Había sido una mañana bastante tranquila en el atelier y prometía ser también una tarde similar. Pero a los chicos les daba igual, porque llevaban una semana agotadora. Agradecían aquel pequeño descanso.
Después de haber estado casi dos semanas de luna de miel habían vuelto al trabajo con las pilas más que cargadas y varios encargos pendientes de varias semanas atrás. Alan, en un primer momento, se había agobiado mucho, pero pronto se dio cuenta de que no valía la pena. Juntos y con calma podrían sacar adelante cualquier trabajo.
Estaban los dos elaborando un diseño que había dibujado Arceus antes de casarse y no se ponían de acuerdo sobre si cruzar la tela por el pecho o por la espalda.
—Yo creo que queda bien de ambas maneras —opinó Rick como si nada.
Alan dio un respingo y miró detrás de él. Allí estaba su padre, como quien no quiere la cosa, observando aquí y allá. A Alan no le sorprendió, hacía casi dos años que el hombre no pisaba el atelier. El chico había sido muy consciente desde el principio de que la implicación de su padre con la empresa de su hijo era prácticamente nula. Pero desde que habían hecho las paces le había pedido a Rick que fuera a visitarlos varias veces y aún no lo había hecho.
Alan miró a Arceus, interrogante. El chico negó con la cabeza.
—Ni una ni otra, cuello barco —dijo, decidido.
Alan suspiró, derrotado.
—Está bien, y si no, al gusto —dijo, pensativo —Ni que fuera una tragedia.
Dejó los trozos de tela en el suelo y se volvió hacia su padre.
—Me alegro de que por fin hayas decidido venir —dijo el chico, con una sonrisa.
Rick se volvió y le devolvió la sonrisa al chico. Alan opinaba que su larga cabellera y su barba le daban un estilo muy desenfadado que era consciente de que a su madre le encantaba.
—No me ha quedado otra, Chelesi se estaba poniendo muy pesada con el tema.
—¿Y por qué no ha venido ella contigo? —preguntó Alan.
Rick puso los ojos en blanco.
—Está muy ocupada con Ninath y a mí ya me está agobiando. Me trata como si no tuviera dos hijos.
La pequeña Ninath tenía cuatro meses y había nacido cuando Chelesi iba a cumplir su décimo mes de embarazo, pero como los médicos que la habían estado atendiendo tenían nociones de biología vaturiana, no lo habían considerado un problema. Por todo lo demás, la niña era perfectamente normal.
Alan se rió.
—Pero debes tener en cuenta que es su primer hijo, y tiene que ser tan guay, tan especial, tan delicado…
Rick enarcó una ceja. Arceus intervino.
—Lo que quiere decir es que tiene ganas de ver a su hermana, supongo que el finde que viene nos pasamos —dijo, sin mirarlos. No convenía que Alan siguiera dejándose llevar por aquel tema.
—Exacto —dijo Alan, encogiéndose de hombros.
Rick miró a uno y a otro, pero pensó que no debía darle mayor importancia.
—Ya, vale, el único problema es que me agobia un poco que no me deje hacer nada a mí, que he tenido dos hijos, y a Jane la deje babear al lado sin llamarle la atención.
—Oh, Jane, listilla —dijo Alan, riéndose —Ya me uniré a ellas.
Rick suspiró y se volvió para mirar los lienzos que había pintado y enmarcado Arceus de sus mejores diseños.
—Esto te ha quedado muy bien, Al —comentó Rick —Son impresionantes.
Alan miró a Arceus, inexpresivo.
—Son míos —dijo Arceus con un punto de orgullo.
Rick se volvió rápidamente para mirarlo.
—Más quisieras —dijo.
—Es verdad, papá, son todos de Arceus —explicó Alan —Hay alguno mío, pero el pintor siempre es él.
Rick lo miró de nuevo, intentando asimilar la información. En lugar de decir nada, siguió paseándose por la tienda, observando todo.
—Por cierto, ¿cómo has entrado? —le preguntó Alan cayendo en la cuenta. Miró la puerta, que no se había abierto en ningún momento.
Rick sonrió para sí, pero no dijo nada. Alan miró a Arceus, pero vio que sonreía. No le valía la pena profundizar. Pero en aquel momento cayó en la cuenta de algo.
—Oh, espera, tengo una cosa que te quiero enseñar —dijo el chico y se marchó a la trastienda.
Rick miró por donde se había ido su hijo y se volvió hacia Arceus.
—Sigues sin gustarme —le dijo descaradamente —Espero con impaciencia que la líes con algo para poder cortarte los huevos.
Arceus puso los ojos en blanco.
—Sí que es aburrida la vida de padre —comentó.
—No te pases, Exseñor…
—Para de llamarme eso —le pidió Arceus.
—Piri di llimir…
—Aquí está —dijo Alan, saliendo de nuevo sin ser consciente de la conversación de los dos hombres.
Rick seguía mirándolo con sorna y Arceus había decidido ignorarlo. Alan se acercó a su padre para enseñarle el boceto de un trajecito para bebé.
—Este sí lo he diseñado yo —anunció Alan, contento—Sabes que no tenemos línea para niños pero he querido haceros esto para vosotros, espero que cuando esté listo os guste.
Rick se quedó un momento sin palabras pero procuró recuperarse rápido, le debía un agradecimiento a Alan. Era un detalle precioso.
—Muchas gracias, hijo, seguro que a Chelesi le encanta —dijo.
Alan le sonrió, complacido.
—Pero no le digas nada aún —le pidió —Lo tendremos listo enseguida.
—Bueno, no tengas prisa —dijo Rick, encogiéndose de hombros —Esperaros un par de semanas a que avise a vuestro abuelo, está difícil de localizar. Y cuando lo haya conseguido nos reunimos un domingo y comemos juntos.
—Perfecto.
—Bueno, yo creo que esto ya está —dijo Arceus por lo bajo, revisando el modelo.
—Sí, creo que ha quedado bastante bien —coincidió Alan—¿Qué te parece, papá?
Pero Rick ya no estaba ahí.
—¿Papá?
—No, se ha ido —dijo Arceus con pasmosa seguridad, revisando la falda.
—¿Cómo lo sabes?