El resto del día no lo dejaron hacer casi nada. Tan sólo a media tarde su abuelo se lo llevó a la cabaña que le habían dicho, donde por fin se pudo quitar la máscara y comer algo con tranquilidad. La comida que le había preparado Ninia se le hacía extraña y exótica, pero estaba bastante buena. Por todo lo demás, le dolía muchísimo la cabeza y se sentía mareado y cansado.
Cuando hubo terminado de comer le preguntó a su abuelo si podía quedarse allí y le dijo que sí, pero que él debía volver a casa con Koshia. A Alan le dio igual. Se echó en la cama, que tenía un tamaño más humano, y se quedó traspuesto hasta que llegó alguien. El chico se incorporó y encontró allí a Rick y a Chelesi, que habían venido a verlo. Iban medio desnudos como con su aspecto vaturiano, pero le dio igual.
—He podido ver a Arceus —le dijo Chelesi sentándose a su lado.
—¿Cómo está?
Chelesi se encogió de hombros.
—Bastante bien, no es por él mismo por quien teme —explicó la chica.
Alan se quedó mirándola.
—No hace falta que se preocupe por mí, aquí dentro estoy bien.
El chico miró a su alrededor y pensó que no estaba tan mal. Era un sitio más bien acogedor, pero solitario.
—Sí, pero no fuera —dijo la chica. Miró a Rick un momento —Me ha hecho prometer que no te dejaremos salir solo. Y menos al bosque.
—¿Qué pinto yo en el bosque? —preguntó el chico como si fuese obvio.
—No, desde luego. No duraría ni diez segundos —dijo el hombre.
—Vaya, gracias —dijo Alan, sintiéndose subestimado.
Rick se rió por lo bajo, con poco humor.
—No sabes dónde estás. Haznos caso, es mejor que vayas de aquí al palacio y si luego puedes, volver a Kalare. Esto es muy peligroso para ti.
Chelesi lo miró, esa vez sin sonreír. Alan pensaba la mismo, esperaba poder irse pronto y volver a su vida normal cuanto antes.
A la mañana siguiente se sentía muy nervioso. Había dormido poco, se sentía aún más cansado que el día anterior y cuando le trajeron el desayuno fue incapaz de comer gran cosa. Se puso de nuevo la máscara y se fue rodeado de su familia. Cruzaron todo el pueblo, pero Alan desconocía que en realidad podían ir volando hasta llegar a Sin. En la entrada de la ciudad se reunieron con Karim y Jane, que habían traído a Jenny con ellos. Alan se preguntó si era prudente traer a una niña tan joven a una reunión como aquella.
Alan, que aún no había visto Sin, se quedó varias veces rezagado observando la ciudad. Inek pensó que para él sería aún más impresionante, porque la ciudad se le antojaría enorme con aquel tamaño. Y cuando llegaron al palacio el chico se quedó un rato mirando el enorme edificio.
—¿No es una pasada? —le preguntó Jane, sonriendo.
El chico la miró y pensó que tenía razón, pero no pensaba decir nada en favor de aquella sociedad. Entraron e informaron de quiénes eran y a qué iban. Los guardias los guiaron a través de varias estancias y pasillos. Para cuando llegaron al salón del trono, Alan se sentía agotado. Miró a su hermana, pero Jane parecía sentirse mucho mejor que él.
Cuando por fin pudo ver a la reina, se quedó algo impresionado. Aquella mujer era la reina vaturiana e iba a juzgar a su marido. Sintió una mano en la suya y vio que era Jane que lo había cogido y se dirigía a unas gradas que había a ambos lados del salón. Pero se detuvo al pasar por delante de alguien que quedaba de cara a la reina. Arceus, que lo miraba con cariño, pero no dijo nada. Alan fue a hablar pero Jane le puso un dedo en la boca y lo estiró para que la siguiera junto a Jenny y se sentaron. El chico se quedó mirándolo, pero Arceus había vuelto la mirada al trono. Llevaba las manos atadas al frente. Alas y Karim se sentaron con ellos, pero Inek y Koshia se quedaron al lado de Arceus, expectantes.
—Sed bienvenidos, humanos y vaturianos —dijo la reina, levantándose. Tenia tres doncellas detrás de ella, que dieron un paso adelante cuando se levantó, pero no hicieron más. Alan se dio cuenta de que una de ellas era Chelesi.
Inek, a pesar de la situación, miraba con orgullo a la chica. Estaba nerviosa. Estaba preocupada por los chicos, por la suerte de Arceus. Porque pudieran volver a casa y seguir con su vida. E Inek admiraba lo serena que se la veía. Desde que Ninath había nacido pensaba que estaba preciosa. Tenía algo más de pecho y sus caderas se habían ensanchado ligeramente. Se alegraba de que ya no fuera tan fina y delgada como cuando la conoció. Chelesi pensó que debía dejar de pensar en esas cosas en aquel preciso instante, e Inek obedeció.
—Estamos aquí para juzgar a Arceus-Mune-Narius por un delito de acoso e intento de asesinato —anunció la reina Lini —Koshia-Mun-Narius, descríbeme el motivo de tu denuncia.
Koshia suspiró de forma casi imperceptible.
—Me encontraba en una situación muy estresante, Majestad —dijo —Había visto Kugula asediada y creía que Arceus quería hacerle daño a Inek.
Lini la interrumpió.
—Creías. No estamos aquí porque creyeras nada. En aquel momento estabas convencida de que Arceus iba a por Inek para matarlo. Dijiste que así lo había dicho él mismo, y los testigos que han querido mantenerse en el anonimato así lo han atestiguado. Una espada artesana del bosque, una espada que suele llevar el Señor de Narius. E iba detrás de Inek con claras intenciones homicidas. Y te había dicho que lo tenía todo planeado. Deja de intentar mentirme. ¿Qué es lo que tenía planeado?
Koshia parecía sentirse muy incómoda.
—Quería… planeaba matarlo. Y luego… matarse él.
Alan se llevó una mano a la cara, pero no pudo debido a la máscara. Aquello no iba en buena dirección. Miró al chico, pero él se mantenía inexpresivo.
—¿Dijo en algún momento cómo pensaba matarlo?
—No, Majestad.
—Pero pensaba luchar con él hasta conseguirlo.
—Sí, imagino que quería vencerlo.
Lini la miró con los ojos entrecerrados.