Jamás podré abrazarte

Capítulo 1

Esta no es solo mi historia, es también la de ella, mi mejor amiga, y de él, mi hermano, es la historia de mis padres, amigos, y demás secundarios que sin los cuales, nada hubiera pasado como pasó. Pero concentrémonos en mis padres y mi hermano primero. 

Cuando nací, él tenía cinco años y no estaba muy feliz de compartir la atención que le daban por ser hijo único. Mis padres en cambio estaban más que emocionados así que puedo entender los celos de mi hermano. Sana y alegre, me llamaron Abril. Toda la vida vivimos en esta pequeña ciudad, sin edificios altos con un número de personas limitado. Lo mejor de aquí es la variedad de plantas en las esquinas y jardines, parece que un arcoiris golpeó cada detalle de este lugar, además hay varios sitios bonitos para recorrer. Las casas y construcciones están pintadas de diversos colores, brillantes y diferentes, dan un espectáculo caricaturesco. 

 

Volviendo a mi familia, con el tiempo mi hermano se convirtió en un enemigo, luego amigo, y finalmente un confidente; a propósito, se llama Julio, sí lo sé, puedo imaginar qué piensan. Mis padres tienen un problema con los meses y el significado de las cosas, como deben estar pensando o tal vez no, no lo sé, yo nací en el mes de Abril y mi hermano en Julio. Pero somos una familia como cualquier otra, aunque, ¿saben? Yo no lo pondría tanto de ese modo, ¿qué es normal después de todo?

 

Mi mamá tiene una sonrisa contagiosa y personalidad admirable, enérgica sin igual, su cabello es naranja rizado, teñido pero hermoso, combina con su piel blanca y ojos celestes, parece natural. Mi padre por otro lado, es más escéptico respecto a las definiciones y su lugar en el mundo, muestra sus canas con orgullo escondidas en su cabello negro, él es simple, nada rebuscado, es excelente. Se complementan el uno al otro. Julio es sociable, hace teatro y tiene amigos con facilidad, lo envidio, pudo conseguir eso, supongo que es una especie de don. Aquí es donde empezaré a decir algunos de mis problemas. 

 

Desde pequeña he sido reservada, al extremo, no me acerco a hablar con nadie y tampoco soy de contestar si alguien lo hace conmigo, no sé porqué, no quiero serlo, pero no tengo una razón clara. Mis padres dijeron que antes de los seis años no era así, que tenía muchos amigos y era como mi hermano. Pero algo un día cambió y no saben por qué, yo tampoco. Fui a terapia desde entonces pero no hubo cambios. A los once años me harté y no volví a ese consultorio donde la psicóloga me hacía sentir anormal, siempre hostigando y reprochando por mi personalidad. Terminaba llorando al concluir las sesiones, y después de tantos años no hubo progreso, fue en vano.

 

En la escuela no me maltrataban. Desde que empecé a los siete, mis compañeros intentaron integrarme, pero un día se rindieron, desde entonces me ignoran, no me molesta realmente. Los profesores se preocuparon y por mí, me trataban demasiado bien y sacaba buenas calificaciones. Pero no lograron que socialice. 

 

Mis padres estaban un poco tristes por mi culpa. Ellos son estupendos, no piensen que sus acciones hacia mí eran malas, todo lo contrario. Pero yo pasé cada semana encerrada en casa, jugando videojuegos, leyendo y realizando tareas domésticas. Jamás fui a una fiesta, a un gimnasio, taller o reunión, como una cuarentena eterna por gusto. 

 

Imaginaba el mundo dentro de la ventana que me separaba de este. Mi universo lo podía recrearlo sin conocerlo gracias a novelas de ciencia ficción y fantasía. Conocía poco de mi ciudad. Incluso cuando me invitaban a algún lugar, los rechazaba negando con la cabeza. Mi hermano habló conmigo varias veces sobre el tema pero, ni siquiera yo sabía qué me pasaba. Cuando la gente se me acerca mucho me pongo nerviosa y me dan ganas de vomitar, no permito que pasen de mi burbuja individual y menos que me rocen, odio el contacto físico. Puedo caminar mil cuadras para no tomar un transporte público así no viajo apretada o con personas, así no abro la boca para decir a donde voy. Me pone nerviosa que me miren, y cuando escucho la respiración de alguien cerca, me duele la cabeza. Soy rara, lloré muchas veces pero llegó el día en que lo acepté. Veía a las demás salir con amigas y me imaginaba a mí haciéndolo. ¿Por qué no puedo ser normal?

 

A diario me preguntaba por qué estaba viviendo y eché un vistazo a mi vida. Un día normal a mi lado qué tan anormal sería, así que te contaré, pero no empezaré con un día cualquiera, sino por el mejor día de mi vida, el día que la conocí a ella.

 

Cuando tenía doce, a fin de año ya estaba entrando en la pubertad. Encerrada en mi cuarto me probaba diferentes estilos de ropa y peinados, un desfile para mí misma. Es una lástima que mi ropa bonita nadie además de mi familia las vea, oh, no es verdad, tengo redes sociales. En ellas subo fotos que me tomo en casa, mis compañeros de la escuela me siguen e incluso algunos amigos de mi hermano pero como ya les dije, no interactúo.

Esa mañana mientras cepillaba mi largo cabello negro, pensaba en Benjamín, un chico del curso vecino que siempre intenta hablarme en persona pero yo no le contesto y lo evit. Soy una maldita lunática, por favor internenme en algún momento así se deshacen de mí, ¡Ja! Eso jamás pasó. Cepillando mi flequillo recto, sentí las cerdas del tocar mi frente y recordé las veces que hablé con Benjamín vía mensaje por nuestros perfiles, ahí sí, hablamos mucho. Es un chico lindo y amable, es justo mi tipo, pero, esta fuerza que me detiene es más grande, por lo que prefería perderlo a hablar con él.




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