Jane parte 2. La comunión mental

Capítulo 12

—¿Quién diablos te crees que eres? —le preguntó al chico que yacía tirado en el camino de entrada de su casa.

Era el muchacho joven, pálido y demacrado, con una mata de pelo rubio y corto y profundos ojos grises de mirada triste en el que se había cambiado Arceus al llegar a la Tierra. Nada más aterrizar se había intentado escapar dos veces con el pretexto de que no tenía la necesidad de permanecer con ellos por más tiempo. Inek al principio se había reído. ¿Cómo iban a dejar que un vaturiano recién llegado de Nagala vagara solo por Kalare? La reina se les echaría encima en cuanto se enterara. Y tal vez, las autoridades de Pacific City, también. La segunda vez, ya se enfadó, y al llegar a Sunset, había estallado, rojo de ira.

—Debería haberte matado en Muruma y te lo perdoné, y ahora te arriesgas a ofender mi confianza. Te voy a abrir las puertas de mi casa para… —voceaba.

—Rick, cálmate —le susurró Henry, enfadado —El barrio entero se va a enterar. Y pueden llamar a la policía, estás maltratando a un muchacho.

Los dos miraron al chico sentado en el suelo mirándolos con expresión indignada. Daba pena verlo.

—¡Pero, papá! —gritó Jane, que había salido de la casa corriendo.

Se acercó a Arceus y se agachó a su lado.

—¿Estás b…?

Pero Rick no dejó que la chica terminara la frase. Agarró al muchacho del brazo y se lo llevó casi a rastras a casa. Pasó por al lado de Chelesi casi sin verla y subió las escaleras con el chico.

Hola —dijo una voz indignada en su cabeza.

Rick recordó una amalgama de sucesos acontecidos en las últimas tres semanas para que Chelesi pudiera hacerse una idea aproximada de porqué estaba tan enfadado. No se podría decir que la chica comprendió y aceptó, pero sí que pudo entrever el porqué de aquella conducta. No entendió qué hacía realmente Arceus allí.

Cuando Rick llegó a la última habitación del pasillo, la abrió y tiró al chico al suelo. Era una habitación abuhardillada que servía de trastero. No pensaba tenerlo en otro lado.

—En un poco te traigo comida y ropa, mientras tanto te mantienes calladito —le ordenó.

Cerró la puerta de un portazo, se fue a su armario de las herramientas en el desván, cogió el candado más grande que tenía y lo usó para cerrar bien la puerta desde fuera. Una vez estuvo satisfecho bajó las escaleras.

—… como un salvaje. Pero, ¿de qué va? Hay una niña, y yo no quiero que… —estaba diciendo Jane hecha una fiera.

—Tranquila, cielito. Ese salvaje como tú dices no os hará nada a nadie, y menos a Jenny.

Su hija lo miró como queriendo decir: ¿en serio?

—El salvaje eres tú —le dijo, sin más. Rick perdió la sonrisa enseguida —Y no me preocupa lo que le pueda pasar a Jenny, si no que sea testigo de violencia gratuita.

—¿Disculpa? Ese tío me mantuvo durante una semana luchando para ver si conseguía matarme. Y me lanzó un espíritu maligno para que me poseyera hasta matarme, ¿quieres más?

—Vale, entonces, ¿por qué traes a casa a alguien que quiere matarte? —le preguntó cruzándose de brazos —¿Para tratarlo mal delante de tu nieta?

—No, hemos llegado a un acuerdo, pero eso es cosa nuestra. No voy a dejar que haga lo que no debe y …

—Y mientras tanto tenemos un prisionero. Vaya, muy civilizado, ¿no crees?

—Se le enseñará lo básico para que aprenda a ser discreto en la Tierra y luego se largará.

Jane puso los ojos en blanco.

—Ya me he cansado —dijo, resuelta.

Pasó por al lado de su padre, le quitó las llaves del candado que llevaba en el pantalón y subió las escaleras.

—No te atreverás —la amenazó el hombre.

—Rick, para ya —le dijo su padre con firmeza.

—¿Cómo? ¿De verdad quieres que Jane lidie con semejante…?

—Estamos todos aquí. No va a pasar absolutamente nada. No puedes dejarlo ahí arriba, sin comida, ni bebida, ni baño. Si crees que es peligroso, no haberlo traído.

Rick se quedó mirándolo y finalmente suspiró e intentó relajarse un poco. Pensó que, con lo débil que estaba, el chico no iba a poder hacer mucho. Luego se volvió hacia Chelesi.

—Oh, lo siento —dijo entonces —Te he ignorado.

—Sólo un poco —dijo la chica, sarcástica.

Rick la abrazó y la chica le correspondió.

Más de lo que te mereces —pensó ella.

Lo sé. Lo sé.

¿Estás bien?

Sí.

¿Bien de verdad?

De verdad. ¿Y tú?

Muy bien. Y ahora que vuelvo a tener el cerebro completo, más.

Rick no pudo evitar soltar una risita que Henry y Karim no comprendieron.

—¿Qué te ha dicho el médico? ¿Todo bien? —le preguntó, deshaciéndose del abrazo.

—¿Qué médico?

—¿Cómo que qué médico? —preguntó Rick, algo más fuerte —¿Jane no te ha llevado a ver un médico?

—No he querido —contestó ella con firmeza.

Rick sintió la cara arder de nuevo.

—¡Jane! —gritó.

 

 

 

 

Jane abrió el candado y entró en la habitación, donde encontró al muchacho echado en el suelo, aparentemente dormido. Abrió los ojos despacio y la miró. Ella se arrodilló a su lado.

—Disculpa los modales de mi padre —le dijo suavemente —Soy Jane, hija de… creo que lo conoces como Inek.

Arceus le mantuvo la mirada pero no dijo nada. Jane miró a su alrededor.

—Te traeré un colchón del desván. Al menos no dormirás en el suelo. Y algo de ropa. Tal vez Alan tenga algo por ahí.

El chico sólo la escuchaba.

—Deberías ducharte. Y comer. Estás en los huesos.

La chica le pasó una mano por un brazo y luego por la espalda.

—Madre mía, estás flaquísimo. Debes empezar a comer bien. Vamos, levántate y vamos a darte un baño.

La chica le preparó el baño de aquella misma planta y mientras tanto, con ayuda de Karim, bajó un colchón fino y viejo, del desván e improvisó una sencilla cama.



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En el texto hay: planeta, tribus, alienígena

Editado: 24.07.2022

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