La familia Porter volvía de su fin de semana fuera de casa. En el asiento del conductor Jacob Porter, padre, conducía mientras escuchaba la música que ofrecía su estación favorita de radio; a su lado, en el lugar del copiloto, iba su esposa, Lauren Porter, frenando imaginariamente, treinta segundos antes de que lo hiciera Jacob, padre. En los asientos traseros, venían sus dos hijos: el varón, Jacob, Jake, Porter, hijo, y Lidia Porter. Ambos niños, iban profundamente dormidos, habían aprovechado ese último día de descanso y diversión, hasta quedar completamente agotados.
De repente la canción que se iba escuchando se empezó a distorsionar, escuchándose extraños ruidos. Lauren Porter, que hasta ese momento había estado dormitando, extrañada, volteó a ver a su marido y luego, a sus hijos, pero ellos seguían profundamente perdidos en el mundo de los sueños, volvió su mirada a su esposo, quien ya intentaba sintonizar una nueva estación, pero todas las señales parecían estar en las mismas condiciones.
–¿Se habrá roto la antena del coche? -preguntó Lauren.
–No lo creo. No hemos pasado debajo de un puente demasiado bajo. -explicó Jacob.
Jacob Porter seguía girando la perilla en un intento por encontrar la señal de alguna otra estación de radio.
–El… -pero pasaron rápidamente a la siguiente estación.
–Ahí, atrás. -comentó Lauren que había escuchado la voz de alguien.
Jacob, padre, intentó volver a la señal de radio que sí había escuchado su esposa, pero solo se escuchó el característico “¡Krzzzh!” eterno de las estaciones que no daban señal. Sin embargo, el padre de familia, dejó la perilla, para dejarle la tarea a su esposa de encontrar la estación que ella sí escuchó, además, él tenía que concentrarse en el camino, en los últimos minutos había empezado a vislumbrar haces de luz.
–El Señor Oscuro ha caído.
–Qué tétrico. -comentó Lauren, arrepintiéndose de inmediato de haber encontrado esa estación-. Buscaré otra estación.
Sin embargo, toda estación que se podía interceptar daba ese mismo mensaje: “El Señor Oscuro ha caído”, por lo que Lauren decidió que lo mejor sería apagar la radio de momento. Entonces, a lo lejos, en el horizonte, se empezaron a ver estelas de luz que se dirigían al cielo y explotaban tal juegos pirotécnicos, era increíble, porque habían empezado a verse de todos lados. Jacob Porter, padre, tuvo que detener su auto porque el espectáculo de luces era absorbente.
Los esposos se bajaron del coche y miraron el cielo asombrados, ni aun en días festivos lanzaban tantos fuegos pirotécnicos.
–¿Papá? -preguntó Jacob, hijo, adormilado, al mismo tiempo que se bajaba del carro.
–¡Mira, Jake! -señaló emocionado el padre hacia el horizonte, alrededor de ellos, con tantas luces de fuegos pirotécnicos.
Las pupilas del pequeño brillaron emocionadas al ver semejante espectáculo, entonces volvió al carro y despertó a su hermanita y la liberó del asiento de seguridad para que ella saliera a ver el espectáculo de luces.
–¡Mira! -exclamó encantada la pequeña Lidia al oído de su hermano, dejándolo sordo.
La pequeña señalaba cada espacio donde estallaba un fuego pirotécnico.
–Sí, pero no me grites en el oído. -pidió Jake a Lidia.
Jake se dirigió, junto con su hermanita, hacia donde estaban sus padres mirando el espectáculo.
–Bueno. -dijo Jacob, que había empezado a sentir cómo los vellos de la nuca se le erizada, señal de que tenía un mal presentimiento-. Es hora de continuar el viaje de vuelta a casa.
–Pero papá. -empezó a chillar Jake.
–Al auto, ahora. -dijo el padre, sin alzar mucho la voz, pero sí con la suficiente autoridad.
–Obedezcan a papá. -dijo Lauren, habían notado cómo se tensaron los hombros de su esposo, y eso la hizo estar alerta.
» Las luces se seguirán viendo desde las ventanillas del auto. -trató de consolar la madre a sus hijos, mientras intentaba abrochaba a Lidia en su sillita.
–Apresúrate, Lauren. -comentó el padre con un poco de desesperación.
--S'í… -respondió Lauren de manera entrecortada.
Jake había visto como un rayo de luz roja había impactado en la espalda de su madre.
–¿¡Mamá!? -exclamó Jake, al ver como su madre se quedaba inmóvil sobre Lidia.
–¿¡Lauren!? -exclamó Jacob, que rápidamente salió de su lugar en el coche para correr hacia su esposa.
Por su parte, la pequeña Lidia, que había visto el retorcido rostro de dolor de su madre, lloraba inconsolable, incapaz de pronunciar palabras
–¡Crucio! -se escuchó desde fuera del auto.
Esta vez, el haz carmesí impactó en el padre de Jake, que cayó de rodillas.
–¿Qué dem…? -pero no pudo terminar, porque otro haz de luz rojo se estrelló contra su pecho.
–¿¡Papá!? -preguntó Jake.
–Dejen… ir a… los… niños. -se escuchó un leve murmullo de Lauren.
El crujido de la grava bajo unos pasos era tan estruendosos, entre los haces de luz de los fuegos pirotécnicos y ese rayo rojo repetidas veces..