Jack Clover - Escalera Real I

XXXI - El Pistolero

Otra vez Jack volvía a flotar en un mar de oscuridad, similar al de su sueño. Ahí no estaba Evelyn o Crystal, solo él y King. No lo veía, sin embargo, lo percibía. Sentía su presencia y captaba su olor, uno particular que solo sintió en un lugar. Despedía un aroma a sangre, muerte y desesperación. El mismo que se le prendía a la piel en el túnel.

Algo se movió en la oscuridad.

No lograba ver qué era o dónde estaba. Otra vez. Pasaba frente a él a gran velocidad. Luego por su costado, por detrás y después muy cerca. Tanto que sintió un aliento soplando su nuca. Otra vez. Sentía el aliento en su rostro. Le rozó el brazo y pasó tan cerca de la pierna que casi lo hace caer. Aunque no era posible..., ¿dónde caería, si se hallaba flotando en la nada?

Su confianza se reducía conforme no descubría lo que ocultaban las sombras, pero dudaba que se tratase de King. Parecía ser algo más, una especie de criatura. Cuando pasó junto a Jack, alcanzó a ver algo de su silueta y no era humana.

Un camino de piedra apareció de repente debajo de sus pies, revelando solo una ruta posible, hacia adelante. Al girar para atrás no había camino, solo el mar de oscuridad. Jack no tuvo más remedio que avanzar, pero no bajó la guardia. King planeaba algo y no permitiría ser tomado por sorpresa.

Con cada paso que daba el camino seguía en continua creación. En varias ocasiones probó retroceder sobre sus pasos y comprobó que este desaparecía. Así que siguió avanzando con paso apretado para llegar lo antes posible a dónde sea que este terminara.

Después de lo que le parecieron horas de caminata, vio a lo lejos una edificación. Cuando estaba más cerca pensó que se trataba de una casa muy antigua y al estar a metros de la puerta, notó que tenía un aspecto muy similar a un museo. Había unas escaleras de mármol fuera de la entrada y un techo sostenido por varias columnas enormes y cilíndricas de aspecto griego. Por la escalera caía una alfombra roja, conduciendo hasta dentro y recorriendo todo el museo, manteniéndose a cierta distancia de las obras de arte. Jack imaginó que sería el sendero trazado para los turistas. Lo siguió.

El museo se encontraba lleno de esculturas de piedra y retratos de King y de una muchacha que él no conocía, bien podría tratarse de Clarie. También había otros cuadros distintos y mucho más especiales. Las personas o edificios representados en ellos se movían, como si hubieran capturado un recuerdo breve para colocarlo en ese cuadro y jamás olvidarlo, permitiéndole perdurar por toda la eternidad.

Jack se acercó a uno de ellos, pero no porque el cuadro le trajera curiosidad, de hecho, por la distancia, no le veía muy bien. Frente a este había un hombre, vestido como el guía del museo, y lo contemplaba.

Era King, con una apariencia mucho más joven.

Apartó las bandas que había alrededor del cuadro y se paró junto a él. Sin pensarlo dos veces, invocó a Evelyn en su mano izquierda (le reconfortó saber que podía usar su poder) y apoyó los cañones en el cráneo de su enemigo. Al mismo tiempo, sintió el sable de él apoyado en su garganta. La punta estaba muy afilada y sentía su presión.

Jack y King no se miraban, sin bajar sus respectivas armas, ambos se vieron atraídos por el cuadro que tenían enfrente. En este se había capturado la imagen de una hermosa mujer que Jack solamente había visto en una fotografía. A pesar de moverse, solo hacía un pequeño gesto. Se llevaba un mechón de pelo detrás de su oreja con la punta de los dedos y sonreía de una forma angelical.

Ambos la miraban con admiración, pero con la tristeza de ver a alguien que perdieron y sin poder hacer nada para traerla de vuelta. Para King era la perdida de la mujer que amó y para Jack la madre que nunca tuvo.

—Perdimos a la misma mujer a causa del mismo hombre —confesó King, sin bajar su sable o apartar la mirada del cuadro—. Eso es lo que tenemos en común —añadió después de unos segundos.

—¿Hablas de mi padre? ¿Es el único discurso que te sabes? —se quejó.

Lo miró con ojos que no decían nada y bajó el sable.

—Sígueme. Tengo algo que enseñarte.

Jack vaciló. Aún seguía con el arma puesta en su cabeza, podía disparar y todo terminaría. Sin embargo, quería saber más sobre su madre y su padre. Si él tenía respuestas, quería escucharlas.

Bajó el arma y caminaron juntos. Mientras lo hacían, charlaban como si fueran viejos amigos.

—Este es mi mundo —comentó King—. Un mundo creado gracias a mi poder.

—Entonces es una ilusión —aventuró Jack.

—Es más que eso —replicó, enojado por la falta de respeto—. Aquí yacen mis recuerdos, mis temores y el monstruo en el que me podría convertir.

«¿Habla de la criatura en la oscuridad?», se preguntó.

—Pero... ¿Dónde estamos? Quiero decir, no son nuestros cuerpos los que están aquí. Más bien nuestras mentes, ¿verdad? —Ataba cabos, quería saber a qué se enfrentaba y si él iba a decirlo, no debía desperdiciar la oportunidad.

—Muy bien, tienes la inteligencia de tu madre —lo felicitó. A Jack no le agradó—. Nuestros cuerpos no están en el mismo lugar de donde partimos, pero si volvemos, llegaremos ahí. Nunca supe qué ocurría con ellos, sigue siendo un misterio para mí.




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