Aquella noche soñó con que alguien entraba en la habitación. Gente vestida con ropa de quirófano. Le pedían disculpas por haber irrumpido en su habitación en mitad de la noche, pero le pinchaban en el brazo y él caía profundamente anestesiado.
Se sentó en la cama, con un ligero dolor de cabeza. Se frotó las sienes, pero el dolor de cabeza persistía. Se levantó, cambió la pantalla como cada mañana y salió para ducharse. Las pocas personas que encontró allí salieron poco después de que entrara él, y pudo desnudarse sin vergüenza. Por supuesto ya había tenido que renunciar a su intimidad algunas veces, pero si podía, iba a alguna hora que no hubiera casi nadie, como en las horas de clase. Por tanto, aquel día debía ser más tarde de lo que creía.
Se metió debajo de la lluvia de agua caliente y empezó a relajarse, sin quitarse de encima el dolor de cabeza, y hasta pensó en...
—¡Rick!
El susodicho pegó un brinco y salió de la lluvia de agua para enjuagarse los ojos y ver quién violaba su intimidad. Allan.
—¿Te importa?—le preguntó Rick, enfadado—Me estoy duchando.
—No me interesa tu desnudez, descuida. Pero sí que me gustaría que me dijeras dónde estuviste ayer.
—¿Ayer? Nada tío, lo que hice la tarde en la biblioteca, buscando info sobre música, cené y me acosté. Tampoco es que mi vida de p1 esté cargada de glamour.
—Imposible.
—¿Por qué?—preguntó, regresando a la lluvia de agua. Sentía frío.
—Ayer no estuviste en ningún lado.
—Vale, tío.
—No fue ayer cuando estuvimos hablando en el comedor. Fue anteayer.
Rick lo miró, y de nuevo no vio nada más que franqueza y sincera preocupación en los ojos del chico.
—¿De verdad?
—Sí... ¡Joder!
Dicho eso, Allan salió del baño, enfadado.
Rick se quedó mirando por donde se había marchado el chico, sin entender su reacción. ¿Y si tal vez lo que creía haber soñado no había sido un sueño? Se miró el brazo donde supuestamente le habían inyectado el anestésico en su sueño. Tenía un diminuto pinchazo, pero era posible verlo más de veinticuatro horas después debido a que seguramente se había revuelto al pincharle, porque estaba seguido de un leve desgarro. Entonces, ¿debía pensar que habían hecho algo con él otra vez sin decirle nada?
Terminó en cuanto pudo de la ducha y salió. Se esperaba que fuera lo esperaría Allan, pero allí no había nadie. Volvió a sentir que le ardía la cara y pensó en ir directamente a hablar con el director, pero sabía que de nuevo no recibiría respuestas y a lo mejor hasta se jugaba que volvieran a medicarlo.
No volvió a ver a Allan hasta dos días después, cuando a la hora de la cena fue a sentarse con él, de nuevo a su lado.
—Creía que te habías marchado.
—No, Rick. En realidad no puedo irme sin ti. Pero estaba poniendo las cosas claras y por otro lado, no conviene que nos vean todo el tiempo juntos.
Rick asintió pero no dijo nada. Siguió comiendo.
—¿Cómo te encuentras?—le preguntó Allan.
—¿Cómo debería encontrarme?
—Tú sólo responde.
—Bien.
—Vale.
—¿Alguna novedad?
—Casi podrías aportar más novedades tú que yo. Yo sigo teniendo la misión de sacarte de aquí, y hasta hace pocas horas teníamos una oportunidad, pero se nos ha esfumado.
Rick lo miró con interés. Allan le devolvió la mirada.
—Tenemos gente por todo. Hay mucha gente que arriesga su vida por liberar a otros de aquí.
—Vaya...
—Y hoy teníamos una oportunidad en el camión de comida de la noche, pero al final han decidido hacer un control... Saben que a veces ayudan a gente a salir. No pueden prescindir del servicio pero lo mínimo que pueden hacer es vigilar regularmente para que no se den casos de fuga.
Rick volvió a su plato, cabizbajo.
—No quisiera que nadie resultara herido por ayudarme. Tal vez debería esperar a ver que quieren de mí y cuánto tiempo, y ver si...
—No. No puedes hacer eso.
—¿Por qué?
—Lo que quieren hacer contigo no se puede consentir. Hay que sacarte de aquí y cuando estés fuera llevarte a Pacific. Allí podremos probar una de tantas barbaridades que hacen aquí y mirar de mandar a freír monas a todos estos...
—¿Por qué aún no habéis podido hacerlo?
—Bueno, hay varios motivos—contestó Allan, encogiéndose de hombros—Hay gente que cuando sale de aquí no quiere denunciar, se conforman con no volver a pisar este sitio. Hay otras ocasiones en las que no se pueden probar las atrocidades que les han hecho... etc. Pero tú...
—Que sí, me lo dijiste, también soy p1 para vosotros, soy el gran chivato del siglo y debo ayudar.
—Más o menos—dijo Allan, riéndose.
A la mañana siguiente se despertó con un dolor muy molesto. Estaba a la altura de la herida que había tenido varias semanas antes y que ya apenas se veía. Se sentó en la cama con los ojos apretados, frotándose la zona. Estuvo así cerca de media hora y pensó en ir a la zona médica cuando de repente se le pasó y sólo sintió hambre.
Fue a echar un vistazo al baño y como había gente se marchó a desayunar. Pero primero volvió a por su aparato de música. Le apetecía tanto... Se marchó hasta el comedor con City Boy de Donkeyboy sonándole a todo volumen y se puso a bailar en el comedor. ¿Querían tenerle miedo al p1? Prefería que fuera porque creían que estaba loco que por cualquier otra cosa que sus mentes les dijeran. Hubo reacciones tan dispares como el grupo de chicas que se marchó meneando la cabeza. O la mesa de chicos que tenía a la derecha, que le hacía gestos amistosos. O la de más allá, que lo abucheaban para que parara. Hasta que se le acercó la cocinera.
—Márchate a comer, Anderson—le dijo con su bandeja en una mano y con la otra empujándolo hacia una de las mesas vacías.
De lejos vio a Allan que lo miraba con condescendencia, con una sonrisa mal disimulada. Rick le guiñó un ojo a la cocinera y se marchó a la mesa del chico con ella detrás.