Jamie Truman: Historia de un asesino

Capítulo 22: La selección de los 3

17/03/1.999
Sesión 17:
 


—Espero que esté listo, Alex. —Jamie se dirigió al diván y se acomodó en él—. Hoy le contaré algo importante.

—Cuando tú dispongas —respondió Smith, al encender la grabadora.

—Primero que nada, ¿cómo está mi Alex?

Smith sonrió.

—Está muy bien, es limpio y silencioso como dijiste, aunque a veces creo que algo anda mal con ese gato. Duerme demasiado y cuando no está dormido, corre por el lugar cazando cortinas o cualquier cosa que esté a su alcance.

—Debí explicarle el ciclo de los felinos. Ellos duermen tanto como nosotros. La diferencia es que están más activos, con explosiones de energía al alba y al atardecer. Es en medio que recuperan las horas de sueño faltantes.

—Dímelo a mí. Ayer se sentó a maullar en el umbral de la puerta de mi habitación a las cinco de la madrugada. Fue hasta que le dí comida que me dejó volver a dormir un poco más.

—Se siente bien, ¿verdad?

—¿Qué, Jamie?

—Ser el mundo de alguien más. Saber que Alex no sabría qué hacer si usted no cuida de él.

—Es un regalo del cielo. Sobre todo a esas horas. —Ironizó Alex.

—Créame, cuando llegue a tomarle cariño no se podrá imaginar un día sin él y entonces me lo agradecerá. Yo sé lo que le digo, sé lo que es ser el animal solo en medio de la tormenta. Como le conté, mi única posibilidad de cuidado y amor, era mi madre, y cuando ella se fue, me sentí solo en medio de la multitud. Ya no había ninguna red de protección ni volvería a escuchar una palabra de aliento o a recibir una muestra de afecto. Lo que no sé es lo que sucedió con la mujer que significó eso para usted y no lo niegue, reconozco a alguien en mi misma posición cuando lo veo. ¿Sabe, Alex? Ahora puede estar tranquilo; eso cambió y ahora cada vez que salga de casa, sabrá que él estará esperando su regreso.

—¿Por eso me lo has dado, Jamie? ¿No querías que yo estuviera solo?

—En parte... Lo ideal para mí sería saber que Alicia o alguien más, ocupará un lugar importante en su vida, pero si lo conozco suficiente, puedo saber que aún no volvió a hablar con ella.

Alex apagó la grabadora y retrocedió la cinta.

»Está bien, entiendo. Puede volver a grabar encima de nuestra conversación sin sentido, no volveré a insistir con eso.

Smith obedeció y reanudó la grabación.

»Necio como siempre. Dígame, Alex, ¿le gustaría saber sobre los tres?

—Antes quisiera saber quiénes son los tres, Jamie.

—Los tres hombres que maté antes que a mi padre.

—Bien, si quieres hablar sobre ellos, estoy dispuesto a escuchar.

—Son importantes, Alex. No busco hacerlo perder su tiempo, pero sin ellos no podrá entenderlo.

—Por favor. —Alex práctico un ademán que lo invitaba a continuar.

—Debe saber que no fueron solo esos tres hombres en mi vida, sino muchos más. Muchos candidatos en nueve meses para elegir solo a tres.

—¿Elegir?

—Sí. ¿Creía que anduve por las calles buscando hombres para matar sin ninguna razón?

—Creía que tu única razón era tu obra. Como tú la has denominado.

—No. Mi obra es el resultado de la elección. La clave fundamental del mensaje, pero algunas personas prefieren que no todas las verdades vean la luz. No se preocupe, también le hablaré sobre la culpa de los inocentes, aunque no será hoy.

—Reconozco que estoy intrigado, Jamie. Me pregunto, ¿qué hace que un hombre califique para morir?

—Se lo diré, pero antes necesito que haga algo por mí. —Jamie acompañó su mirada hacia Alex con una sonrisa desafiante.

—Lo que necesites.

El muchacho se incorporó en el diván para quedar enfrentado a Smith. Su ojos lo analizaron mientras su sonrisa seguía fija. Alex supo que estaría a segundos de recibir una provocación de su parte, pero no se preocupó más que por prestar atención. Sabía que ese próximo juego traería respuestas.

—¿Sabe, Alex? Hace tanto tiempo que no recibo un golpe que, a decir verdad, un poco lo extraño. ¿Sería tan amable de darme al menos, una bofetada en el rostro?

—¿Disculpa?

Alex se había quedado sin palabras. No podía entender de qué iba el juego de su paciente, viéndolo con aquella sonrisa perversa fija en los labios.

—Ya sabe, golpear mi rostro. Es muy fácil —prosiguió Jamie, que comenzó a golpear su propio rostro a modo de demostración.

—¡Jamie, detente!

—¿Y qué hará si no lo hago, me dará una penitencia como a todo niño malo?

—No. Llamaré a Betty y le pediré que traiga un sedante para ti.

Jamie comenzó a reír eufórico antes de detener  su acción y dejar caer sus manos entre sus piernas. Luego volvió a mirar la ventana permaneciendo en sonrisa.

—No tiene que hacer eso —dijo al ponerse de pie y caminar hasta la ventana—. Usted fue quien quiso saber aquello que hace a un hombre calificar para morir.

—¿Qué tratas de decir?

—Le estoy explicando porqué ellos y no alguien como usted.

—¿Alguien como yo?

—Sí, Alex. La razón por la que ellos calificaron para morir fue por su incapacidad de decir no. Verá, yo sabía que usted no iba a golpearme así hubiera estado apuntando a su cabeza con un arma y también sé que eso, nada tiene que ver con su ética o su profesionalismo. Usted nunca podrá golpear a alguien, porque, a diferencia de ellos, al hacerlo sentiría culpa en lugar de placer.

Jamie giró a verlo, todavía sonriente, pero el gesto ahora se mostraba divertido.

»Lamento haberlo hecho pasar por este pésimo momento, pero si no lo hacía reconocer su rechazo visceral a mi demanda, ¿cómo le haría estar seguro de que mi técnica de selección fue a prueba de errores?

Alex creyó comprender, aunque no del todo.

—¿Lo mismo les pediste hacer a ellos?

—Sí. Al principio les pedía solo apretar mi cuello durante el coito, porque así: ‘gozaba más’. Con eso ninguno tuvo problemas. ¿Sabe? La presión que utilizó cada uno me iba diciendo cuál sería más apto. Luego les pedía golpearme y cosas por el estilo, subiendo la intensidad hasta que solo los más perturbados pidieron cumplir con mis demandas.



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En el texto hay: asesinos

Editado: 29.11.2020

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