A casa. A casa. Era como un resorte en su cabeza y no paraba de repetirse. Le era algo tan ajeno... Esa misma tarde Vivian recibió una llamada de que todos los miembros de la base habían llegado a Pacific. Un triunfo para Shadow. Una molestia menos. Pero una ayuda menos para ellos.
A partir de ese día, Rick empezó a levantarse más temprano y subir más tarde a cenar. Vivian veía con pena como ni rozaba la cama y ya estaba dormido, hasta que dos semanas después, una noche, le pidió que no se durmiera.
—Estoy harta de esto—le dijo, enfadada, en voz baja. Jeff había resultado ser muchas cosas: viejo, cascarrabias, gritón, sucio, pero no era, para nada, sordo. Y la chica sospechaba que estaba al tanto de todo lo que pasaba en la casa. Afortunadamente aún no se había quejado de la niña, ni siquiera cuando se pasaba alguna noche llorando continuamente por un motivo u otro.
Rick no abrió ningún ojo. Aún tenía el corto cabello húmedo por la ducha, pero estaba tan cansado que le daba igual acostarse así.
—Te estoy hablando—le insistió Vivian.
Chasqueó la lengua y abrió los ojos, pero no se incorporó.
—¿De qué?
—De cómo te estás comportando. Estás loco, vas a tope, no paras. Debes descansar más o caerás enfermo.
—Creo que ya hemos visto que no puedo caer enfermo fácilmente, así que déjame trabajar en el maldito coche y sacaros de aquí.
—No me sirve así, quiero que frenes.
—Estoy en quinta...
La chica vio que sonreía, pero volvía a cerrar los ojos. Ella lo sacudió, lo que pareció asustar al chico.
—¡No he terminado!—exclamó en voz baja.
—Pero yo sí, estoy agotado—se quejó.
—Pues te lo estoy diciendo en serio, deja de dedicarle tantas horas, apenas duermes... Apenas... Ni ves a tu hija.
Rick tardó un poco pero volvió a abrir los ojos con un suspiro y se incorporó sobre un brazo.
—A ver, ¿cuál es el problema? ¿Que crees que veo poco a Jane? Está ahí—dijo, señalando la cuna al lado de Vivian—Ya tendré tiempo que dedicarle cuando no tenga que salvaros de una ciudad de pirados.
Vivian lo miró, resentida.
—Tampoco me ves a mí.
—Te estoy viendo—le dijo el chico, como si fuera obvio.
Ella negó con la cabeza, triste, y bajó la mirada.
—Sé que el que trabaja duro eres tú. Pero yo me siento sola. Y no puedo ayudarte en nada más que en cocinar y cuidar a la niña. Y no es suficiente para mí... Te echo de menos.
Rick se quedó mirando a la chica y no le gustó para nada verla tan triste. Se terminó de sentar y la abrazó.
—Vamos, tranquilízate—le pidió.
El cuerpo le pedía descanso, con urgencia, pero no podía dejar a la chica así como estaba. Vi se deshizo del abrazo y le acarició la cara. Rick la besó suavemente. Pero en cuanto la chica le pasó los brazos por el cuello se volvió loco. Algo en él que llevaba mucho tiempo dormido se despertó y ya no tuvo ningún sueño. Vivian se sorprendió cuando él la tumbó bruscamente y siguió besándola de una forma apasionada que no había visto hacerle nunca. No había pretendido llamar su atención de aquella manera, en ese sentido, pero se sintió más que complacida y se quitó la camiseta rápidamente. Le encantó sentir la piel desnuda del chico contra ella, que ardía. Aquél no era el chico torpe y tierno con el que había hecho el amor la primera vez, en el hostal, hacía tiempo. Este se quitó la ropa interior de un tirón y se la quitó a ella igual y la penetró salvajemente sin dejar de besarla, le mordió el cuello de una forma que casi la hizo gritar. Se tapó la boca. "Por favor, Rick, que están la niña y..." Jeff.
—Rick, nos oirá...—dijo la chica por lo bajo.
—Me da igual, que sepa lo que te hago—dijo con una voz que la chica no le reconoció.
Rick se movía de tal forma que ella creía estar agonizando de placer, y no duraría mucho más. Se arqueó toda y llegó un punto que se tuvo que volver a tapar la boca, pero él se rió, y gimió sin disimulo. Estuvo un rato más, besándola, y luego sí tuvo que dejarse llevar por el agotamiento.
A la mañana siguiente volvió a levantarse a las seis, pero se quedó un momento mirando a Vivian, que dormía profundamente. Se le escapó una sonrisa y se marchó de la habitación. Para cuando ella bajó, ya eran casi las once de la mañana y hacía rato que sonaba Queen de fondo. Rick le dirigió una mirada sonriente para fastidiarla, y ella se enfadó y se puso roja.
—No tuvo gracia—le dijo por encima de Don't stop me now.
—¿Ah, no? ¿Te hice llorar?—le preguntó, acercándose a darle un beso a Jane.
Miró a la chica y la vio mirando al frente, como ofendida, pero luego lo miró y sonrió, muy a su pesar.
—¡Déjame!—le dijo, riéndose.
—Tonta—le dijo él, y le dio un besito también a ella. Luego se volvió de nuevo al coche.
Las siguientes semanas trascurrieron más o menos igual, pero Rick intentó dedicarle más tiempo a las dos chicas. El coche iba avanzando, y se sentía de un humor estupendo. Alguna mañana, muy temprano, cuando aún no había nadie por la calle, se animó a salir a correr. No sabía si hacía bien, pero como nunca se encontró a nadie, siguió haciéndolo a días alternos.
Vivian y él estaban atravesando una fase de desconcertante desenfreno sexual, pero si alguna vez Vivian lo pensó, no dijo nada. Y la mayoría de días, bajaba cada tarde con la niña a pasar el tiempo allí, viendo como el chico iba avanzando y hacía cosas que ella no entendía. Hasta que un día se puso a cambiar la tapicería, otro a limpiar todo el exterior del coche, y el día siguiente lo miró, orgulloso.
—Habría que ir probándolo—dijo Rick, con emoción mal disimulada.
—¿Aún no lo has hecho?—le preguntó Vivian, sorprendida.
—He ido poniéndolo en marcha a ratos, pero ahora... ahora está...
—¿Terminado?—preguntó ella, con el corazón encogido.
Rick se volvió y asintió, mirándola.
—¿No te queda nada más?