Jake Porter y el Legado de los Horrocruxes

Capítulo 2: Usuarios de varita

Ya habían pasado seis años desde la noche en que los padres de Jake Porter fueron asesinados y el niño fue acogido por su abuela materna, Lorraine Cohen.

Fue un estira y afloja para ambos, Lorraine Cohen que hacía muchos años había despachado de su seno de su hogar a su única hija, no en los mejores términos, pensaba la señora, pero volver a criar a su edad, era otro asunto, ya no tenía el ímpetu de la juventud de cuando tuvo a Lauren, y más complejo aún, al ser Jake un varón, había situaciones que se le complicaron manejar. Para Jake, que había perdido a sus padres y hermana en una misma noche, irse a vivir con una abuela a la que no conocía, fue muy difícil, bien sabía el niño que no le había dejado las cosas fáciles a su abuela Lorraine.

Cada año, la señora Lorraine, acudía a la policía para preguntar por los avances en el caso del asesinato de su hija y yerno, así como en la búsqueda de su pequeña nieta Lidia; sin embargo, cada año, en los últimos seis años, no había habido avances significativos en ninguno de los dos casos. La señora Lorraine aún recordaba aquellos primeros meses en que había llevado a Jake a dar sus declaraciones, los oficiales las tomaron como los delirios de un niño de seis años que intentaba comprender y superar la pérdida de seres tan queridos por él. Patrañas, pensaba la señora Lorraine; a la fecha, después de tantos años, Jake sostenía la misma declaración.

La señora Lorraine se acercó a la repisa donde reposaban algunas fotos de su hija Lauren juntas, así como otras fotos de ella con Jake, desde que ella tomara custodia del niño; también había unas pocas fotografías de la familia del niño.

La mujer suspiró con nostalgia al ver el retrato de una Lauren sonriente que sostenía un certificado de estudios, lucía tan pequeña; seguro que esa foto era de cuando se graduó de primaria, así como ahora que Jake se graduaba y dentro de poco tendría un retrato similar.

Pensar en Jake, en su nieto, le daba a la señora Lorraine un poco de consuelo, después de haber perdido a su hija, y a su nieta, que no llegó a conocer, hasta ahora, esperaba que pronto hubiera resultados positivos; de su yerno, poco o nada sabía, y ésa era un arrepentimiento que llevaría por siempre, su orgullo no le había permitido conocerlo.

–¡Nana, ya llegué! -exclamó Jake desde la entrada de la casa-. Y también llegó el correo. -dijo el niño.

Jacob Porter, hijo, había entrado a casa de su abuela después de haber llegado del colegio, en su paso por el jardín delantero había visto la banderilla del buzón levantada y decidió recoger el correo; iba revisando carta por carta, cuando tiró su mochila al suelo, junto al banquillo al lado de la puerta.

–Gracias, hijo. -dijo Lorraine, que ya salía de la cocina, en donde había estado preparando la comida del día.

La abuela se dirigió a su nieto, a quien le dio un muy cálido beso de bienvenida.

–Todo es para ti, abuela. -dijo Jake, encogiéndose de hombros.

–¿Es que esperabas alguna carta? -preguntó Lorraine, al tiempo que recibía la correspondencia.

–No lo sé. -respondió Jake, encogiéndose de hombros-. Nunca está de más revisar si hay algo para mí. -comentó con una sonrisa pícara.

La señora Lorraine miró a su nieto, con esa sonrisa pícara, que le recordaba muchísimo a su difunto esposo, el señor Matthew Cohen. El tiempo pasaba imparable, poco le faltaba a Jake para rebasarla en estatura, en breve su nieto acudiría a la secundaria, luego el bachillerato, iría a la universidad, se casaría; la señora Lorraine puso alto a sus ansiosos pensamientos, la vida era en ese preciso día, en ese único momento, Jake solo tenía once años recién cumplidos, y mientras ella viviera, y Jake estuviera a su cargo, repletaría las paredes y repisas de su casa con las fotos de su nueva vida con su nieto.

–¿Qué piensas, Nana? -preguntó Jake.

–En la vida, hijo, en la vida. -comentó la señora Lorraine con nostalgia.

El estómago de Jake rugió, y la abuela sonrió, el hambre era una buena señal de lo sano y feliz que era su nieto.

» Ve a cambiarte y lávate las manos para que podamos ir a comer. -dijo la señora Lorraine.

–Sí, Nana. -dijo el muchachito y obedientemente se dirigió a su habitación para cambiarse el uniforme y lavarse las manos después.

Quince minutos más tarde, ambos estaban apenas sentándose a la mesa para poder comer, sin embargo, sonó el timbre de la puerta.

-¿Quién podrá ser? -preguntó la señora Lorraine de manera retórica-. Tú quédate a comer, yo iré a abrir. -le dijo al niño.

La señora Lorraine salió del comedor y se dirigió al recibidor para abrir la puerta y averiguar quién era la persona que estaba tocando el timbre. Por el vitral de la puerta se podía apreciar la figura menuda de una mujer. Entonces, extrañada, la señora Lorraine abrió la puerta.

–Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle? -cuestionó la señora, abriendo un poco la puerta.

–Buenas tardes, señora Cohen. -dijo la mujer seriamente-. Soy Maarika Rey, y tengo entendido que aquí es el hogar del señor Jacob Porter.

La señora Lorraine se quedó extrañada al escuchar a la mujer, de nombre Maarika Ray, porque si bien ésta era la primera vez en que se veían, esa mujer sabía sus nombres y dónde vivían.



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En el texto hay: hogwarts, magos negros

Editado: 07.04.2025

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