Jane parte 2. La comunión mental

Capítulo 5

No voló muy lejos. Pocos kilómetros después de abandonar Kugula, fue cayendo hasta que aterrizó en el río. Estaba a poca profundidad y en parte el fresco del agua le ayudó a aclararse un poco la mente. Había estado muy feo por su parte marcharse. Dejar a su ati ahí, solo, a todas luces muy preocupado por él. Pero no se sentía a gusto acompañado por nadie en aquellos momentos.

Se quedó echado en la orilla boca arriba, aún con los pies en el agua. Jadeaba, y el frescor que le había proporcionado el agua le duró poco. Seguía muy caliente, como febril, y volvió a sudar. Todo le daba vueltas y no sentía el bosque como habitualmente. No oía bien su alrededor, no percibía la vida y todo lo que en él vibraba siempre. Era como si su cuerpo, su malestar, fueran una cárcel de la que no podía escapar. Suspiró. Debió por fin quedarse traspuesto, porque cuando volvió a ser medio consciente el día estaba declinando. Se giró e intentó incorporarse, pero volvía a dolerle todo. Pero no como cuando se cayó. Aquella vez le dolía como cuando, de pequeño, se refriaba y tenía que guardar cama durante días. Dio un par de pasos y se apoyó en un árbol cercano. Sintió arcadas, pero no podía devolver nada, tenía el estómago vacío.

 

 

Cuando Chelesi salió de palacio había pensado en ir directamente a su casa, pero luego se desdijo. En su casa no pintaba nada. Si se presentaba allí su ata la recibiría con sorpresa y por su expresión se asustaría y se preocuparía. Pero en el fondo, lo que más la perturbaría sería la idea de que hubiera perdido su trabajo. Chelesi sabía que su ata apreciaba mucho tener a su penia en palacio, porque ella también había sido doncella en su juventud. Pero nadie le había preguntado a ella si también quería serlo. Chelesi quería ser médico, o sanadora, como se decía allí, desde que tenía uso de razón. Pero nadie le había preguntado. Y cuando lo dijo su ata se negó en redondo. Ella no podía pagárselo y por otro lado, su honor era que fuera doncella de la reina.

No, en aquel momento era mejor que no fuera a su casa. Se quedó en medio de la calle, en pleno centro de Sin, sin saber a dónde ir. La cabeza le latía con furia y no podía pensar con claridad. ¿Dónde podía estar el mestizo? ¿Dónde se ocultaría él para pasar por aquel calvario? Porque allí era donde no debía ir ella. No quería ni oír hablar de encontrárselo. Sacudió la cabeza, lo que hizo que sintiera como si se la taladraran y se mareó. Quería marcharse muy lejos de él. Todo el mundo en el poblado hablaba de aquel ser. Algunos decían que era un encanto de persona. Se rumoreaba que desaparecía durante días o semanas en el bosque y que no se sabía dónde terminaba. A veces en compañía de Karim-Mune-Karish. Chelesi aborrecía a aquel creído, desvergonzado y caradura. Entraba en palacio cuando se le antojaba y se marchaba con una doncella diferente cada vez. Todo era muy escandaloso y en esos días ella prefería mantenerse lejos de los aposentos de las chicas.

Otros vecinos del pueblo decían que había cambiado desde que había llegado a Nagala con su ati. Que había logrado comulgar con el bosque, pero que seguía sin integrarse con ellos. Y luego estaba su ati. Un vaturiano que procedía del bosque de Narius y que, al igual que Karim, presentaba variaciones físicas. Aquello a Chelesi le daba un poco igual, puesto que unos cuernos o una abundante cabellera no le parecía suficiente para que alguien fuera demasiado diferente. No. El problema era él. Él sí era diferente a ellos. Su piel era más difuminada que la suya. Su mirada expresaba mucho más de lo habitual en los vaturianos y el hecho de que se desarrollara tanto sólo por salir al bosque tampoco era normal. Los vaturianos eran de constitución fina hicieran lo que hiciesen. Eso significaba que él era definitivamente diferente. Y punto. Y claro, había quien decía que no era joven aunque lo pareciese. ¿Qué quería decir la gente con eso?

Chelesi llevaba un buen rato corriendo sin rumbo fijo mientras le daba vueltas a todo aquello. Inevitablemente llegó a la linde del bosque. Se lo pensó un poco y se acercó al primer árbol que encontró. Intentó calmar su respiración, pero le era imposible. Se concentró todo lo que pudo y le costó encontrar la conciencia que la conectaba con el bosque, pero aunque fuera de una forma muy superficial, supo que el mestizo no había entrado al bosque por allí, ni había pasado cerca, ni se encontraba en varios kilómetros a la redonda.

Bien, tú quédate por allí que yo iré por aquí, pensó. No tenemos un porqué encontrarnos, ni ganas, ¿verdad?

 

 

Creía llevar varios días dando vueltas casi en círculos. No estaba avanzando demasiado. Pero estaba bastante seguro de que habían pasado varios días porque había contado al menos dos noches. Tampoco podía estar seguro porque a veces se quedaba traspuesto contra algún árbol, en alguna raíz gigantesca, en alguna roca…

De hecho, en aquel momento, se encontrada con la cabeza apoyada en el frondoso lecho y miraba con la miraba perdida al frente cuando oyó unos pasos. Levantó un poco la cabeza y vio delante de él a Jane con diez años, mirándolo fijamente.

—¿Cielito? —le preguntó con voz pastosa —¿Qué haces aquí?

—Lo mismo que tú. Dar vueltas sin sentido.

Inek frunció el ceño.

—¿De verdad?

—Sí. ¿Por qué estás aquí?

—N-no lo sé —mintió. ¿Cómo iba a explicarle las razones a una niña de diez años?

—Mentira. Lo sabes perfectamente, Rick.

—Nena… ¿Por qué me llamas por mi nombre?

—¿Y cómo pretendes que te llame?

La voz había cambiado y en aquel momento no era Jane si no Cora la que estaba ante él.

—Deja de hacerte el inútil en el suelo —le ordenó con su potente voz.

—Pero… no estoy bien…

—Claro que no, por eso debes morir.



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En el texto hay: planeta, tribus, alienígena

Editado: 24.07.2022

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