Jamie Truman: Historia de un asesino

Capítulo 18: El recolector

08/03/1.999 Sesión 14:
 


—El día 7, del mes 10 y el año 1.997, a las 19:47, escuché como mi padre azotó la puerta superior del refrigerador. Habían pasado más de cuatro años desde la muerte de mi madre y apenas unos días después de conseguir el tercer par de dedos y ojos para mi obra. ¿Sabe, Alex? Nunca mencionó el tema en los casi tres meses que pasaron hasta que lo maté, pero yo siempre supe que aquella vez había sido una confirmación para él. Jamás dudé de que estuvo al tanto desde las primeras partes que guardé en el congelador y que mi padre no hacía más que averiguar cuánto había crecido mi colección. Supongo que aquella vez pensó que yo no estaba en la casa, aunque tampoco le interesó asegurarse de que así fuera. La cuestión es que poco después salió para volver entrada la madrugada e ir directo a su habitación. A partir de esa noche, comenzó a dormir con el cerrojo de su puerta puesto. Sí, ya sé. Pensará lo que le estoy diciendo como algo más salido de la nada, pero déjeme decirle que se equivoca.

Esa tarde Jamie se había parado frente a la ventana ni bien entrar al lugar. Apenas si le había concedido un saludo gestual a su psiquiatra. El día estaba gris. Entre la mezcla del color plata y el blanco insípido, y se veía igual a una sábana arrugada que parecía extenderse más allá del horizonte visible. Sin final.

Alex, además de estar seguro sobre la extraordinaria memoria de su paciente, se convenció de que lejos de una conversación distendida, Jamie, dispuesto a hablarle con la honestidad más brutal que le fuera posible, no le dejaría más opción que actuar en consecuencia. Por el motivo que fuera, porque esa terapia de exposición a los puntos más oscuros del muchacho, estaba dando resultados o, simplemente, porque Jamie estaba cansado del silencio, supo que quisiera o no, el chico le daría otra pieza importante del rompecabezas.

»Él tenía miedo... El mismo Lucifer hecho persona estaba asustado. —Jamie le sonrió a su propio reflejo. Le agradaba ese al que veía  entonces. Él no tenía miedo de su propia esencia—. Yo sabía que era así por el mismo motivo que yo pude hablarle a usted del evento con hora, día, mes y año. ¿Todavía tiene presente que le dije recordaba cada día a la perfección? Bueno, eso también es así para todo lo demás. Como le dije, esa es una habilidad que me enseñó mi madre, pero, además de leer silencios y encontrar partículas de verdad en una enredadera de mentiras, descubrí mi memoria fotográfica. Puede estar seguro de que si hiciera una apuesta conmigo respecto a eso, usted perdería. Por más pequeño que sea el objeto, yo sabré si fue movido desde la última vez que estuve en el lugar, como el reloj que desapareció de su escritorio.

Alex permanecía en silencio. Estaba más interesado en ver dónde llegaría él con todo eso, que en interrumpir con alguna pregunta.

»Algo más que salió de la nada, ¿cierto? Pues no. Si lo piensa así se estaría equivocando todavía más. —Jamie giró a verlo—. ¿Sería tan amable de darme un vaso de agua? Siento la boca seca —concluyó, imitando el jadeo de un perro sediento a modo de broma antes de encaminarse al diván.

—Claro, Jamie. —Alex volteó hacia el escritorio y tomó el teléfono, llamando a Betty.

—Doctor, ¿qué se le ofrece? —Betty sonó algo agitada, tratando de controlar su respiración.

—Betty, necesito una jarra de agua y un vaso... Un vaso de plástico. —Alex miró a su paciente y éste sonrió mirando el techo—. Es para Jamie.

«¡No es justo, hace diez años que trabajo aquí!» Se oyó lejana a través del teléfono la voz de un hombre quejándose.

—Claro, doctor. Enseguida se lo llevaré.

—Gracias, Betty. —Alex término la llamada sin prestar demasiada atención ni preguntando por lo que había oído. Después de todo, podía ser solo un paciente delirante que se había salido de control—. El agua viene en camino. —Le dijo a Jamie.

Él no le respondió. Apenas movía su cabeza en negación, permaneciendo sonriente en la visión del techo. Alex, testigo de la reacción, insistió.

»¿Estás bien, Jamie?

—¿Importa realmente lo que pueda responder?

—¿Disculpa?

—Es claro que decirle: ‘estoy bien’, no serviría de mucho. Para usted no significaría nada porque no lo creería. Sería solo un gasto innecesario de palabras y energía.

—¿Por qué lo dices?

—El hecho de que deba especificar que necesita un vaso plástico porque es para mí, no me deja mucho más que decir. Es claro como el agua que traerán, que usted no confía en mí. Dígame, Alex, ¿qué es? ¿Cree que si es de vidrio podré romperlo e intentar hacerme daño con los restos antes de que me lo pueda quitar o es que piensa que los usaría para atacarlo?

—Jamie... ¿No crees que podrías estar exagerando un poco por un simple vaso?

—¡No es el vaso, es lo que significa!

—¿Y qué significa? Intento entender, pero no lo haces fácil.

—Significa que todas las verdades que le he dicho en este tiempo, para usted si no son mentiras, son relativas. ¿Lo ve? No hay diferencia.

—Mi trabajo consiste en ayudarte a estar mejor, Jamie y eso incluye que no te exponga a riesgos innecesarios.

—Ya se lo dije, Alex. Soy capaz de hallar partículas de verdad en una enredadera de mentiras. Lo sé, aunque después se lo expliqué, eso lo condicionó desde un principio. No debí mentirle sobre lo que le sucedió a Yuri. Ese vago intento de manipulación no nos dejará nunca.

—Jamie, eso no importa. Nunca lo creí. Sabía que estabas intentando algo, solo no estaba seguro de qué era eso.

Su paciente liberó la carcajada.

Los fracasados estuvieron bastante tiempo preguntando detalles sobre eso. Me creían paranoico, pero usted ni se molestó en volver a preguntar. No tengo dudas de que lo hice buscar información, pero allí terminó. Entonces supe que usted era diferente. Con esa sensatez suya de saber escuchar, no iba a ser un hueso fácil de roer. Aunque claro, eso tampoco significó que sabría comprender. ¿Sabe? Siempre creí que las personas hacían sus carreras y conseguían sus pretenciosos títulos universitarios, solo para alardear de eso e impartir juicios y opiniones que nadie les pidió, pero llegó usted a demostrar que algunos, quizás sí tienen vocación. Usted me hizo pensar que en el mundo, realmente hay personas dispuestas a ayudar a otros.



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En el texto hay: asesinos

Editado: 29.11.2020

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