La escuela es grande, tiene tres pisos y un patio extenso. Yo estoy en un aula de la planta baja, solo subimos al tercer piso cuando vamos al laboratorio, ese día nos tocó ir. Formaron grupos y yo me fui a una mesa individual. Hace poco las chicas de mi salón empezaron a hablar mal de mí a mis espaldas, en clase me observaban de reojo y se reían. Me hacían sentir triste, esa era una de las razones por las que empecé a recalcular mi existencia. Dejaron de ignorarme para hostigarme, habladurías, pero ese día fue intenso y lo hicieron sin darme un respiro.
Jamás he participado en clase, los profesores me conocían. Dejaron de decir mi nombre al pasar lista, dejaron de pedirme leer en clase, dejaron de mirarme; soy un fantasma, una muda. A veces olvido como es mi voz, una vez pasé un mes y medio sin hablar. No me importaba pero ahora, quería que me vieran por lo que soy y no por lo que aparento. Quise llorar, pero ey, jamás he llorado en público, ni frente a mi familia. Creen que jamás lo hago pero es porque no me escuchan todas las noches llorando en mi habitación, odiando este ser humano que soy.
En los recreos tomo un jugo extraño que a casi nadie le gusta, en realidad nunca vi a nadie a demás de mí tomarlo. Me siento en el suelo y observo a todos, quiero ser como ellos.
Mi hermano también era introvertido cuando niño, un psicólogo le recomendó ir a teatro y le sirvió. Conmigo no hicieron eso porque papá no quería tener otro hijo teatrero, eso dijo. Me daba igual, mi verdadero amor es la música, pero no quisieron comprarme ningún instrumento, al contrario, no querían que escuche rock como Julio, querían que solo escuche música clásica y ópera, eso hacía, y me gustaba pero estaba incompleta. No entiendo, ¿por qué querían que sea como Julio pero no me dejaban hacer las mismas cosas que él?
Cuando llegó la clase de gimnasia en la última hora, la escena era siempre la misma. Yo me quedaba en un rincón viendo cómo todos practicaban y jugaban, pero yo, la estatua Abril, miraba el cielo de la tarde cuando todavía no se tiñe en el arrebol, era celeste. Ese día yo estaba meditando bastante para evadir la realidad, sentía la necesidad tremenda de conseguir una almohada y llorar, de ser alguien más, dejar de sentirme rara, pero me hicieron explotar.
Los alumnos del curso vecino practicaban con nosotros en el patio. Cuando estaban corriendo alrededor de la cancha, entró a escena, Vanina. Una chica de mi salón, que es bella pero a mi parecer, normal, nada fuera de este mundo; belleza terrestre a pesar de que se cree espacial, su cabello castaño es lo más destacable, admito que tiene bucles encantadores, solía ser amistosa pero cambió. Se estaba acercando a su mochila que estaba cerca de mí y justo me saludó Benjamín, tan resplandeciente como siempre, sonreí y le devolví el saludo con la mano. Desearía poder hablarle pero era un sueño en ese entonces. Vanina vio esto y se acercó a hablarme. Yo estaba feliz, gracias a la sonrisa de él me despedí un momento de mis problemas emocionales, pero ella lo destrozó cuando abrió la boca con su tono sarcástico.
—Vaya, veo que después de todo las chicas como tú tienen suerte —la miré sin contestar—. No te hagas la mosquita muerta conmigo, ¿crees que no conozco tu jueguito? Sé a la perfección cómo son las de tu tipo. Haciéndote la inocente para atraer a los chicos, y lo consigues, eso es lo peor.
—Basta, Vanina —se sorprendió al oír mi voz, seguro era más gruesa de lo que pensaba—. No te hice nada, por favor, no me molestes.
—¿Esa es tu voz? ¡Dios mío! Es más fea de lo que creí —ay, no; pensé dentro mío. Yo solo quería que parara, no me di cuenta que hablé, no era mi intención, me miró como si fuera un águila y yo un ratón, y así me sentía. Necesitaba dejar de acomplejarme pero era imposible—. Déjame decirte algo obvio, que una rareza como tú no entiende. Ese chico, es un deleite, y tú, eres caca podrida, una discapacitada, ningún chico te va a querer en serio, ¿y sabes por qué? —rogaba que pare, le creí cada palabra, lo tomé en serio, es como si ella tomara mis piezas para armarse a sí misma—. Porque se rumorea que eres una puta, que te gusta chuparla bien hasta el fondo y esa facha de princesita creída es para ocultarlo. Te quieren coger, rareza, nadie te va a querer para salir contigo, y nunca vas a tener amigas, porque las mujeres olemos a las zorras como tú a kilómetros. Fíjate, mira.
Sentí mis lágrimas brotar pero no cayeron, no quería mostrarlas. Pero al ver que Vanina se acercó a Benjamín por detrás y al tocar su hombro lo besó, me sentí derrotada. Él le siguió el beso y la tomó por la cintura. Lejos de ver esa escena emocionadas, las chicas del salón me miraron a mí y se rieron mientras me señalaban, ¿soy tan obvia? No puede ser, todos sabían que ese chico me gustaba. Quiero ser normal, quiero ser normal, quiero que me vean normal, quiero sentirme normal.
Sujeté con fuerza mi mochila y corrí. No me vieron pero estaba llorando, se lo habrán imaginado de todos modos. Salí del instituto olvidando que debía volver a casa con mi hermano. No me importaba. Corriendo por las calles, me percaté de que aunque estaba llorando, nadie me miraba. Me quebré frente a todos pero la imagen que tenían de mí les impidió verlo. No les importó entrometerse.