I — Jack
Twist City era conocida por su tranquilidad, su clima caluroso y más que nada por sus impredecibles tormentas. Los habitantes podrían estar disfrutando de un paseo en el parque junto al lago, cuando el cielo se tornaría gris y caería una lluvia que les arruinaría la velada. Hubo un tiempo en donde el invierno era lo que predominaba en la ciudad, pero eso no era más que historia. El frío no recorría esas calles por casi cien años. Por lo tanto, no había persona que conociera la ciudad así. Sin embargo, ese día, el martes trece de mayo, no habría tormenta, o clima gélido, que se atreviera a arruinarlo. Puesto que iba a ser uno de los días más importantes en su vida. Marcando el inicio de una nueva etapa.
Toda la gente de la ciudad parecía compartir su buen humor. Los jóvenes repartían periódicos en sus bicicletas con una amplia sonrisa en sus rostros. Adultos que se encaminaban a una larga jornada laboral lo hacían con un entusiasmo contagioso. Otros simplemente gozaban de una plácida mañana. Paseaban por el parque, caminaban por las calles transitadas o conducían los ruidosos, pero espléndidos automóviles.
Por la mañana tuvo un desayuno ligero, se vistió rápido, con ropa liviana, y se fue directamente a La Gran Avenida para dirigirse a su trabajo.
Jack trabajaba en una librería y a partir de ese día sería el nuevo dueño. Incluso aquel colega suyo, Hariko Teshin, trabajaría bajo sus órdenes. Nunca dejaría de tratarlo como un igual. Hariko, un hombre de un país muy lejano al suyo, se había vuelto un buen amigo. El único de hecho. Lo conoció en la librería y al poco tiempo descubrieron que tenían mucho en común. A pesar de los años, sentía que aún le quedaba mucho por conocer y pensaba que él se sentía de igual forma.
El ascenso se dio por el fallecimiento del antiguo dueño. Guardaban una estrecha relación y al parecer el anciano no tenía hijos, ni a nadie de confianza, pero sí le había tenido un gran cariño y aprecio a Jack. Al menos eso fue lo que le dijo su abogado, justo antes de poner la librería en sus manos.
Tanto Hariko como Jack, estaban capacitados para asumir ese puesto. Sin embargo, fue otorgado a él por ser en quien el dueño más confiaba. Tal vez era todo gracias a que llevaba un año más trabajando ahí. Si hubiera sido al revés, lo acontecido pudo haberse dado de manera diferente.
Salía tan emocionado de su apartamento que por poco olvidaba su sombrero de la suerte. Era uno bastante particular. Muy buena tela y duradera. Hacía más de veinte años que lo tenía y aún seguía como nuevo. Alrededor del sombrero estaban representados los símbolos del póker: pica, corazón, trébol y diamante. En el centro de este tenía una «J» grabada. A pesar de eso, no era de usarlo muy a menudo. Siempre lo llevaba en un maletín cilíndrico, para protegerlo de la humedad u otros daños. Siempre guardado. Pocas eran las ocasiones que lo exhibía en su cabeza. Las veces que lo vestía, en fiestas o eventos, la gente solía mirarlo de manera extraña. Como si tuviera un mono encima. No tenía suerte con las chicas y hasta una vez le dijeron que se retirara por daño al buen estilo.
«¡¿Qué mierda significaba eso?!», se preguntó.
—Consérvalo si quieres, pero ese sombrero solo trae vergüenza. Lo ha hecho toda la vida —solía decirle su abuela.
A ella nunca le prestaba demasiada atención. Deliraba mucho. Solía contarle historias extrañas y disparatadas. La mejor solución que encontró para lidiar con sus delirados pensamientos era asentir a todo lo que dijera, aunque luego la desobedeciera.
Al llegar a la librería, colgó el sombrero en una percha y encendió la calefacción para mantener una temperatura de ambiente agradable. Recorrió los estantes para asegurarse que cada libro estuviera en su lugar. Hizo una limpieza general y comprobó que la cafetera de la entrada tuviera..., bueno... café. A su lado, había tazas para que los clientes pudieran servirse. Era una vieja cortesía del antiguo dueño, el viejo Paúl, y no quería romper la tradición. Siempre le pareció que era una excelente idea. Después de todo, ¿quién no ama leer un buen libro y tomar un café por la mañana?
A las nueve horas, se acercó a la puerta y colocó el cartel de abierto, llevándose una repentina sorpresa. Un automóvil estacionó frente a la librería. Estaba seguro que no se trataba de Hariko. Él no tenía ningún vehículo y además no debía de llegar hasta las once. Supuso que se trataba de su primer cliente. Se sorprendió al recibir uno tan temprano y más aún al fijarse en el automóvil. Era un Alfa Romeo 6c, utilizado muy a menudo en carreras y no para ir a comprar un nuevo libro. Sin embargo, ya estaba acostumbrado a clientes peculiares. Después de todo, era dueño de una de las librerías más importantes de la ciudad, La Librería Índice.
Nunca se sintió muy cómodo con el nombre. Decidió que cuando encontrara uno mejor lo cambiaría. No era tan grande como la librería nacional, pero si podría llegar a considerarse igual de importante. Incluso tenían ejemplares y relatos que, por razones políticas, la librería nacional no podía tener; como, por ejemplo: Historias de la Gran Guerra. Un suceso mundial.
Cuando la posible clienta bajó del Alfa Romeo, supo que era la mujer más hermosa que había visto en su vida, o que vería jamás. No sabía el porqué de esa atracción espontanea, pero esa mujer tenía algo que sin duda hipnotizaba.
Lucía un vestido rojo de mangas cortas que le llegaba por encima de los tobillos y unas zapatillas negras. Sus labios estaban pintados de un rojo tan intenso que mirarlos fijamente, durante mucho tiempo, le haría perder la vista a cualquiera. Tenía ojos color café, tez blanca y un pelo largo y pelirrojo cayendo sobre sus hombros. No cabía duda de que el rojo era su color. Lo llevaba hasta en la chapa del Alfa Romeo.
No pudo evitar notar que su pelo no estaba acorde a la moda. Las mujeres con pelo largo escaseaban. La moda de los collares y el pelo corto se impusieron desde 1920, pero ahí se hallaba ella mostrado su pelo largo y su hermoso cuerpo sin ningún accesorio. No los necesitaba.
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Editado: 08.01.2021