cierto que este quiso salvarte. Sin embargo, en todos mis años dentro de la familia nunca me encontré con un demonio bueno. Encontrar dos el mismo día me parecería demasiado irreal.

Jack permaneció unos segundos en silencio hasta que preguntó:

—¿Qué hacemos entonces?

—Creo que deberíamos dejar el automóvil aquí y seguir el resto del camino a pie, permaneciendo ocultos. Si vemos una oportunidad de matarlo, hagámoslo, pero por lo general matar un demonio puede llevar semanas de investigación y planeación. Si nos enfrentamos a ciegas, no sabremos cuál es el alcance de su fuerza —concluyó.

Jack asintió

—Bien, te sigo. Lo tienes todo muy bien pensado.

Una vez en el lugar, contemplaron las montañas y montañas hechas de metal. Chatarra acumulada por todas partes, desde objetos pequeños como radios, cafeteras y máquinas de coser; hasta heladeras, partes de automóviles y maquinaria y armamento utilizado en la Gran Guerra. Recorrer y ver todo lo que allí había podía llevar días. Era como un enorme laberinto. Para dar con la localización del demonio se guiaron por el olfato de Anastasia. Cuando creyó que estaban lo suficiente cerca, con un poco de esfuerzo, escalaron una de las pendientes de chatarra intentando hacer el menor ruido posible. Se escondieron detrás del capó de un automóvil y observaron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.