Desde aquél día, no volvieron a hablar apenas nada, y eso le dolió a Vivian más de lo que quería mostrar. Seguía vigilando estrechamente a Rick, pero no quería molestarlo con más preguntas incómodas. De hecho, desde que habían tenido aquella conversación, se le veía más pensativo. Tal vez le daba vueltas a lo de su padre, y ella no sabía como podía, o si debía, distraerlo un poco.
Por otro lado, esperaba recibir pronto la llamada de Arnie para que fueran a la base. Creía estar volviéndose loca allí encerrada y le parecía estar empezando a hacer cosas extrañas. Miraba demasiado a Rick, con la única diferencia con respeto a semanas anteriores que él ya no se daba cuenta apenas y podía mirarlo con total libertad. El pequeño pero irrefrenable cambio físico que estaba sufriendo el chico, lejos de desagradarle, le resultaba extrañamente entrañable. Podía incluso llegar a entenderle cuando había decidido tener al bebé, pero, ¿por qué lo habría hecho realmente? ¿Estaba encariñado con ese bebé o sólo era una idea loca de complicarse la vida? ¿O incluso una forma de asegurarse que después de todo aquello, no estaría solo en Pacific City? Y si era aquello y Vivian lo pensaba fríamente, ¿qué mejor forma de no quedarse solo que tener un bebé? Todos esos pensamientos sobre el chico la tenían más abatida que de costumbre, pero también estaba lo que creía que era realmente una pérdida progresiva de la cordura. Como por ejemplo el hecho de disfrutar tanto cuando Rick había estado echado en su cama. Al margen de lo que acordaron al principio, lo cierto era que el chico pasaba más tiempo arriba que abajo, excepto para dormir, en lo que era muy respetuoso. Pero ella se veía totalmente incapaz de echarlo de su cama cuando se quedaba allí traspuesto después de comer o escuchando música. Y cuando ella se acostaba por la noche no podía evitar pegar la nariz a la almohada y aspirar el aroma de sus cabellos.
—Te estás volviendo completa y absurdamente loca—se decía—Hay que salir de aquí o tendré alucinaciones en breve.
Llevaban casi tres meses allí encerrados, cuando una tarde en la que Rick llevaba un buen rato echado en la cama de arriba escuchando música, se incorporó de un golpe. En aquel momento Vivian dio gracias de que el chico estuviese en su cama, porque de haber hecho eso en la suya se habría metido un cabezazo de campeonato.
Rick se arrancó los auriculares y los dejó a un lado. Se llevó ambas manos a la barriguita, ya más que evidente y Vivian se levantó, preocupada.
—¿Estás bien?—le preguntó, preocupada.
El chico sonrió y la miró.
—¡Se mueve!
La chica le devolvió la sonrisa sinceramente de forma automática. Eso debía de ser una sensación mágica, única, y se quedó mirándolo, pero al ver que había vuelto la vista al frente, atento a lo que pasaba en su interior, se le borró la sonrisa a Vivian. ¿Qué debía hacer ella? ¿Dejarle intimidad y salir de la habitación? ¿Ignorar la situación y dejarle espacio? ¿Subir y unirse a tocarle la barriguita a ver si ella también notaba algo? No. Ellos no eran nada tan complejo como para hacer eso último. Se volvió hacia el pupitre y volvió a sentarse en la silla. Oyó que el chico se reía, pero ahí quedó todo, ni él le pidió que subiera, ni ella quiso entrometerse en nada.
—¿Crees que habría que hablar con Kathy?—le preguntó unos minutos más tarde.
Ella lo miró de nuevo. ¿Qué debía decirle? Dos días antes Arnie la había llamado para decirle que era más que tiempo de hacerle una revisión a Rick, pero en aquellos momentos era imposible. Estaba todo demasiado vigilado y era inviable que fueran a la base.
—Emmm... Creo que Arnie me dijo que Kathy hacía días que quería hablar contigo por teléfono para saber como estás. Si me vuelve a llamar te pasaré con ella.
De nuevo el chico vio que le mentía, pero no borró la sonrisa de la cara y asintió.
Pero no fue hasta una semana más tarde que Arnie volvió a llamar con noticias. Le dijo a Vivian que no podían ir a la base, definitivamente. Pero Kathy quería ver de forma imperiosa a su paciente y habían decidido irse a un remolque abandonado que había en un extremo de la ciudad, que hacía tiempo los rebeldes habían adaptado a sus necesidades y era un pequeño laboratorio. Al estar algo alejado de la población, la discreción estaba prácticamente asegurada, al menos hasta aquel momento. Arnie le pidió que no le diera aquellos detalles al chico para no asustarlo en exceso y que le explicara que iba a ir a recogerlos en coche para ir a un sitio más cercano a la residencia cúbica. Y así lo hizo.
De nuevo, Rick supo que la chica le eludía información, pero prefirió, no sin cierto hastío, ignorarlo y hacer lo que ella y Arnie habían planeado. Sin embargo, aquella tarde, Darik se presentó en su habitación.
—¿Qué pasa, Darik?—le preguntó una preocupada Vivian una vez lo hubo invitado a entrar.
—Tenéis que marcharos—les dijo a los chicos, muy nervioso. Tenía la cara húmeda por el sudor que le provocaba la tensión, se retorcía las manos y hacía que su bonito traje de cachemira que llevaba aquel día pareciera la mitad de estiloso.
—¿Por qué?—preguntó Rick, levantándose de la silla del escritorio.
Vivian se volvió para mirarlo con preocupación. Tal vez tendría que haberse llevado a Darik a hablar fuera.
—Me han avisado de que llevan varios días haciendo inspecciones en este barrio, y he esperado un poco. Pero ya no puedo más, todo indica que pronto vendrán aquí y creo que es arriesgado que os quedéis.
Vivian sintió frío y calor a la vez. Miró a Rick, sin saber que decirle, pero le sorprendió verlo más sereno y decidido que ella.
—Muchas gracias, avisaré a mi gente—dijo la chica.
El hombre se disculpó reiteradamente y Rick estuvo un rato calmándolo, primero con comprensión, luego con impaciencia. Había que avisar a Arnie cuanto antes. Cuando por fin el hombre salió de la habitación, Rick pudo ver que Vivian ya estaba con el móvil en la mano.