Jamás me volvería a casar contigo.

Dulce María Otáñez D'Villë.

Dulce María Otáñez D’Víllë. 
  
Ella era hija de familia, estudiante de preparatoria, hermana de 5 hombres y 6 mujeres, vivía en una enorme casa en la cual cada quien tenía su propia habitación, algunos ya se habían casado, ella era la novena hija, de casi 1.70 m de estatura, cabello oscuro, piel trigueña, ojos cafés, pero de todas las mujeres sin duda la más bonita, tenía una cara de muñeca que adornaba un sensual cuerpo de jovencita 20añera, de esas chicas que fácilmente ganarían un concurso de belleza, escorpión zodiacal,  entre estudios aprendió a confeccionar ropa para dama, y aunque ya se ganaba su propio dinero, aún no era independiente, económicamente hablando.  
 —¡Pero mamá, si voy a México mañana me pasaré todo el día allá y es mi cumpleaños! 
Le dice aquella joven de 20 años a su mamá, tratando de convencerla de posponer un viaje que ya tenía programado desde días antes, corría el día jueves 11 de noviembre de 1987, y el reloj marcaba pasaditas de las 10 de la noche.  
  —¡Pues ni modo, Dulce! Tu papá no pudo conseguir esas citas para otro día, y si no vas no te van a dar tus certificados, además ya está todo pagado y si pierdes los boletos, se va a enojar mucho contigo. 
 —Bueno pero si llego mañana temprano me vas a dar chancecito de salir a celebrar mi cumpleaños con unas amigas. 
 —Sin condiciones hija, además acuérdate que estás castigada y nada de salidas a fiestas, ni  con amigos, nada de novios, ni a casas de amigas. 
 —¡Pero mamá! 
 —¡Pero nada! Y ya deja ese teléfono y súbete a tu cuarto qué ya es tarde y mañana tienes que madrugar.  
Le dice su mamá, y resignada pero furiosa se encerró en su cuarto planeando las más descabelladas triquiñuelas y pretextos para no hacer ese viaje, y en el caso de tener qué hacerlo, estar lo más temprano posible de regreso para darse una escapadita con sus amigas.  
Pero su despertador de flip clock sonó a las 4 de la mañana del viernes 12 de noviembre de 1987, despertándola con aquella canción de Andy Williams “Love story“ pero que Vicky Carr había hecho más popular en español en radiodifusoras locales.

  

***
Qué difícil es
secar la fuente inagotable del amor, 
contar la historia 
de un momento de placer, 
reír alegre cuando siente el corazón 
un gran dolor. 
*** 
Qué bonito es 
que tras la lluvia del verano salga el sol, 
y el pavimento adquiera el brillo de charol, 
que tu sonrisa me devuelva la ilusión 
que ayer perdí. 

*** 


Anunciándole su partida hacia su destino, y resignada dejó de tratar de evitar el hacer ese viaje para concentrarse en hacerlo lo más rápido posible, y terminó por sonreír malévolamente al idear el plan maestro que le permitiría darse una escapadita de su casa para poder burlar sus castigos, y celebrar su cumpleaños fuera de casa.



***

¡Qué grande es 
Sentiiir mi corazón  
Latiiir asiii 
Henchido de emoción  
Podeer oiiir 
Tu Dulce voz.  
Besarte con pasioooón y acariciarte  
Y no perdeeer 
Ni un solo instanteee 
De seeer para tiii 
Un gran amooor! 

*** 



Le cantaba a su papá a capela, ya unos minutos después cuando ya había bajado su maleta e iban en el auto. 
 —¿Y ahora tú, me dijo tu mamá que estabas enojada y que no querías ir a México?  
Le dice su papá, don Maximiliano, al verla tan contenta y cantante, en lo que la llevaba a la central de autobuses.  
 —Pues no quería pero ya que, además, si llego temprano; ¿Verdad que me vas a dar chancesito de salir con mis amigas a dar una vueltecita para festejar mis cumpleaños? 
 —Ajá si; ¿Con tus amigas las delincuentes esas que están en la cárcel de donde te fui a sacar por andar encubriendo a tu noviecito ratero ese que traías? 
 —¡Ya te dije que solo era mi amigo y yo no sabia que andaba de ratero! 
 —¿Y los estéreos y joyas que te dio a guardar eran de su abuela? ¡Ay hija! Ya estás grande y yo no tengo tiempo de andarte cuidando, mejor pórtate bien y lo de los permisos lo arreglas con tu mamá, y ya apúrate que ya están anunciando tu salida. 
Le dice don Max cuando se terminaba de estacionar, se bajó a ayudarla con la maleta y la acompañó hasta la entrada del autobús, Dulce María se despidió para concentrarse en cumplir con sus diligencias lo más rápido posible, ya que como no había conseguido el permiso que quería cantándole al oído a su padre, tenía que perfeccionar el plan “B”. 

 




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