Allan, Jane y Jenny fueron escoltados por los guardias hasta una sala pequeña y circular en la que simplemente había una columna de luz en el centro y bancos para que pudieran sentarse. Jane y Jenny lo hicieron al momento, Alan las imitó porque no podía más consigo mismo. Suspiró y se quiso llevar una mano a la cabeza. La tenía a reventar de dolor.
—¿Por qué habéis querido venir aquí? ¿Y para qué? —preguntó como pudo.
—¿Arceus no te ha explicado nada?
—¿De qué?
—¿Nunca habéis hablado de nada relacionado con Nagala?
—No, Jane, nunca he querido. Sabes que siempre he pasado del tema de los vaturianos.
—Pues muy mal —le dijo Jane, pero no parecía estar echándoselo en cara —Bueno, hace mucho que Karim y yo hablamos de esto. En esta sala usan un mineral que tienen en este planeta que nos permite desarrollar nuestra genética vaturiana, y lo hará hasta que podamos cambiar como ellos.
—¿Qué?
—Es… supongo que en la Tierra lo llamarían modificación genética o… radiactividad, ¿quién sabe?
—Será dañino —dijo Alan con seguridad. Se recostó en su asiento porque la cabeza le daba vueltas.
—No, en absoluto, Al. Karim me ha jurado y perjurado que no es perjudicial, ni duele. Simplemente seremos más vaturianos que humanos y podremos cambiar a placer como ellos. Tal vez seamos incluso más vaturianos que papá.
—Eso es una tontería… Yo quiero ser yo…
—Seguirás siendo tú, tonto. Simplemente que serás libre de moverte por todo el planeta sin esa máscara.
Alan gimió, pero le dolía demasiado la cabeza y dejó de escucharla. Madre e hija se pusieron a hablar, pero él ya no prestó atención. Supuso que terminó quedándose dormido, porque ya no recordó nada más hasta que un tiempo después, no supo cuanto, se quitó la máscara porque le molestaba. Oyó que esta caía al suelo y se volvió a dormir.
Hacía rato que se encontraba en un duermevela en el que oía de fondo a las chicas que seguían hablando, bromeando y riendo. Abrió los ojos y se los frotó. Ya no le dolía la cabeza y se encontraba mucho mejor. Se incorporó y buscó a su hermana y su sobrina, pero sólo encontró a una mujer vaturiana acompañada de una niña también turquesa. Se quedó mirándolas boquiabierto.
—¡Alan! —dijo la vaturiana, que tenía la voz de Jane —Por fin te has despertado.
—Mira, tito, nosotros ahora somos como ellos —dijo la niña, con la voz de Jenny, muy contenta.
—¿Jenny? —preguntó Alan, comprendiendo —¿Jane?
—Sí, cielo, somos nosotras. Tú también has cambiado, y déjame que te diga que estás monísimo.
Alan se miró las manos y vio que efectivamente él también era azul. Su ropa se había roto al cambiar, pero se sentía extraordinariamente bien sin ella.
—No sé si me gusta la idea de haber cambiado —dijo el chico para sí.
—Pero ahora puedo respirar mejor —dijo ella, aspirando aire profundamente.
El chico se quedó mirándola y pensó que era muy diferente a Chelesi. A pesar de que la chica ya no estaba tan delgada como cuando la conoció, Jane tenía unas formas muy voluptuosas a pesar de haber cambiado de cuerpo.
—Guapa —le dijo el chico.
La chica se acercó a besarle la mejilla.
—Salgamos, quiero irme con Karim —dijo la chica —Y hay que saber qué ha pasado cuando nos hemos ido del salón del trono.
Alan se acordó de todo en aquel momento y se preguntó si al final Arceus se libraría de su condena. La reina había eludido el tema en cuanto los tres forasteros entraron en el salón, pero no quería permitirse pensar que de verdad iba a salir impune. La mujer había dicho que lo que el chico había hecho era reprobable, y Alan comprendía que hasta cierto punto, tenía razón.
Se vistieron con las finas ropas que les habían dejado en uno de los bancos, pero Alan sólo se puso unos pantalones, no quiso ponerse nada en la parte de arriba. Se sentía tan bien así…
Salieron de la sala y siguieron un pasillo hasta que llegaron a una sala del palacio donde al parecer los esperaban el resto de la familia. Todos se quedaron mirándolos con asombro y Jane se fue corriendo a los brazos de Karim.
—¡Cómo mola esto! —le dijo al chico, que le devolvió el abrazo y una atractiva sonrisa —Ya no soy pequeña e indefensa.
Los demás se habían quedado mirando a Alan y el chico empezó a preguntarse porqué, porque su abuelo empezó a fruncir el ceño y miró a Inek, que también se había vuelto hacia su ati, interrogante. Volvieron a mirarlo a la vez y Alan enarcó una ceja. Miró a su marido y vio que estaba boquiabierto. Dio un paso hacia Inek.
—¿Te acuerdas de cuando viniste a Narius que te dije que eras el híbrido de una leyenda que decía que iba a traer problemas? —le preguntó mirando fijamente a Alan.
Inek lo miró.
—Sí.
—Pues creo que no eras tú.
Inek se volvió a mirar también a su peni de nuevo y luego a su ati.
—¿Papá…? —empezó, pero Alas lo miró.
—Esto es increíble.
—¿Alguien puede explicarme qué pasa? —preguntó Alan perdiendo la paciencia.
Se miró y de repente se dio cuenta. En su torso había formas muy extrañas. Había dos espirales en su pecho y otras líneas que aunque bonitas y con un aire fantástico, le parecían muy fuera de lo común. Arceus no tenía nada igual, ni Alas, ni Karim. Ningún vaturiano que Alan hubiera visto tenía unos dibujos así. Se miró los antebrazos y vio que seguían las extrañas formas, hasta su mano y los dedos. Miró a su familia, interrogante, y encontró a Arceus delante de él, rozándole el pecho con las yemas de sus dedos, impresionado. Inek estaba detrás de él.
—¿Soy… diferente? —preguntó.
Alas miró a su alrededor con precaución.
—¿No te han dado ropa? —le preguntó en voz más baja.
—Sí, está en la sala.
—Espera —intervino Jane. La mujer volvió por el pasillo que habían usado y volvió a la sala de cambio. Cogió la camiseta para Alan y regresó. Se la dio y el chico se la puso enseguida.