Jamie Truman: Historia de un asesino

Capítulo 10: Yuri Nóvikov, la verdad

11/02/1999 Sesión: 8
 


Esa tarde, Jamie ingresó al consultorio de Alex centrando la visión en la pared izquierda y se recostó en el diván sin cruzar la mirada con él.

—¿Cómo estás, Jamie? —Le preguntó Alex, ya de manera habitual.

—Bien, doctor. Un poco cansado. Pero nada que sea considerable.

—¿Te está costando conciliar el sueño? Si es el caso, puedo pedirle a Betty que te dé algo para ayudarte.

—No, Alex. Aunque me sobren razones, aún no quiero morir.

—¿A qué te refieres, Jamie?

—Digo que le diré la verdad. Hace algún tiempo que pienso en decírselo, pero, Alex, no quisiera que lo descubra nadie en este mundo, nadie excepto usted. Ya es una carga muy pesada para mí solo. Por otra parte, déjeme adelantarle que cuando vuelva a hablar con Ed, él tendrá algo importante que decirle. ¿Sabe? Días atrás él vino a verme y digamos que me ‘agradeció’ por lo que haré muy pronto. Supongo que estaba esperando que yo le diera la información a usted así como así, pero le tocó descubrir que no será nada parecido. Aunque se negó de principio, debió terminar por aceptar mi única condición. Supongo que me gustan los juegos de poder y sé muy bien cómo deben de jugarse.

—¿Cuál condición, Jamie, qué me dirá Cross?

—De eso no puedo hablarle, pero sí puedo decirle la verdad. La razón por la que en un principio le mentí, Alex. Mi razón de conservar un poco más mi secreto. —Jamie miró el techo, como si buscara las palabras justas—. Seguramente ya sabe o sospecha que no hay tal conspiración y tampoco debería haber ningún misterio respecto a la muerte de Yuri. En realidad, él estuvo aquí cerca de un mes. Tiempo que debido a lo mal que se encontraba, fue suficiente para volvernos muy buenos amigos. Fue por eso que yo lo ayudé a morir.

—¿Qué? —Alex obviamente fue sorprendido por tal confesión, por lo que sin darse cuenta interrumpió a su paciente. Jamie solo lo miró de reojo y se preparó para continuar.

—Apenas verlo la primera vez, supe que él estaba sufriendo, que era demasiado débil para este lugar y para el mundo en general. Supe que solo dormir para siempre podía liberarlo y lo hice posible para él. Entenderá que no se precisa una temporada demasiado extensa aquí dentro para aprender muy bien la manera en que funcionan las cosas. Todo es bastante rudimentario y yo sabía lo que usted me acaba de ofrecer. A los pacientes que no pueden dormir, les dan una pastilla para ayudarlos a hacerlo. Le expliqué a Yuri cómo engañar a las enfermeras. Cómo esconder la pastilla bajo su lengua, donde tratándose de este lugar, siempre había demasiada prisa para revisar. Entonces, cuando fingiendo ambos problemas para dormir logramos conseguir suficientes, le dije que debía tomarlas todas juntas y así lo hizo. Verá, Alex, él tenía tanta prisa por escapar del mundo, que lo más difícil fue convencerlo de esperar a una noche en que Mark estuviera de guardia. Yo sabía bien que podría manipular el primitivo cerebro de mi guardia con facilidad y tuve razón. Solo hizo falta prometer que si me ayudaba haría lo que él quisiera para tenerlo a mis órdenes. Esa noche, la que acordamos, cuando tomé la muñeca de Yuri, supe que él había obedecido, no había pulso. Estaba muerto y al fin había podido hallar su ansiada paz, al menos eso elijo creer. Luego Mark me ayudó a suspender el cuerpo con una sábana en la ventana, simulando el suicidio y el resto de la historia ya la conoce.

—Jamie, ¿entiendes que estás confesando otro crimen?

—¿Y usted entiende que de saberlo ellos hay muy poco que puedan hacerme? Pronto entenderá que la única posibilidad en represalias es en realidad: ninguna. Cuando se salgan con la suya, ya no habrá nada que puedan quitarme. Ahora mismo dudo que lo haya. Y está bien que así sea. El hurto de mis derechos y la quita obligada de mi voluntad, solo me llenan de paz. Es una situación cómoda porque ya no hay nada más que yo pueda hacer, solo observar y esperar.

—¿Cómo es posible que hayas decidido sobre la vida de otra persona? —Le recriminó.

—Porque alguien tenía que hacerlo, tan simple como eso —respondió el muchacho en completa calma, sin el menor vestigio de culpa.

Alex no insistió. Sabía que Jamie creía tener la razón y nada ni nadie lo haría cambiar de opinión.

—¿Qué significa: «¿Cuando se salgan con la suya ya no habrá nada que puedan hacerme?» ¿Es otra de tus mentiras?

—Antes de responder a eso... Créame que usted me adjudica la culpa porque no conoció a Yuri. Y no. No estoy tratando de contar otra mentira, lo que digo es muy real. Descuide, ya pronto tendrá su confirmación cuando pueda ver su regocijo al pronunciar esas palabras. Mi buen amigo, Ed. Si tan solo un Dios me hubiera dado un padre como él. Yo podría haber sido un cirujano exitoso, trasplantado un corazón y hecho a la idea de que ese mismo Dios recibiera el mérito con el agradecimiento por mi labor, pero no... Porque Él no existe o insiste en hallar el mejor escondite donde cada vez menos personas lo pueden hallar, la misma oscuridad debía ser mi guía. ¿Lo ve? —Jamie sonrió, casi impresionado de su propia honestidad—. Usted tenía razón. Parece que sí soy ateo, pero no lo soy por una decisión consciente o caprichosa, lo soy porque para mí no existió tal cosa como la oportunidad de elegir. Mientras otros eligen seguir los pasos del que adoptan su salvador, yo no tuve la menor prueba de que existiera uno para mí. Entonces, ¿cómo podía mi ser aferrarse a un acto de fe solo por hacerlo? Todo esto parece demasiado irónico. Justo por cómo ahora ya no parezco tan distinto de mi padre. Supongo que la única diferencia es que él negaba la realidad y yo la ficción.

—Me cuesta creer lo que dices —reflexionó Alex, tratando de ordenar sus propias ideas—. ¿Puedes comprender que el propósito de este lugar es que puedan recibir tratamiento, ayudarlos a superar sus impedimentos para seguir viviendo?

—Yo lo entiendo a la perfección, los que no lo entienden son los ‘normales’. ¿Entiende usted que a veces los propósitos no son más que buenos pensamientos, un deseo irrealizable que puede volverse su misma némesis como verdaderos despropósitos? No voy a sentir culpa por nada de lo que hice. Le diré la verdad y ya verá usted qué hace con ella. —Jamie suspiró de nuevo mientras, sosteniendo su silencio ininterrumpido, elegía sus próximas palabras—. Yuri estaba superado por su tormento, su pesadilla permanente. Esa que había alcanzado su potencial absoluto, que había roto la barrera del sueño y lo alcanzaba a pleno día. Bastaba con verlo en el comedor o cualquier otro lugar rodeado por sus fantasmas. Una sombra que le resultaba extraña, un ruido más fuerte que los habituales o los gritos de otro paciente, todo era suficiente para disparar sus brotes psicóticos. Yuri era un esquizofrénico en toda ley. Se ponía irritable y tenso con frecuencia. No se podía concentrar en nada demasiado tiempo y cada vez le costaba más conciliar el sueño. ¿Qué se supone que hiciese yo, negar esa poderosa señal, negarme a ver que esa era su salida? Además, como le dije, él no podía dejar de escrutar constantemente su alrededor. Escuchaba y veía cosas inexistentes. Yuri estaba aislado a voluntad de todos menos de mí. Él no tardó en dejar de mostrar sus emociones, si es que todavía las tenía. Y hablaba constantemente de absurdos: «¿Viste las sombras?», solía preguntarme, pero no había nada que pudiera justificar el terror de sus ojos por los lugares que se quedaba estático mirando. Yo sabía que ese era el comienzo para su discurso de puras incoherencias en un inglés muy básico, algo que pronto ya no era ni eso. Mientras peor se ponía, más hablaba en su lengua. Él decía y repetía algo como: «Añi pishtiza moi».



#8270 en Thriller
#4712 en Misterio
#3227 en Suspenso

En el texto hay: asesinos

Editado: 29.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.