Maarika Rey acababa de aparecerse en los confines de Hogwarts, en una de las muchas salas abandonadas del plantel, era ya sábado por la noche, y, a como se podía apreciar a través de una de las ventanas, el cielo al horizonte se iba oscureciendo, a la velocidad regular de principios de un mes de noviembre.
Tan pronto como su cuerpo terminó la aparición, sintió un leve mareo, esto de viajar tan frecuentemente por medio de apariciones debía estarle afectando profundamente, después de todo, hasta no hace mucho aparecerse no había sido un método de viaje muy frecuente para ella.
A lo lejos, Ginger, el gatito de Hyacinth Grayson corrió hacia ella, y con fuertes ronroneos se restregó contra sus piernas, llenando sus pantalones con su pelo anaranjado.
–Hola, Ginger. -saludó Maarika, hincándose para estar a la altura del gato, para poder acariciarlo del lomo; el gato se restregó más, pero esta vez contra las manos cariñosas de la profesora-. ¿Cómo has estado? -preguntó.
Ginger, el gato, maulló, tal como si respondiera a la pregunta de la Maarika.
–¡Ginger! ¿¡Quieres comer!? -se escuchó la voz en alto de Hyacinth.
Maarika Rey levantó la mirada para encontrarse con su tutorada mágica, quien se le quedó mirando-. Hola, señorita Maarika. -saludó la joven Ravenclaw.
–Hola, Hyacinth. -saludó Maarika Rey con una sonrisa al mismo tiempo que se ponía de pie.
Maarika debió ponerse de pie demasiado rápido, tanto, que volvió a sentirse un poco mareada, lo suficiente para sentir un poco de inestabilidad, pero no tanta como para sentir que se caería.
–¿Estás bien, señorita Maarika? -preguntó la muchachita claramente preocupada.
A los pies de ambas, Ginger ronroneaba y se restregaba entre las piernas de ambas.
–Sí. -respondió la profesora-. No sé si fue algo que comí o qué. -comentó, como si no fuera nada importante.
–Señorita Maarika, ¿estás enojada conmigo después de la discusión que tuviste con mi papá? -preguntó Hyacinth de repente.
Maarika Rey se quedó mirando a la niña, bien podía tener una marcada vena Slytherin bajo sus colores azules, pero seguía siendo una niña y había cosas que tenía que explicarle a a pesar de su astucia e inteligencia-
–No, ¿por qué estaría enojada contigo? -preguntó Maarika.
–No sé, antes solías avisarme antes de salir de Hogwarts, ahora me entero por otros que no estás en el colegio. -respondió Hyacinth, encogiéndose de hombros, como para restarle importancia, pero esto era algo que realmente le importaba a la muchachita.
–¡Ah! ¡Eso! -dijo Maarika, fingiendo, como Hyacinth que no era importante-. ¿Quieres que te pida permiso cada vez que voy a salir? Por favor, Hyacinth, soy una adulta. -dijo bromeando la profesora.
–No tanto como pedir permiso, antes… antes éramos amigas. -dijo la jovencita, sus ojos tan brillantes que apenas podían contener las lágrimas.
–Oh, Hyacinth. -murmuró Maarika conmovida por la reacción de la pequeña Ravenclaw.
Fue imposible para Maarika Rey mantener las distancias con Hyacinth, se acercó a ella para abrazarla, y al hacerlo, la Ravenclaw por fin soltó las lágrimas, sollozando contra el pecho de su tutora mágica. Maarika acarició el lacio cabello oscuro de la jovencita.
–No estoy enojada contigo. -dijo Maarika-. Lo que pasó entre tu padre y yo nada tiene que ver contigo. Son cosas de adultos. -comentó con voz quedita.
–Pero… -intentó hablar Hyacinth entre gimoteos.
–Tranquila. -susurró Maarika, todavía acariciando el cabello de la joven.
–Pero ya no podemos hablar como antes. -dijo Hyacinth-. Ya no es igual.
–Pero no es malo. -comentó Maarika.
Pasando sus dedos por el suave cabello de la niña; en su fuero interno, Maarika se daba cuenta de que había dejado que su relación con Hyacinth Grayson se volviera demasiado personal e íntima, no solo porque se hubiera enamorado del señor Grayson, sino que desde antes, quería demasiado a esa niña y todo indicaba que el sentimiento era correspondido.
–Pero… -quiso discutir la niña, sin embargo, su tutora empalideció repentinamente-. Señorita Maarika, ¿te sientes bien? -preguntó Hyacinth.
–Sí, es que he estado haciendo demasiadas apariciones los últimos meses. -decía la joven tutora, poniéndose cada vez más pálida. -explicó Maarika, sintiendo que el piso se empezaba a mover bajo sus pies.
–¿Por qué, si sabes que Aparecerte te sienta mal? -pregunto Hyacinth.
–Porque es más rápido. -explicó la profesora.
–¿Polvos flu?
–Donde voy no hay chimenea. -respondió Maarika con una sonrisa.
–¿Traslador? -sugirió la muchachita.
–Mucho trámite. ¿Te imaginas a alguien tan veloz como el Funcionario Flower?
–¡No! -exclamó Hyacinth, medio en broma, con la sonrisa y carcajada naciendo.
Sin embargo, la diversión no duró mucho, Hyacinth se dio cuenta de que Maarika se puso cada vez más amarilla, y luego un poco verde y de pronto, la adulta vomitó.