Jane

Capítulo 22

Cuando llegó a casa, Jane seguía dormida, Zeus dijo que no tenía nada para él, incluido correo o llamadas, y la casa estaba atendida. Realmente había vuelto a casa para librarse de la conversación que estaba teniendo con su padre y Vivian. Saber que su madre estaba viva era mucho más de lo que podría haber esperado. Era un regalo, una segunda oportunidad que le estaba dando la vida.

Dejó a la niña durmiendo en el salón y se fue a su habitación, a un mueble donde tenía los álbumes que había rescatado de la casa. Se sentó y abrió el de su infancia. Hacía mucho tiempo que conocía a George y a Nick. Se habían conocido en el jardín de infancia, pero no fue hasta casi tercero de primaria que se convirtieron en amigos los tres. Rick miró la primera foto que se habían hecho juntos, en el parque de Sunset Hills. Habían quedado los tres y se presentaron con sus madres. Ninguno de los tres las había querido allí, y ellas no escatimaron en bromas a su costa. Pero la madre de Rick había sacado una cámara que se había acostumbrado a llevar siempre en el bolso para ocasiones como aquella, y les pidió que posaran. George aún era un niño pequeño y gordito. No fue hasta casi los dieciséis que pegó un gran estirón y se estilizó. Con todo, siempre fue el más grueso. En medio estaba Rick, sonriente como siempre y saludando a la cámara. Y al otro lado estaba Nick, el más bajito de todos y aún con el rubio cabello corto y rizado. No fue hasta la adolescencia que se le alisó.

Rick suspiró y fue pasando páginas. Era cierto que en algunas Nick lo miraba especialmente, pero nunca en su vida se había dado cuenta de ello. Cuando llegó a la de la cena sintió un nudo en el estómago. Intentó volver allí, pensar como pensaba aquél Rick tan diferente al que era ahora. ¿Qué habría hecho o dicho si efectivamente el amigo de su infancia se le hubiera declarado? ¿Habría aceptado? ¿Habría barajado siquiera la posibilidad de salir con él? ¿Habría podido llegar a corresponderle? Meneó la cabeza, confuso. Tal vez, si en aquél momento o días después hubiera aceptado ser su pareja, aquella tarde en que volvió a su casa y lo secuestraron habría resultado muy diferente. Tal vez ni hubiera estado allí, y no se lo habrían llevado. A lo mejor su padre le habría obligado a abandonar el país de todas formas, pero podría haber llevado una vida en otro lugar... con Nick. O sólo con sus padres, claro, pero...

Cerró el álbum de un golpe seco y lo dejó en su sitio. No era momento de andar pensando en esas cosas. Sus amigos ya no estaban, no valía la pena darle vueltas. Había pasado lo que tenía que pasar y debía aceptarlo.

No había pasado una semana desde que había hablado con su padre, y una mañana lo llamó y le preguntó si le parecía bien reunirse con él aquella tarde en el hospital. Había pedido una pequeña ala para despertar a su madre y contar con médicos y equipo por si era necesario. Le explicó brevemente que cuando despertaban a alguien que llevaba tanto tiempo dormido era necesario. Rick aceptó y le expresó lo impaciente que se sentía, pero Henry le pidió que se moderara.

—¿Por qué? Es mi madre—se quejó.

—Ya te lo explicaré—y colgó.

Aquella misma tarde se presentó en el hospital con Vivian de la mano. Jane se había quedado con Rosanna y Kathy se pasó a saludarlos.

—Es una pasada, todo es genial—decía, radiante—Volvéis a estar juntos, los papis de Rick están vivos, seréis papás... Ah, sois mi alegría.

Vivian se rió por lo bajo y Rick apartó la mirada, algo incómodo, pero contento.

—Quiero que vengáis a conocer a mis peques. Te llamaré—le dijo a Rick, y se marchó casi saltando.

—¿Sus peques?—preguntó Rick, sorprendido.

—Claro, tiene dos hijos, ¿no lo sabías?

—No.

De hecho, si lo hubiera sabido, se habría sentido mucho peor, porque aquello significaba que había estado muchos meses fuera de su casa, sin ver a sus hijos, por sacarlo a él de Shadow.

—Buenas tardes, chicos—saludó Henry.

Ellos se volvieron y lo saludaron. Parecía un poco nervioso.

—¿Venís conmigo?—les preguntó.

Lo siguieron hasta el ala que él decía, que simplemente constaba de una pequeña sala de espera y una sala con la puerta cerrada.

—¿Podré estar contigo?—le preguntó Rick.

—No, a eso me refería cuando hablamos antes.

—¿Por qué no puedo?

—Debes comprender que tu madre se durmió muy alterada. Necesito estar a solas con ella y explicarle tranquilamente que ya estás con nosotros y estás bien. Pero debo ponerla al día. Recuerda lo confuso que resulta despertarte ciento cincuenta años más tarde.

Rick pensó un rato en lo que le decía su padre, y finalmente tuvo que asentir. Tenía razón. Y su madre tenía muy mal genio cuando estaba alterada.

—Bien, entonces sentaos, puedo tardar un rato.

—¿Cómo se despierta a alguien así?—le preguntó Rick.

—Bueno, se inyecta un suero y la persona puede tardar varias horas. Yo voy yendo por si acaso, no tardará mucho.

—Suerte—le dijo Rick, porque conocía muy bien a su madre.

Henry suspiró y entró en la sala, que se cerró enseguida. Repasó todo lo que había y comprobó que todo estaba como lo había dejado. Cora seguía dormida, pero por lo que podía ver no tardaría en despertar.

Recordó la última vez que había hablado con ella antes de que cayera dormida. Henry había tenido que pedir ayuda a su reina para que le proporcionara una cabina y un lugar donde tenerla hasta que consiguieran salvar a Rick. Y ella se lo había proporcionado todo. Porque lo que estaba en su mano lo hacía. Pero no salvar a Rick...

Cora le había suplicado dormirla hasta que lograran salvar a su hijo. No quería estar sin él. Y, ¿cómo iba Henry a negarse? Veía el sufrimiento de la mujer en sus ojos, nunca la había visto tan vulnerable. Una mujer con tanto carácter, tantas ganas de vivir, y en aquellos instantes había parecido apenas un fantasma. Había tirado la toalla.




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