Los trámites en el consulado habían sido largos, como cualquier trámite burocrático, pero los que ella llevaba con el Funcionario Robert Flowers, lo eran más. Maarika Rey había tenido que gestionar las visas de estudiantes del Mundo Mágico de Hiacynth Grayson y Jacob Porter. ¡Cómo detestaba al Funcionario Robert Flowers! Años atrás, cuando estaba en sexto grado, estudiando en Hogwarts, Robert Flowers, estudiante de la casa de Hufflepuff, de séptimo grado, la había invitado a salir durante uno de los paseos a Hoegsmade, ¡craso error!, haberlo rechazado, y haber elegido ir ese fin de semana a una visita a su familia no mágica en el Consulado Mágico. Robert Flowers tenía vena de Slytherin, más que de Hufflepuff, haciendo que los casos de Maarika fueran más lentos.
Sí, recordaba perfectamente unos días antes de ese descanso en Hoegsmade. Un jueves, por la tarde noche, cuando Maarika había salido de una clase de pociones, especialmente tediosa por las largas lecturas, cuando Robert Flowers de Hufflepuff se acercó a ella:
–Oye, Maarika. -saludó Robert, creyéndose el más guapo de Hogwarts, pero era tan feo como un caballo thestral, si los hubiera podido ver, seguro esa sería la comparación adecuada.
–Hola, Robert, ¿cómo estás? -saludó Maarika, levantando un poco la mirada por encima de los cinco o seis tomos, exageradamente grandes, de pociones que cargaba.
Pero Robert ni se inmutó, no se ofreció a cargar sus libros, ni siquiera uno. Lo peor de Robert no era su falta de belleza, era su falta de empatía, y seguía creyéndose carismático y encantador.
–Estaba pensando, que como mañana es descanso para ir de paseo a Hoegsmade, me preguntaba si querías ir conmigo. -dijo Robert Flowers, siguiéndole el paso a Maarika.
La joven Maarika se detuvo, haciendo que su túnica se estrellara suavemente contra sus pantorrillas, al escuchar la invitación de Robert Flowers. Había escuchado de otras chicas que andaba queriendo conseguir una cita, para salir en grupo con sus amigos, las había oído porque cada una de ellas había sido invitada por él, Maarika Rey, como buena Ravenclaw, llegó a la conclusión de que ella era su última opción, aunque solamente se habían saludado una o dos veces antes en los pasillo.
Lo siento, Robert, no puedo. Mañana en el Consulado Mágico veré a mi familia. Pero gracias por la invitación, de veras. -dijo Maarika.
De haber sabido, en aquel entonces, que Robert Flowers se convertiría en el Funcionario Flowers en el Consulado Mágico que se encontraba en el Callejón Diagon, Maarika hubiera dicho que sí, sin dudarlo y hubiera retrasado un par de horas la visita con sus padres. ¡Qué ironía del destino! Ahora, años después, se encontraba atrapada en su oficina gestionando el visado de sus tutorados mágicos con Robert Flowers. Ni modo de invitarlo a salir tardíamente, bien sabía que su esposa: Io Flowers, quien de soltera fue Io Sainz, una Gryffindor en Hogwarts jugadora con la posición de Golpeadora en el equipo de Quidditch, la desgreñaría por lo celosa que era; y no, no valía la pena ser desgreñada por la esposa de Robert Flowers.
Hiacynth salía del baño del cuarto de hospedaje que habían tomado para pasar la noche, la joven vestía su pijama de short y blusa, mientras se secaba el largo cabello negro, excepto por ese mechón que parecía una pincelada de la luna.
–¿Dónde está Jacob? -preguntó la jovencita.
–Está aquí afuerita, triste porque quiere hablar con su abuela, pero…
–Los aparatos electrónicos no sirven en el Mundo Mágico. -completó Hiacynth, recordando lo que Maarika le dijo una vez, recordaba su primer viaje al Mundo Mágico y lo desolada que se sintió cuando no pudo comunicarse con su padre.
–Pero le enseñé que enviar correspondencia con búhos. -completó Maarika, lo que quería decir, antes de que Hiacynth la interrumpiera-. Fue a recepción a pedir que envíen la carta.
–Ahora que no está Jacob, ¿podemos hablar de algo serio, Maarika? -preguntó Hiacynth acercándose a su mentora.
–Sí, dime, podemos hablar de lo que sea. -respondió Maarika, con un tono serio, pero el constante y rápido golpeteo de la mano de la señorita bruja sobre el colchón para indicarle a Hiacynth que se sentara a su lado, restaba seriedad a sus palabras y voz.
Maarika no tenía nada de seriedad en sus huesos, pensó Hiacynth; sin embargo, se dirigió hacia la cama, pero no se sentó donde indicaba Maarika, que insistía con sus golpecitos sobre el colchón.
–Quería hablar de mi papá contigo. -soltó de sopetón Hiacynt.
–Oh.
La sola mención del papá de Hiacynth hizo que Maarika dejara de golpear el colchon juguetonamente. El rostro de la señorita bruja se sonrojó un poco. De todo eso se pudo dar cuenta Hiacynth. Maarika rey se removió incómoda en su posición en la cama y se aclaró la garganta.
» Este… -su voz sonó fluctuante, y aguda-, sí, claro, claro. ¿Qué-qué pasa?
Esta vez, Hiacynth se sentó al lado de su tutora, y la miró por largo rato, analizando cada detalle del rostro sonrojado de la señorita bruja. Maarika Rey era joven, y muy guapa. Entonces, Hiacynth se decidió a hablar.
–Sé que… -pero de pronto perdió el valor, viendo todavía el rostro de su mentora, pero suspiró hondo-, sé que tú y papá se gustan. -declaró la muchacha.
–¿¡QUÉ!? ¡NO, NO, NO! -exclamaba Maarika, negando tanto con la voz, como con la cabeza y las manos-. Eso… eso sería poco profesional. -pero su sonrojo cada vez más fuerte informaba de lo contrario-. Muy poco prof… Bueno, sí. -dijo resignándose a admitir la verdad, al ver el rostro de Hyacinth que no se veía convencida por sus palabras.