Jamás me volvería a casar contigo.

Sin déjà vús en Veracruz.

Capítulo 26. 
Alfonso joven y soltero 1987, parte 3. 
Sábado 13 de noviembre. 
Realidad original.  
Sin déjà–vús en Veracruz. 
Alfonso abrió los ojos de repente al sentir un estremecimiento que lo despertó, y una luz lo deslumbró, con un ojo abierto y el otro cerrado por la modorra, miró la hora en el reloj de pared del hotel y en su reloj de pulso, ambos marcaban las 11:39 de la mañana, consideró que no era tiempo para levantarse y cubriéndose los ojos con las cobijas, se volvió a dormir, reaccionó hasta las 2 de la tarde, ya se sentía bien y se asomó por el balcón del hotel para aspirar la brisa marina, se sentía bien pero una preocupación le acongojaba el corazón, cómo esos presentimientos que uno tiene cuando alguien muy cercano se ha muerto o le ha pasado algo, tomó el teléfono del hotel y pidió a la recepción una llamada de larga distancia a su casa en Poza Rica, y al ver que no había novedad le avisó a su mamá que se había ido a Veracruz de fin de semana y que se regresaba el lunes, su mamá pues solo lo regañó un poco, pero ya estaba acostumbrada a sus salidas sin pedir permiso. 
Juan Carlos no cumplió su promesa de ir a esperarlo a su casa para avisarle a Dulce María, pero unos minutos después de que Alfonso se reportara a su casa, llamó para preguntar por él, y su mamá le dijo que se había ido a Veracruz, pero que el Lunes se regresaba, ya enterado se olvidó del asunto, y también se le olvidó avisarle a Dulce María. 
Y así, en lo que se bañaba para irse a una plaza comercial para comprarse ropa, ya que solo traía lo que tenía puesto, y entre comer, ir al cine, hacer sus compras y caminar el largo malecón desde el centro comercial hasta su hotel, se le fue el día, aunque traía suficiente dinero como para abordar un taxi, o por lo menos el transporte público que pasaba por esa ruta, le agradaba caminar por aquel malecón costero, y aunque había varios bares y antros donde hubiera podido detenerse a tomar algunas copas y conocer a alguien, no se sentía con ánimos de tomar, y mucho menos de conocer a alguien, pero en lo que paseaba se encontró con una linda chica que había conocido un par de meses antes en una de sus visitas, que después de saludarlo y platicar un rato con él, aceptó gustosa su invitación a cenar al restaurant bar del mismo hotel en el que se hospedaba, se la estaba pasando bien, ya se había olvidado de Dulce María y de su mal de amores con Elsa, su exnovia. 
Y cuando eran las 11:39 de la noche, de ese sábado 13 de noviembre de 1987, una deslumbrante luz iluminó a todos los asistentes al restaurant bar del hotel en el que cenaba con su acompañante. 
Se quedó a la expectativa por un momento, pero al ver que nadie se alarmaba, ni la había tomado en cuenta, tan solo el personal del hotel que revisaban los interruptores de luz, y el funcionamiento de un reloj de cucú que se activó durante la deslumbrante luminosidad, decidió concentrarse en disfrutar de la compañía de aquella linda chica que se había levantado para hacer una llamada desde la recepción del hotel, para avisar en la pensión a dónde se quedaba, pues era estudiante, que iba a llegar tarde porque se iba a quedar en casa de una amiga, haciendo tareas de la escuela. 
Y así, en compañía de aquella linda chica, Alfonso dejó de preocuparse por aquella sensación o mal presentimiento que le estrujaba el corazón. 



 




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