Jamie Truman: Historia de un asesino

Capítulo 19: La espera

En la madrugada del día siguiente, Alex despertó bañado en sudor frío. La misma pesadilla que lo atormentada hace tanto, lo había visitado una vez más y todo parecía indicar que no iría a ninguna parte. Se cubrió los ojos con las manos y respiró por la boca tratando de calmar su agitación. El oxígeno parecía no alcanzar, porque aún despierto, creía todavía poder escuchar aquellas voces.

Minutos después salió de su cama y entró al baño, que tenía la puerta enfrentada a la de su habitación, la única allí. Abrió el grifo de agua fría y se miró al espejo seguro de que quizás nunca podría abandonar la culpa. Se lavó el rostro con repetidas y abundantes descargas de agua. Luego se secó y se asomó a la puerta, quedando a su derecha el breve pasillo que llevaba al resto del lugar. Caminó y se quedó al final del pasadizo, desde donde, gracias al concepto abierto de su apartamento de alquiler, podía ver todo. A unos metros y a su izquierda estaba la puerta, a la izquierda de esta, la cocina, en dirección al centro estaba el comedor y a la derecha, la pequeña sala de estar con un ventanal fijo sin cortinas, que no daba a ningún balcón. Solo parecía estar allí con el propósito de iluminación natural.

En ese momento, gracias al alumbrado público, podía ver en tono dorado casi todo allí con precisión, pero aún así encendió la luz. Se sentó a la mesa y se pasó la mano por encima de su cabello corto. Estaba inquieto, pensando en demasiadas cosas nada deseables para él.

Incluso pensó en llamar a su amigo Francis, pero tomó en cuenta que él ya era un padre de familia repleto de obligaciones. Uno que solo aceptaría ser molestado en un horario tal ante la urgencia con alguno de sus pacientes. No había razón para hacer sonar su teléfono y despertarlo tanto a él como a su preocupación. Además, estaba consciente de que Francis no tendría problema alguno tratándose de él, pero podría creer conocer el motivo de su llamado, la causa de que Smith estuviera despierto a esa hora y pensaría que querría hablar de eso. Sería así que su recomendación no tardaría en llegar y eso era algo que Alex no quería escuchar.

No sería la primera ni última vez que le dijera, restando toda la importancia del suceso, que solo fue un descuido, un accidente y aunque así también lo habían entendido todos, incluida la justicia, Alex no era parte de aquella conjetura.

Smith bajó su cabeza y la sujetó por detrás con ambas manos, quedando suspendida entre sus brazos. La culpa regresaba dispuesta a destruir lo poco de sí mismo que había logrado estabilizar. Abrió los ojos y miró alrededor, no había un solo objeto sucio en la cocina, todos los libros estaban en su lugar dentro de la pequeña biblioteca tras el sofá de la sala y ni siquiera había una silla fuera de lugar que pudiera acomodar. Ya no quedaban posibles distracciones, hasta que lo vio. En la contenida mesa auxiliar frente al sofá, estaba su grabadora de bolsillo junto a un cuaderno y el bolígrafo que usaba para tomar notas. Al volver de la sesión no había mucho más que pudiera hacer y así con más tranquilidad, solía escuchar los audios buscando pistas que podría haber pasado por alto.

Al menos eso era mejor que pensar.

Se levantó de su asiento y se ubicó en el sofá, tomó la grabadora, pero no la activó. En su lugar, apoyó la espalda en el asiento y se quedó mirando la televisión apagada frente a él. Aunque intentó evitarlo, su mente volvió demasiado vívidos los recuerdos. Ya no había opción de escape.

———————
 


 

11/11/1.997
Los Ángeles.
 


 


 


 

—¿Seguiremos así mucho tiempo más?
 


Le preguntó su entonces prometida. Alex llevaba más de un mes encerrado en el que fue su departamento. Él solo salía a comparecer cada vez que la justicia así lo precisaba y ella ya comenzaba a exteriorizar su molestia. Estaban a tres semanas para la fecha de la boda y él se negaba a abandonar el hogar.

»Ya no sé qué decir a los vecinos. Ellos preguntan por ti, no entienden por qué me ven sola todo el tiempo —insistió.

Alex estaba junto a la ventana de la habitación, mirando al exterior entre cortinas casi cerradas.

—¿Qué tal si les dices la verdad? —La cuestionó sin mirar.

—¿De qué verdad estás hablando? Ya lo dijo el abogado, ahora solo serán trámites, papeleo y circo. No tendrás cargos.

—No de su parte.

Su prometida se sintió todavía más molesta. Levantó y volvió a apoyar su pie derecho en el piso con un leve golpe. Alex la miró por el ramillete del ojo. Ella estaba con su cabeza abajo, su brazo derecho recto y descendente, mientras su mano izquierda sujetaba el codo del primero. Para él fue muy claro.

»Estuve pensando y caí en cuenta de algunas cosas sobre esto que tú llamas amor.

Ella alzó su vista angustiada, eso había sido una declaración de lo que sucedería y sus labios temblaron en la mezcla de pena y rabia.

—¡¿Qué quieres decir con eso?! —rugió.

Debido a lo sucedido, Alex había tenido mucho tiempo y un mayor enfoque para pensar en su propia vida, en la relación que tenía con Sarah (su prometida) y no pudo recordar cuáles de las decisiones de pareja, incluida mudarse a Los Ángeles para estar cerca de los padres de ella, había tomado él. Se descubrió entonces, como un ser inerte que solo era guiado, casi empujado por anhelos ajenos. Lo cual le hizo replantearse el vínculo.

—Lo que estoy diciendo, es que tú les dijiste a todos que oficialmente éramos pareja, luego cuando te pareció propicio, hiciste el anuncio de nuestro compromiso, así fue también con la fecha de la boda y con la decisión de venir aquí, junto a tus padres.

—¿Por qué me dices estas cosas ahora?

—Quizás porque antes estuve muy ocupado y, ahora que pude analizarlo con más detenimiento, me queda bastante claro con quién voy a casarme.



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En el texto hay: asesinos

Editado: 29.11.2020

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