Jamie Truman: Historia de un asesino

Capítulo 28: Adiós Alex

29/03/1999 Sesión 21: (Última).
 

—¿Cómo estás hoy, Jamie?

—Muy bien, Alex. Gracias por preguntar.

—Ni lo menciones —dijo Smith muy pendiente de lo distante que lucía su paciente—. Jamie, ¿por qué me cuesta creer que estés bien?

—Porque quisiera que apague la grabadora. Sin preguntas, solo hágalo.

Su psiquiatra se dejó persuadir por la sonrisa fingida que tanto le costaba sostener al muchacho y lo hizo.

—Ya está. ¿Qué sucede, Jamie?

—Se trata de Ed. Ayer hablamos y hoy lo despedirá.

Alex bajó la mirada, creía entender lo sucedido.

—Su acuerdo terminó —murmuró.

—Sí, así es, Alex. Esta será nuestra última sesión.

—No lo entiendo, Jamie. Habíamos avanzado tanto. —Se lamentó.

—Y se lo agradeceré por el resto de mi vida, pero es hora de dejarlo ir.

—¿Es hora de dejarme ir? —Su paciente, ya frente a la ventana, le daba la espalda—. ¿Qué significa eso?

—Que deberé resignar uno de mis deseos en lugar de otro. Descuide Alex, tendrá su cheque, más los bonos y la recomendación que le habían ofrecido. Es más, le exigí a Ed ser muy generoso con usted y le dará un año de salario como compensación.

—¿Exigirle, estuviste de acuerdo, Jamie?

—Fue bastante más que estar de acuerdo. Yo lo decidí.

Alex no podía dar crédito a lo oído. ¿Qué sentido tendría haber impedido que lo despidieran para poco después exigir que se hiciera?

—No te creo.

—¿Qué es eso que le cuesta tanto creer?

—Cross me dijo que no me despedía porque tú no querías. No puedo entender, ¿por qué cambiarías de opinión tan pronto? Me pediste que no me dejase amedrentar porque me necesitabas y ahora esto, ¿cuál es la lógica?

—Alex... No le de tantas vueltas al asunto. Ya cumplió su propósito. A decir verdad, incluso mejor de lo que esperaba en un principio.

—¿Mejor de lo que esperabas?

—Exactamente. Esperaba mucho menos. Por un momento creí que todo quedaría inconcluso, pero llegó usted a completar la pirámide.

—¿De qué hablas, Jamie?

—Ahora que está hecho no tiene ninguna importancia. Es algo que yo no había resuelto, pero usted lo hizo por mí. Solo espero que pueda ser razonable.

—Tantas veces pensé mal de ti. Sabía que de alguna manera me estabas engañando y hasta dudé de mí mismo cuando en realidad todo el tiempo estuve en lo cierto. —Se percató—. ¿Y si me niego a aceptarlo, qué sucedería si no quiero irme?

Jamie volteó a verlo. Su sonrisa se extendió soberbia acompañada de una cuota de frialdad.

—Justo como lo pensé. Verá, Alex, si usted no se va por las buenas, no dude que lo hará por las malas. Ed estaba esperando a que usted perdiera su condición de favorito y aunque no tengo forma de saber qué haría él, puedo saber que usted lo ofendió. Del mismo modo que sé, como se lo dije, que Ed es obsesivo de las formas. Si yo fuera usted, no me permitiría poner en duda que él sea capaz de lo peor. El director tiene fácil confundir lo que está bien con lo que es correcto. —Le advirtió.

—Cross o lo que pueda hacer me importa muy poco, Jamie. Quiero una razón. Quiero saber qué hice mal. Esto no puede ser gratuito.

—Esa es la cuestión, Alex. Usted no hizo nada mal, al contrario, su trabajo fue impecable. Distinto a lo que estaba acostumbrado, pero justo lo que necesitaba.

Smith se volvió reflexivo. ¿Qué significaba eso? Si lo había hecho tan bien, no había manera de pensar en una razón justa. Tal vez podía creer que podría ser por aquella queja que su paciente supo presentarle alguna vez: «Si hubiera sabido que era tan fácil deshacerse de usted… ». Le musitó la mente trabajando en paralelo, y sin recordar la exactitud de las palabras, pero sí del concepto. Sin embargo, le seguía resultando demasiado simple. Su paciente, sin dudas, debía referirse a su antes mencionado: as bajo la manga.

—¿Por qué no me dices la verdad, Jamie? Si debo irme al menos quisiera saber qué te da la seguridad de estar en lo cierto. Como mínimo necesito conocer cuál lugar se supone que ocupé.

—Su lugar fue el de la única pieza faltante, Alex. ¿Qué puedo decir? Él trabaja de maneras misteriosas —insinuó Jamie elevando la vista al cielo que Alex, siguiendo su gesto, también podría haber visto de no tener un techo sobre su cabeza.

—¿Él, te refieres a Dios?

—El mismo. ¿Sabe, Alex? Todo en mi cabeza estaba dispuesto como un rompecabezas, pero a pesar de creer que lo tenía completo, que la imagen era clara, fue una simple acción suya la que me demostró que eso no era tan así. Usted eliminó las posibles conjeturas y conclusiones equivocadas.

Su psiquiatra entendió muy pronto que había podía haber cometido un grave error. En su afán por regresar su paciente a la realidad, solo parecía haber conseguido hundirlo todavía más profundo en su verdadero delirio.

—No lo entiendo, Jamie.

—Lo hará cuando cada pieza caiga en su lugar definitivo e inamovible.

—¿Te imaginas cuánto voy a extrañar nuestras conversaciones, cuánto te extrañare a ti? —dijo Alex, cambiando totalmente el tema al entender que solo le quedaba algún día poder entender las acciones de su paciente. En ese momento, también había entendido que incluso poner la mayor resistencia no haría ninguna diferencia. Estaba decidido.

—No más que yo —respondió Jamie, dejando que su rostro bajase para encontrarse con su mano que subía con la tarea de limpiar una lágrima—. Odio las despedidas —dijo en rabia, con la propia censura.

—Y sin embargo las provocas —Alex habló con un tono que perdía la calma.

Era la primera vez que le decía algo de modo tan directo. Desde que lo había conocido, reguló cada comentario y pregunta que pudiera perturbar a su paciente, pero se sentía dolido e incluso, traicionado por él.

—Eso es bueno —exclamó Jamie liberando el aire contenido, con una sonrisa espontánea—. No volverá a pensar por nadie que no sea usted mismo.



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En el texto hay: asesinos

Editado: 29.11.2020

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