Vivian se fue despertando gradualmente. Es decir, no se despertó de un sobresalto, sin embargo sabía, notaba en el cuerpo, que no había terminado de dormir. La había despertado un ruido...
—Club Tropicana, drinks are free... Fun and sunshine, there's enough for everyone. All that's missing is the sea. But don't worry, you can suntan!—cantaba Rick, que al parecer ya se había levantado y estaba bailando por la habitación—Castaways and Lovers meet. Then kiss in Tropicana's heat...
—¡¡Oh, cállate ya!!—le gritó Vivian con fastidio mal disimulado.
Vio por el rabillo del ojo que Rick dio un respingo, pero se quitó enseguida los auriculares, que dejaron oír un poco de música.
—¿Qué?
Vivian puso los ojos en blanco y se los tapó. El chico sólo tenía encendida la luz de la mesita de noche, pero le molestó en los ojos.
—Que te calles, Rick... ¿Qué hora es?
—Ya son las ocho, buenos días—dijo, animado.
—Que te jodan.
Como el chico no contestaba, se destapó un poco un ojo y lo miró. La estaba mirando con una ceja alzada y parecía estar diciendo: "¿en serio?" Recordó la conversación que habían tenido la noche anterior y volvió a taparse los ojos.
—Wham!?—le preguntó, la mar de contento, ofreciéndole los auriculares. La chica lo miró, apoyándose en los codos.
—¿Qué?
—Que si quieres escuchar Wham!
—Ah... no creo.
—Mmmm...—se quedó mirándola con una sonrisa socarrona y la música se paró sola. Llevaba ya un rato sin los auriculares puestos.
—¿Qué?—le volvió a preguntar, suspicaz.
—No me dirías lo mismo con Careless Whisper...
La chica terminó de sentarse en la cama, bostezó y se estiró bien.
—Como no sé de qué me hablas…
—Ya, es una lástima.
—¿Por qué?
—Pues... porque no tengo a nadie con quien hablar de música—dijo, encogiéndose de hombros.
Vivian vio que Rick dejaba el aparatito encima del pupitre, se quedó unos instantes quieto y luego corrió a la puerta, la abrió y se marchó corriendo sin cerrarla. Vivian suspiró, bajó y se asomó al pasillo, pero ya no vio al chico. Esperaba que encontrara el baño sin problema. Dejó la puerta entornada. Entonces vio el aparatito de música encima del pupitre y lo cogió. Seguía encendido y salía que la canción Club Tropicana de Wham! estaba casi a la mitad. Fue mirando aquí y allí y vio que la canción Careless Whisper que había dicho Rick estaba en la lista del mismo grupo, sin embargo ponía que el autor era un tal George Michael. Se encogió de hombros, se puso los auriculares y le dio a la canción para que se reprodujera. Nada más empezar la música del principio, Vivian enrojeció hasta la raíz. Era muy antigua, pero claramente sensual. No pudo evitar pensar en Rick...
—Dios, ahora tengo un hambre que me muero—oyó a su espalda.
Aquella vez el respingo lo dio ella y se arrancó los auriculares de golpe. Tiró todo encima del pupitre y evitó mirar a Rick.
—¿Estaba el baño vacío?
—Sí. Suerte que no está lejos.
—Bien—dijo asintiendo. Se puso unas zapatillas y salió al baño ella también.
Rick obvió el hecho de que había salido al pasillo en bragas y miró el aparato de música, que estaba reproduciendo Careless Whisper. Se llevó una mano a la boca para ocultar una sonrisa.
Con el paso de los días, ambos fueron conociéndose aún sin pretenderlo. Rick se fijó en que Vivian se sentía agobiada por estar en un lugar tan pequeño y cerrado. Vivian advirtió que el chico tenía pequeños episodios de nostalgia en los que no escuchaba música, ni decía ni hacía nada, simplemente se quedaba mirando al suelo con tristeza mal disimulada, pero luego, al cabo de un rato, volvía a la normalidad y mostraba una gran sonrisa, se ponía a cantar y a bailar y terminaba por tener hambre. Vivian tenía pequeñas manías, como querer algún que otro objeto en un sitio concreto, y que Rick no lo tocara, pero no por el hecho de no compartir, si no por la necesidad imperiosa de saber, por ejemplo, donde estaba el teléfono en todo momento, o su mejor pistola, y el cuchillo más afilado. Rick de verdad había empezado a practicar yoga, pero no parecía que fuera nuevo en ello, y desde luego ya tenía el cuerpo entrenado aunque fuera de algo que hubiera practicado hacía ciento cincuenta años. Vivian no estaba quieta ni cuando estaba quieta, y Rick pensaba que tal vez también le hubiera beneficiado el yoga. Rick se mordía las uñas de vez en cuando, pero parecía bastante consciente de que era un mal vicio, y se frenaba él solo. Rick pillaba a Vivian mirándolo de vez en cuando, y al no comprender porqué lo hacía, empezó a sentirse vigilado, y pensó que debía procurar poner buena cara constantemente, no fuera cosa que la chica se preocupara.
Y apenas hablaban. Después de la tirantez del primer día, Vivian prefirió no decir nada más. Rick tenía miedo de decir más cosas que pudieran dejarlo en evidencia, y por otro lado no dejaba de darle vueltas al hecho de que estaba veinticuatro horas encerrado en un cubo con una chica.
Hacía casi dos meses que estaban allí sin apenas salir cuando una mañana Vivian explotó.
—No puedo más, quiero salir—dijo, con la voz temblándole.
Rick abrió un ojo. Normalmente, la meditación era lo que más le costaba. Relajarse se podía relajar, pero meditar... Cada vez que conseguía algo cercano a eso, Vivian se movía, y no lo hacía delicadamente, o resoplaba por algo, o tiraba algo, o se tropezaba... Rick suspiró y abrió el otro ojo.
—No podemos—dijo con paciencia. Él también se sentía algo alicaído, pero a pesar de que iban cada día un ratito a la ventana del pasillo a que les diera el sol, estaba claro que no era suficiente.
—Oh, cállate y sigue buscando el nirvana—dijo, cabreada.
Rick la miró con los ojos muy abiertos.
—Mírala a la malhablada.
Vivian le sacó un dedo, pero luego pareció arrepentirse y se sentó con las piernas cruzadas a unos palmos de él. Clavó un codo en una rodilla y apoyó la cabeza en ese brazo, con dejadez.