Jack perdió la noción de cuántos golpes había recibido. ¿Eran dos, tres o cuatro, las personas que lo golpeaban? No lo sabía, pero sí, que ya no percibía dolor alguno. Al menos no el mismo que sintió con los primeros cinco o diez puñetazos.
Recordaba haber caído al suelo, recibir patadas y escuchar cosas como: «Elegiste el bando equivocado...». «Sabías que estabas condenado...». «Nadie reconocerá tu cadáver...»
Sus ojos comenzaron a pesarle. La sangre de las heridas era como una dulce caricia en su piel. Brotaba de ellas, la escupía. Le costaba respirar, pero, a pesar de ello, gozaba de serenidad. Por primera vez, sentía paz.
«Estoy muerto», pensó.
Sin embargo, aunque no sabía cómo explicarlo, creía aún encontrarse en el mundo de los vivos.
Tal vez se había desmayado a causa del dolor y, si estaba en lo cierto, no le quedaba mucho tiempo de vida. O eso creía. Había leído que la muerte llegaba quince o diez minutos después de un desmayo por dolor.
Ponía en duda la misma realidad. Pensaba que iba a ser salvado, pero esos matones tenían razón. Lo manipularon, ese encuentro no fue casualidad. Se dio cuenta de la verdad demasiado tarde.
No creía ser un tonto. Aunque admitía que depositar toda su confianza en una mujer que acababa de conocer fue una decisión algo precipitada.
Su vida era completamente normal, hasta ese día, hasta tres semanas antes de su muerte. Tenía veintiséis años de edad, un padre que lo abandonó y una madre que falleció cuando él tenía tan solo dos. Dejándole al cuidado de sus abuelos. Su padre siempre le mandaba dinero para poder mantenerse y pagarse una digna educación. Ni siquiera sabía el nombre del sujeto, pero todos los meses había un cheque en su buzón. Al cumplir los veintiuno su abuelo le reveló la verdad. Intentó que le contara más y él se negó afirmando que era todo lo que sabía. Jack intuía la mentira, pero... ¿cómo saberlo?
Ya era tarde para pensar en su padre y en algún día tener su propia familia. Estaba muriendo. La luz del túnel, esa de la que todos hablan... le parecía verla.
Se le escapaba la vida.
Después de tantos años de tranquilidad, se había ido todo al carajo en tan solo tres semanas. Ese día, el 13 de mayo de 1927... La mujer en la librería... Le dejó vivir los más emocionantes días de su vida para luego conducirlo a una dolorosa muerte.
Mientras la llama de la vida se extinguía y morir resultaba algo inevitable, solo podía desear encontrarse con Sophia del otro lado.
Su nombre es Jack Clover y esta, es su historia.
Nota del autor: Esta historia tiene su propia canción :) Pueden buscarla en YouTube o en Spotify como Ojos Esmeralda - HediWild.
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Editado: 08.01.2021