Jamás me volvería a casar contigo.

Alfonso Violante Herrera.


Él era parte de una familia de padres divorciados, y vivía con su mamá; Gloria Herrera Arellano, que nunca se volvió a casar y otros 4 hermanos, 3 eran menores que él y uno era mayor, 18 años de edad, Tauro zodiacal, 1.77 metros de estatura, tez blanca, cabello rubio, ojos cafés, atractivo y bien parecido, vivía su vida como cualquier chico de su edad, o al menos eso trataba, entre fiestas, conocer chicas y divertirse en lo que encontraba a la indicada, pero con la diferencia de que él no estudiaba y desde que tenía 16 años había entrado a trabajar en la industria petrolera de su país, en las plataformas marinas del Golfo de México, en jornadas laborales de turnos de 12 horas durante 14 días a bordo, y 14 días libres por mes, lo que sumándole 2 días más de viaje desde la ciudad de Poza Rica, Veracruz, hasta Ciudad del Carmen, en el estado de Campeche, en México, solamente le dejaba 12 días al mes para poder vivir la vida como cualquier chico de su edad, y claro que trataba de aprovecharla, pero aunque tenía el oficio rudo de un hombre, trataba de comportarse como un hombre, y tenía los pensamientos y principios morales de un hombre, ya forjado en su carácter, no dejaba de ser un chico que nada sabía de la vida, y a pesar de ser tan joven estaba a cargo de una familia que le tocaba sacar adelante, porque al haber sufrido como niño los pleitos entre sus padres por infidelidades y alcoholismo, todo lo vivido le había servido como ejemplo y experiencia de vida para no seguir sus pasos, ya que su madre siempre había sido una buena mujer, y a pesar de ser muy joven y bonita, nunca se había vuelto a casar y jamás le conocieron pareja alguna, todo lo contrario de su padre, que era su claro ejemplo a no seguir,  pero esa es otra historia. 

 


Corría el jueves 11 de noviembre de 1987, al filo del medio día, en la ciudad de Poza Rica Veracruz, cuando Alfonso fue tirado como un fardo sobre su cama, sus hermanos y amigos lo habían ido a recoger en la plaza Garibaldi donde lo encontraron sentado en una banqueta, con una botella de Bacardí añejo en una mano, de la cual ya se había tomado la mitad, y su cartera con una buena cantidad de dinero en la otra mano, y tal vez porque era muy conocido y apreciado en la zona, o por pura suerte no lo habían golpeado ni asaltado, y hasta la encargada de un puesto de comida le había avisado a su mamá por teléfono, que uno de sus hijos estaba en estado inconveniente, y que debían de ir por él antes de que le pasara algo. 

 


Y así, durmiendo la mona le anocheció, y por sí solo abrió los ojos a eso de las 10 de la noche, por un par de segundos no supo dónde estaba, hasta que en las penumbras de la oscuridad reconoció su entorno, volteó hacia el taburete de su cama a mirar la hora en su reloj de flip clock que le indicaba que eran las 10:03 de la noche, presionó un botón para escuchar el radio en lo que terminaba de despertarse escuchando la canción de “Al final” del cantante “Emmanuel” que ya había hecho popular unos cuantos años atrás.  
Cuando por fin se levantó a prender la luz, checó la fecha en un calendario de paginitas arrancables, y le indicaba el día jueves 11 de noviembre de 1987, al mirar su muñeca se asustó un poco por que no traía su reloj de pulsera de la marca “Rado”, pero al ver sobre su tocador que ahí estaban sus cosas, suspiró aliviado, solo se puso el reloj y un short para bajar a hurtadillas al primer piso de su casa, que era de 2 pisos y su cuarto quedaba arriba de la sala estar, al no ver a nadie se dirigió sigiloso hasta el cuarto de televisión, que era la pieza de aquella casa que siempre estaba más ocupada, porque ahí estaban los juegos de video, en la que aquella familia compuesta por 5 hombres, pasaba la mayor parte del día y de la noche, hasta que su mamá bajaba y los mandaba a dormir a todos. 
 —¡Así los quería agarrar!  
Les dice después de pegarle un zape a los que pudo alcanzar antes de que pudieran ponerse a salvo. 
 —¡Así te hubiéramos agarrado a zapes cuando te fuimos a levantar de estar tirado en la calle como perro atropellado en Garibaldi! —le dice su hermano Manuel, el mayor. 
 —¡Su cola de ustedes, estaba pedo pero no pendejo! Nada más a medios chiles, todavía traía medio pomo. 
 —¡Si güey, medio pomo afuera pero como 3 adentro! Si ni cuenta te diste cuando te subimos al carro del “Cucho”  
Le dice otro de sus hermanos refiriéndose a un amigo que no estaba presente. 
 —¡Bueno ya! Pongan el de “La leyenda de Zelda” que ahora que andaba en la plataforma tuve un sueño que me dio la clave para pasar a la siguiente fase. 
 —¡Cada vez que regresas dices que tuviste un sueño para resolverlo y seguimos igual desde hace meses! 
Le dice su hermano Christian, el más pequeño, y así, aquella familia de hermanos se pasó toda la noche entre molestándose entre ellos y tratando de resolver juegos de video, encontrando las claves y resolviendo acertijos, antes de que salieran en las revistas de la época, en la que a falta de Internet, era la única manera de obtener información sobre ese tema. 

 




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