Chelesi se marchó enseguida, no quería que su ata se enterara de que había estado fuera. A Inek le costó mucho dejarla ir, pero como la mañana no había empezado nada mal, se conformó con haberla tenido un rato. La siguió con la mirada hasta que se perdió y bajó a desayunar.
—Buenos días —saludó al llegar al salón.
—Hola, chico —contestó su ati con su habitual buen humor —Te veo mucho mejor que ayer, has descansado bien.
Pensó en su reciente encuentro con Chelesi y se contuvo la risa.
—Bastante bien. Pero que sepas que no he olvidado la conversación de anoche.
Alas respondió poniendo los ojos en blanco.
—Oh, vamos.
—No, no. Chelesi tiene muchas ganas de venir y no voy a decepcionarla.
—¿Que qué? —preguntó Alas en voz más alta, alterado —¿Pero de qué vas, muchacho? Esa chica no va a venir.
—¿”Esa chica”? —repitió Inek enarcando una ceja.
Alas chasqueó la lengua.
—Chelesi… es demasiado peligroso para ella. ¿Quieres que su ata me mate?
—No hace falta que Ninia te haga responsable a ti de nada. Que venga a matarme a mí. No puede mantener a su penia bajo su falda toda su vida. Chelesi tiene que vivir, ¿comprendes? No veo nada de malo en que venga, no voy a permitir que le pase nada.
Alas se quedó pensando en todo aquello. No le parecía bien, pero sabía que no podía decir nada, los chicos vendrían si querían.
—Y luego… —empezó Inek. ¿Cómo se lo tomaría su ati?
—¿Qué más, Inek? —preguntó el hombre con hastío.
—Nos gustaría ir a Kalare.
Alas dejó lo que estaba haciendo en la cocina y lo miró con los ojos muy abiertos.
—¿Cómo?
—Sí, verás… Tengo ganas de ver a las chicas y Chelesi debería conocerlas. ¿No pensarías que iba a quedarme aquí para siempre?
—Pero… ¿volverás?
¿Había detectado miedo en la voz de su ati?
—Sí. ¿Por qué lo preguntas?
Alas apartó la mirada y se encogió de hombros, pero no dijo nada.
—Tú no quieres volver a la Tierra.
—No, la verdad es que no. Ya he perdido mucho tiempo allí. Y creía que… bueno, no pretendía que no volvieras nunca más, allí están tu hija y nuestra nieta, pero… no sé… creía que te enamorarías de este lugar.
—Papá, adoro este lugar. Pero no puedes evitar que vaya a verlas, creo que es normal.
—Sí, sí, por supuesto. Te… os… llevaré.
Inek se quedó mirando a su ati y le dio lástima verlo cabizbajo.
—Eres entrañable cuando te pones así —le comentó con una sonrisa.
—Vete al cuerno. Me hago viejo y no quiero marcharme más de aquí, y tenía la ilusión de que estuviéramos juntos aunque te vayas a vivir con Chelesi. Pero claro, Jane… siempre estará en Kalare.
El hombre se quedó callado pensando en lo que acababa de decir su ati. Era cierto que Jane se quedaría en la Tierra, pero eso no les impedía verse de vez en cuando. Se encogió de hombros con optimismo.
—Todo saldrá bien, ya verás —dijo, y se sirvió del desayuno que acababa de preparar Alas. Este lo miró un poco sorprendido.
—El viejo cascarrabias está contento —comentó.
—¿Te digo quién se irá al cuerno?
Alas le mostró una sonrisa de oreja a oreja para chincharlo.
Cuando Inek habló con Ninia para explicarle que se llevaría a Chelesi con él y Alas a Narius puso el grito en el cielo. Lloró y le suplicó que no se llevara a su penia a un lugar tan peligroso como Narius, pero los tres insistieron hasta que ella se enfadó y en esa ocasión Inek se tuvo que poner firme, como Chelesi le explicó que se ponían los maridos cuando querían algo concreto de sus esposas.
—Me parece algo sumamente machista —comentó Inek un rato más tarde, cuando Chelesi iba casi saltando a su lado por la calle.
—En absoluto, las mujeres también podemos hacer eso, la cuestión es que cuando tienes pareja esa debe tener más autoridad sobre ti que tus padres. Ellos deben pasar a un segundo plano, siempre que no se les falte al respeto. Pero mi ata estará bien, debe comprender que soy mayor, no puedo estar siempre a su lado.
—Me va a odiar.
—No, aquí las cosas no funcionan así. Te tendrá más respeto porque ha visto que cuando debes eres autoritario. Eso se aprecia mucho aquí, y si no pregúntale a tu ati.
Inek así lo hizo, porque no se quedaba tranquilo.
—Sí, así es. Te dije que muchas cosas no son como en Kalare. Ni de lejos, hazme caso —contestó el hombre con una sonrisa pícara de las suyas.
Aquella noche se presentó en su casa Koshia, que subió de un ligero salto hasta el balcón y entró en el salón sin ser invitada. En aquel momento se encontraban Chelesi e Inek solos y el hombre la recibió un poco cohibido.
—Saludos, chicos —dijo la mujer con una sorprendente voz grave —Soy Koshia-Mun-Narius y vengo buscando a Alas.
—Soy su peni, Inek —contestó el hombre —Él no se encuentra aquí ahora.
—Me vales —contestó sencillamente ella con una sonrisa tranquila y los ojos entornados —Quería conocerte.
Inek sonrió, algo más tranquilo.
—Lo mismo digo.
Koshia sonrió más ampliamente y se paseó por la estancia.
—Así que tienes nihala takara shi —comentó la mujer mirando a Chelesi.
Inek miró a la chica y de nuevo a la mujer.
—No pasa desapercibido —dijo para sí.
—Oh, no, para nada, créeme —contestó la mujer con una risita.
Chelesi se presentó a la mujer. Después, Koshia volvió la vista otra vez hacia el chico.
—Me honra conocerte. Se ha hablado mucho de ti, pero nunca creí que vendrías aquí. Se decía que los humanos se negaban bastante a venir a Nagala.
—Pues me encanta. Al fin y al cabo no deja que este también es mi lugar, ¿no?
—Por supuesto.