Jamás me volvería a casar contigo.

El reloj de cucú.

Capítulo 31. 
Alfonso joven y soltero 1987, parte 4. 
Domingo 14 de noviembre. 
Realidad original. 
El reloj de cucú. 
Alfonso y Ana, terminaron la cena y ya en su habitación, se convirtió en una agradable velada, en la que se la pasaron tan bien que no tuvo que preocuparse por déjà–vús, ni por malas sensaciones. 
Pero la chica se tuvo que ir a su pensión para señoritas estudiantes, claro, no sin antes arrancarle la promesa de ser novios oficiales y concertar la próxima cita, cómo era usual en aquellos años, para señoritas decentes y de buena familia. 
Ella era una chica muy bonita, de apenas 19 años de edad, de piel morena y cabello oscuro, con un bien formado cuerpo, y llegó desde Xalapa, Veracruz, la capital del estado a estudiar leyes, y aunque se habían conocido un par de meses antes en una disco de Veracruz, no habían tenido la oportunidad de convivir y conocerse bien, por eso en cuanto ella lo vio caminando en el malecón costero, como Alfonso era muy simpático y agradable en su carácter, con su manera caballerosa de comportarse, ya que era muy raro que delante de una mujer dijera malas palabras, a la vez era muy esquivo, y se puede decir que hasta tímido, pues no perdió la oportunidad de abordarlo, y conocerlo mejor.  
Y a las 5 de la mañana, después de irla a dejar personalmente en un taxi, se regresó al hotel y decidió pasar a desayunar algo al restaurant que ya tenía servicio, apenas sentándose, un agradable y conocido sonido le llamó la atención, el del alegre cucú del reloj del restaurante, que está vez sí sonó a la hora, a él le gustaban, claro; ¿A quien no? Solo que cada vez que escuchaba uno o veía uno, se acordaba del reloj de cucú de su abuela Agustina, que aunque ya tenía muchos años que no iba para su casa, no se le había olvidado, pero el constante salir y entrar del pajarito mecanizado, lo sumió en un letargo de ausencia, porque le pareció escuchar entre los cantos del cucú, que la voz de una mujer le decía algo. 
Sin darle importancia porque le pareció absurdo, terminó su desayuno y se subió a su habitación para recuperar el sueño perdido, ya que un domingo en Veracruz, no se lo quería pasar durmiendo en un hotel. 


 




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