Jane estuvo durmiendo toda la noche profundamente hasta cerca de las ocho de la mañana, hora en la que Vivian se levantó deprisa, para no molestar a nadie, y preparó el biberón. De nuevo, la niña se lo tomó con avidez.
—Menos mal que esta vez te he preparado más, eh—le dijo Vivian con una sonrisa.
De hecho, tal vez le había preparado demasiado, porque la niña no consiguió acabárselo.
—Que más da, así nos quedamos mejor, ¿verdad?
Dicho esto se levantó de la cama y se estuvo paseando por todo el barracón, dándole golpecitos en la espalda a la niña. Cuando hubo terminado, pensó en algo. Se fue a por la ropita que Kathy había decidido sacar de la consulta para no tener que molestar a Rick, cogió un bonito conjunto de camiseta, falda y un body y se fue al pequeño baño, donde había una bañerita. Se las apañó para dejar a la niña encima de una toalla y llenó la bañerita de agua caliente.
No sabía como lo iba a hacer, pero preparó todos los productos que iba a necesitar y como mejor pudo metió al bebé dentro después de quitarle el diminuto pañal. Estuvo todo el tiempo preocupada porque no se le resbalara del brazo, y fue complicado apañarse con sólo una mano libre, pero cuando por fin pudo sacar a la niña, perfectamente bañada, se sintió orgullosa. La untó bien en crema, la vistió y le puso la ropita.
—Pero si estás divina—le dijo con una vocecita infantil.
Dejó todo como estaba y se levantó.
—¿Vamos a ver a papi?—le preguntó. Miró hacia la puerta de la consulta y no se lo pensó mucho, simplemente abrió y vio que sólo había una pequeña luz al fondo de la sala. Vio que el chico no se movía y pensó que estaba dormido, pero en cuestión de segundos se giró rápidamente.
—¿Vi?
—¡Ey, estás despierto!—dijo ella, contenta, y encendió la luz.
Rick parpadeó y se puso una mano delante de la cara. No sabía como, a los pocos segundos de haber oído que la niña por fin lloraba, había caído profundamente dormido. No recordaba nada hasta aquella mañana, que se había despertado apenas empezar a oírla en la habitación de la chica. No había querido levantarse, y en parte, se había vuelto a quedar dormido. Pero ahora que aparecía allí Vivian con la niña, se despertó de golpe y se sentó casi de un salto. Tenía muchas ganas de conocerla, y por otro lado, se sentía estupendamente bien y desbordante de energía.
Cuando por fin pudo dejar de necesitar parpadear para ver bien y sin que le dolieran los ojos la chica estaba a su lado. La vio rebosante de alegría y orgullo. Al parecer le había puesto un trajecito rosa con falda a la niña y estaba monísima. Se la puso en los brazos con una habilidad que él desconocía que ella tuviera y se quedó mirándola. En ese momento, sólo existió la niña. La sostuvo por la cabeza y dejó que el resto del pequeño cuerpecito de la niña descansara sobre sus piernas. Vivian pudo ver que era un momento muy íntimo y estuvo a punto de sentir que estorbaba. Rick sonrió sin apartar la mirada de Jane y esta abrió los ojos, sin mirar a ningún lado.
—Acaba de desayunar y de recibir su primer baño. Pensé que tal vez querrías verla así, limpia, y no... bueno, como nació.
Rick no le respondió. Apenas ni había escuchado a la chica. Observaba cada detalle de la cara de la niña. Su hija. Y no pudo evitar recordar la sensación tan extraña que sintió cuando Allan le explicó lo que ocurría en su interior, lo que le habían hecho. Poco tiempo después, él había muerto por él, por ella. Por ese pequeño ser... No. Él no sabía que Rick iba a quererla. Pero aún así...
—Si hubiera sido un niño, iba a llamarlo Allan.
Vivian se mordió el labio inferior. El chico no la había mirado aún, pero ella supo que él quería que la escuchara.
—Seguro que esté donde esté está muy contento de que la tengas.
Por fin Rick la miró.
—No lo sé. Él estaba convencido de que yo quería operarme.
—Eso ahora da igual. Él murió haciendo su trabajo, para que tú pudieras ser libre. Ahora yo tengo que seguir con ello y sacaros a los dos de esta maldita ciudad.
Rick volvió a mirar a Jane, que se había vuelto a quedar dormida.
—¿Ha dormido toda la noche? Yo sólo la he oído esta mañana.
—Sí. Ayer comió mucho al poco de nacer y luego cayó rendida como tú.
—Vaya...—dijo él, riéndose—He dormido genial, lo siento.
—Para nada, me he ocupado de ella como debía—dijo Vivian con un punto de orgullo.
Rick la miró, contento y también algo orgulloso.
—Gracias.
—Por nada, es también mi obligación.
—¡Buenos días!—casi gritó Kathy, que acababa de entrar—Míralo, con su nena... ¿Cómo estás?
—Muy bien—contestó el chico, aún con una gran sonrisa.
—Cógele la niña, debe tumbarse—le pidió la doctora a Vivian.
—No—dijo él, poniéndose ceñudo y llevándose la niña al pecho—Estoy perfectamente.
—Pero no lo estás, en esa postura debes de estar muriéndote de dolor, debes estar recostado un par de días...
—No me duele nada—dijo Rick, tozudo.
—Señorito, no me vas a decir tú a mí lo que te duele y lo que no. Te operé yo.
—¿En serio? ¿Ya está?
—Pues claro, túmbate.
—Kath, te digo en serio que no me duele nada.
¿Por qué la mujer le insistía tanto? Se sentía muy bien, tenía ganas de levantarse y marcharse a correr.
—Dale la niña a Vi, tengo que mirarte.
Rick miró de nuevo a la niña y Vivian sintió morirse de amor cuando el chico le acarició la nariz a la niña y le daba un besito en la frente. Se la tendió a ella, que la cogió enseguida. El chico se tumbó y se levantó la camiseta.
Kathy se quedó mirándolo boquiabierta.
—¿Qué pasa?—preguntó el chico.
Vivian también se quedó mirando al chico algo sorprendida, pero al no tener conocimientos médicos, no supo porqué Kathy estaba casi pálida.
—Pero... si estás...—dijo ella, pasando rápido la mirada de la cara de Rick a su vientre.