Alan se irguió, quejándose. Chelesi chasqueó la lengua, fastidiada por el movimiento del chico, pero esperó paciente. Habían hecho una hoguera al pie del mismo árbol y hacía un rato que había caído la noche. Alan no entendía porqué estaban todos allí, pero como al parecer para todos la prioridad había sido curarles las heridas a él y a Tanik, no había tenido ocasión de preguntar.
—¿Puedes estarte quieto? —le preguntó la chica, paciente.
—Escuece mucho —se quejó el chico.
—No me extraña, son cortes profundos, pero si te estas quieto y te lo curo bien, se cerrarán antes —le explicó.
—¿Qué estabais haciendo? —preguntó Inek.
—Nada, papá, seguir por aquí. Nos estábamos tomando un tiempo.
—¿Y por qué me da que no os estabais dirigiendo a Kugula como habíamos dicho?
Alan miró a su ati con fastidio.
—Pillado —dijo Tanik.
—¿Me equivoco? —preguntó Inek con una sonrisita.
—No —dijo Alan bajando la mirada.
—Bien, y, ¿a dónde ibais?
Alan suspiró.
—A tu peni se le había metido en la cabeza ir a Kimarai —dijo Arceus mirando el fuego.
Alan lo miró, preguntándose porqué el chico lo estaba contando. Mientras tanto, Inek, Karim y Alas intercambiaron una mirada.
—No es mala idea, ¿no? —dijo Inek.
Alan volvió a mirar a su padre, interrogante.
—Allí íbamos nosotros también —explicó.
—¿Por qué?
—Porque Koron y Nasha ya se habían marchado de Sin y necesitábamos información, pero Lini también nos ha dicho que es mejor que vayamos a Kimarai.
—¿Para qué, papá? No lo entiendo. ¿Y qué es la Tríada? ¿Por eso buscáis información? Además de mi piel…
—Sí. La Tríada. Bueno…
Inek miró a Alas pidiéndole ayuda.
—Ya veremos. Podrían ser quienes nos pueden ayudar a que la reina vuelva a su trono —dijo Alas sin mirar a nadie.
—¿Y puede tener relación con mis dibujos? Es todo muy lioso, tenéis que admitirlo —dijo el chico con una nueva mueca de dolor.
—Ya casi estoy —dijo la chica en voz baja.
—Puede tenerla —contestó Alas —Pero ya veremos.
—No sé qué ocultan, pero me da mal rollo —dijo Alan.
—No sé… Me escama.
—Pero me gustaría saber porqué querías ir a Kimarai —dijo Inek.
—Me apetece —contestó Alan encogiéndose de hombros.
—¿Y os ibais a ir sin decirnos nada? —preguntó Inek enarcando una ceja.
Alan resopló.
—¿Te digo lo tranquilo que me he sentido estos días?
—Lo siento si represento un agobio para ti.
—No, papá, pero deja de intentar controlarme. Estoy bien.
Inek se quedó un rato mirándolo y luego pasó su mirada a los dos chicos. Arceus ya lo estaba mirando a él y Tanik estaba tallando algo.
Al día siguiente tanto un chico como otro estaban mucho mejor de las heridas. Inek recordó lo rápido que sanaban los vaturianos y se sintió orgulloso de pensar que su hijo ya era todo uno de ellos, le gustara o no.
Al poco de reemprender la marcha, él se perdió de vista con los dos chicos y los demás tuvieron que apretar el paso. ¿Desde cuando su peni era tan veloz? Y cuando el paisaje se volvió algo más desértico, pudo ver que el chico se alejaba volando sin mirar atrás. Trazaba piruetas en el aire con Arceus, pero Tanik se mantenía constante en su vuelo.
—Deberían esperarse —opinó Alas —¿Vais a querer parar en Karish?
Inek miró a Karim.
—Tú eres de allí —dijo.
Jane también miró al hombre.
—Sí, pero no guardo muy buenos recuerdos —explicó el hombre con indiferencia, no sabían si fingida o no —¿Para qué habría que parar allí?
—Bueno, yo creo que habría que preguntar en todos los sitios a ver qué opinan de la reina —explicó Alas —Y aquí en Muruma la única ciudad es Karish, si no preguntamos aquí ya no podemos hacerlo con nadie más.
—Sí —dijo Karim, serio —Te recuerdo que Koron mencionó a los zarash.
—¿Quiénes son? —preguntó Inek.
—La tribu de las dunas —contestó Karim en un tono sombrío —Viven escondidos en las pocas cuevas que hay en el desierto y son de lo más hostiles. Si de verdad están en contra de Lini habría que andarse con mucho cuidado.
Inek se quedó pensativo. Miró a Ninath, a la espalda de Chelesi. La mujer había insistido en ir con ellos porque tenía muchas ganas de ver mundo y Kimarai era muy sabido que era un lugar de belleza extraordinaria, pero ahora se le antojaba una imprudencia tenerlas allí.
—¿Crees que deberíamos entrevistarnos con ellos? —le preguntó a su ati.
—No nos queda otra que hacerlo —dijo Alas, resignado —Pero ayudaría que la gente supiera que vamos con la Tríada.
—No sabemos qué papel tienen en esto, ati.
Alas suspiró.
—No se lo puedes ocultar siempre. No puedes sobre protegerlo y te está pidiendo que no lo hagas.
Inek miró en la distancia, donde al parecer los chicos se habían parado al darse cuenta de que los demás se habían quedado rezagados.
—No sé si quiero poner sobre sus espaldas la responsabilidad de parar algo como lo que está pasando. Hace unos días era un simple humano, con un trabajo humano, feliz, y muchas cosas más, y siento que Nagala no le ha traído más que problemas —explicó Inek —¿Cómo puedo decirle que ahora debe convencer a un planeta entero de que la reina es lo que más nos conviene?
—Peni, puede ser duro. Pero la vida, además de ponerlo en una situación difícil, le ha dado dos compañeros. Ellos sí son de aquí, saben lo que se hacen, y pueden apoyarlo lo que él necesita.
Inek miró a Alas.
—O… —empezó con suavidad Jane —Puede que lo estés subestimando.
—¿Tú crees?
Jane se encogió de hombros con una sonrisa.
—Siempre lo has hecho. Vamos a seguir adelante a ver qué nos dicen en Kimarai, pero no se le puede ocultar siempre. Tal vez nos sorprende.