Una semana después de hacerle pruebas, Vivian salió un poco más pronto del trabajo para ir al hospital. La habían llamado para comentarle un par de cosas, decían.
Desde que había vuelto de Shadow había intentado volcarse en el trabajo, olvidarse de todo lo que había pasado en el último año. Desde que el jefe le había ofrecido la oportunidad de ir a Shadow hasta la noche en que había tenido que ver como el ascensor subía... No, no quería recordarlo.
Pero sí recordó en aquel momento, mientras iba en moto hacia el hospital, porqué había terminado en Shadow. Había sido una tarde cualquiera en la que su jefe se había presentado en la oficina y le había dicho que el presidente quería verla. A ella. Sabía que era de lo mejor de la ciudad, y quería verla. Y le ofreció el caso de Richard Anderson. Un chico que habían recibido la orden estricta de sacarlo de allí. No sabían porqué, pero la persona que lo pedía no podía intervenir, ciertas reglas que no eran de la incumbencia de ella, tal vez ni siquiera del propio presidente. Ella había dicho que sacar a un prioridad 1 del centro era una locura. Un desatino imposible de realizar. Pero al ver su foto, de pasada, cambió de parecer. No podía dejar a un chico con aquella mirada verde tan limpia encerrado en un lugar de horrores como el centro de experimentación de Shadow City. Al día siguiente partió para aquella maldita ciudad, donde asesinaron a sus padres, para salvarlo a él.
Cuando entró en el hospital, con el casco bajo el brazo, no necesitó preguntar a nadie. Se fue directamente al laboratorio y entró.
—Aquí estoy—dijo a modo de saludo a la única persona que había allí, que resultó ser la que menos ganas tenía de ver Vivian: Noelia. Una pediatra pedante, borde y desagradable que le había caído mal desde que se conocieran hacía unos años, cuando ella se hizo daño en la academia.
—Muy buenas—la saludó ella sin mirarla.
—Me habíais llamado para unas pruebas...
—Sí, aquí están...—dijo, dirigiéndose a un archivero y sacando unas carpetas que parecían recientes—Tienes los resultados y un recado. Aunque yo diría que tal vez son dos—le dijo, mirándola con algo de burla.
Vivian enarcó una ceja.
—Tus resultados están bien, aunque tal vez hayas comido poca carne los últimos meses, porque tienes el hierro un poco bajo.
En casa de Jeff no habían pasado hambre, pero lujos había habido más bien pocos, y en aquella zona de la ciudad era complicado encontrar carne en condiciones.
—Sí, es posible—comentó Vivian sin querer dar más detalles.
Noelia asintió y luego volvió a sonreír.
—Y te han hecho una receta, necesitarás ciertas cosas. Estás embarazada—y le tendió los papeles a la chica.
Pero ella se quedó paralizada mirando los papeles y luego a Noelia. Los cogió lentamente y vio que la receta era de unas pastillas de suplementos para embarazadas. Para ella.
—No sé si fue eso lo que te mandaron, pero en cualquier caso ha sido una misión entretenida—le comentó la doctora.
—Vete al cuerno—le contestó Vivian. Echó un vistazo distraído a los papeles, porque no estaba segura de poder marcharse de allí. Cuando vio el resultado de una prueba que estaba a nombre de Rick—Esto no es mío.
—Míralo—le pidió la doctora, y Vi obedeció. Otra sorpresa. Miró a Noelia de nuevo, boquiabierta, y la encontró sonriéndole con sorna otra vez.
—Me han dicho que era mejor que se lo dijeras tú. Por eso te decía que tal vez tenías dos noticias que darle.
Entonce sí decidió marcharse de allí. Metió los papeles en el casco, salió del laboratorio sin despedirse y llamó a Kathy.
Aquella mañana, cuando Rick volvió de su paseo por el parque con Jane encontró el segundo sobre que recibía encima del mueble de la entrada. No le gustaba pensar que había quien podía entrar en su casa cuando quería, pero no iba a liarla por lo que no debía. Era la segunda vez que recibía un sobre lleno de dinero. Aquella vez iba acompañado de otra cosa que le habían dejado al lado: las llaves de su coche con un nuevo llavero en el que ponía 18D, y detrás una pegatina con una R y una A. Además, había otro sobre más grande en el que encontró la documentación del coche, recién expedida., con una nota del presidente. "Ya es legalmente suyo, están todos los papeles arreglados, incluido el seguro. Encontrará la factura en su interior. Suyo, R." Examinó los papeles y comprobó que estaba todo en regla, incluso la fecha de fabricación, 1964. La factura le pareció insignificante, y decidió que la pagaría al día siguiente. Revisó el sobre de su benefactor y comprobó que le había enviado una cantidad excesiva, pero supuso que de alguna forma sabía que tenía gastos extra. La factura del taller sí lo escandalizó un poco.
—Gastos de adultos, pequeña—le comentó a la niña.
La sacó y la metió en el parque, recostada en el cojín de lactancia que había dentro.
—¡Pelea duro!—le dijo, acercándole varios juguetes, que la niña se quedó observando.
Guardó los papeles en un lugar seguro y puso en el mueble de la entrada de nuevo los que tenían que ir en el coche. Se preguntó si le mandarían un carnet de conducir nuevo o le serviría el de hacía ciento cincuenta años.
Se marchó a la cocina y buscó en la nevera para ver qué podía preparar aquel día para comer. Cuando sonó el timbre de la entrada.
—Han tocado a la puerta, Rick—informó Zeus.
—Gracias.
Se fue a abrir preguntándose quién sería. Él no tenía visitas. Se sorprendió al encontrar allí a Vivian, que lo miraba nerviosa. Rick puso los ojos en blanco y se alejó, dejando la puerta abierta para que entrara. No podía decir que no se alegrara de verla, pero seguía resentido por lo que había hecho. Y no ayudaba que se presentara en su casa vestida de agente.
—¿Qué te trae por aquí?—le preguntó el chico, que le echó un vistazo a la niña desde donde estaba y se metió de nuevo en la cocina.