Me sobresalto de la cama después de esa horrible pesadilla que estaba teniendo. Me quito el cabello de la cara, y mis ojos divagan por la habitación hasta que mi vista va al frente de la cama y me encuentro a Jagger cargando sobre su hombro a Anders y este último parece dormido.
—Volver a este maldito país te hace mal. —escupe con molestia.
—Solo fue una pesadilla.
—Cuando estamos en Estocolmo esto no pasa.
Encojo mis piernas contra mi abdomen, mi mirada pasa desde Anders hasta la clavícula derecha de Jagger, hasta ahora me doy cuenta que no trae camisa. Con este frío, yo me estaría muriendo.
—¿Qué haces aquí? —Vuelvo a sus ojos, esos verdes que juegan con mi mente.
—Anders estaba llorando, tú no te despertaste. Así que lo atendí yo.
Mierda... Ni siquiera sentí el llanto de él. Aún seguía aturdida por mí pesadilla. Jagger camina hasta la cuna a un costado frente la cama, deja suavemente a Anders que duerme nuevamente.
Lo cubre bien con la manta y se gira para verme. Se mantiene callado y firme frente a la cama, lo miro y mi miedo a lo que fue mi sueño me rebasa, y las lágrimas salen. Él extiende sus brazos y todo su abdomen queda desnudo ante mí.
—Ven aquí.
Dice casi en un susurro y no lo dudó, gateo por la cama y bajo de ella para colisionar contra su pecho que emite un reconfortante calor. Él me abraza con la fuerza necesaria para hacerme sentir segura con él.
El miedo se va desvaneciendo en el calor de su abrazo. Los segundos pasan y el contacto dura más de lo que pensamos que debería.
—Es tarde, sigue durmiendo.
Dictamina al mismo tiempo que me deja de abrazar primero, observó sus movimientos y lo miro yendo a la puerta de la habitación.
—¿Como?
—Es mi casa ¿lo recuerdas? Siempre he podido entrar y salir, pero que caso tendría colarme en "tu cama" a la fuerza. —observo su espalda.
—Quédate —algo me dice que está sonriendo ahora que no lo veo.
—Si es lo que deseas.
Camino a mi lugar y me meto entre las sábanas, cierra la puerta y rodea la cama para meterse por el otro lado.
Se acomoda a un lado, y yo miro al techo. Siento su mirada a un costado. Pasan largos minutos en los que estamos despiertos y nadie dice nada.
—¿Me dejaste de amar? —siento mi corazón encogerse con su pregunta.
Me doy media vuelta para quedar frente a frente, sus ojos son lo que físicamente más me encanta, aparto algo de su cabello de la cara y el me jala de la cintura para unirme más a él.
—Jagger...
—¿Me dejaste de amar?
—No. Tal vez te amo más que antes y por eso quiero que los tres estemos bien.
En un movimiento me termina dejando debajo de él. Con sus codos se sostiene para no caerme encima, sus ojos viajan por todo mi rostro y terminan en mi mirada.
—¿Que necesitamos para estar bien? Sabes que puedo dártelo todo.
—No es algo que se compre, es algo que sientes.
-Dímelo.
—Libertad... Felicidad, satisfacción.
—¿No eres feliz?
—Tampoco soy infeliz, solo digo que a veces me siento atrapada contigo —sonríe, pero no como si le pareciera gracioso, era más sarcasmo.
—Sigue...
—Entiendo por todo lo que has pasado con los años, los dos tenemos fantasmas que no nos dejan en paz. Pero tú tratas de encarcelarnos, de limitarnos a la vida. Y Anders no merece eso.
—¿Solo él?
—Tengo Veintiséis años, por donde lo mires, yo ya he vivido. Él es un bebé.
Su cara se acerca a la mía y siento su respiración causarme un hormigueo en todo el cuerpo, arqueo la espalda por instinto, queriendo sentir su pecho junto al mío.
—Jure siempre darte todo lo que deseas. Pero no sé cómo darte libertad, hay voces en mi cabeza que gritan que vas a irte.
—Bill... Mírame —le tomo la cabeza con ambas manos— es cierto que me fui y ahora estamos aquí, pero ¿Creíste que no volvería?
—No lo sé, lo único que creí es que nunca podrías escapar de mí.
—Y tienes razón, después de todo tenemos un hijo. Él siempre será la muestra de todo lo que sentimos, no te pido libertad ahora mismo, solo que me dejes enseñarte cómo tenerla.
—¿Y así no me dejaras?
—Y así te amaré más. Porque un amor no reprime, un amor te deja ser.
—Entonces enséñame cómo hacernos libre.
Me toma por detrás de la espalda y me pega a su pecho, acercó su cabeza con mis manos y lo beso. Esta vez sí lo estaba disfrutando, no había ni una pizca de posesión en esto.
Algún día, los dos seríamos libres de todo lo que fuimos.