Siguieron disfrutando del paseo unas cuantas horas más hasta que Alan se detuvo y se quedó mirando el atardecer, ensimismado.
—¿Te está gustando esto? —le preguntó tímidamente Tanik.
El chico sonrió sin perder de vista lo que estaba contemplando.
—Me encanta.
—Esta vez me alegro especialmente.
Estuvieron un rato en silencio contemplando el paisaje anaranjado cuando a Tanik se le ocurrió algo que hizo que Alan se estremeciera de una forma poco desagradable, sin embargo…
—No puedo quedarme aquí, Tanik —dijo, lamentándolo.
—¿Por qué?
—Cuando todo esto acabe debo volver a Kalare. Allí tengo un trabajo que atender que ahora he dejado abandonado por venir aquí. Una casa, un proyecto de vida.
Tanik volvió a ver las imágenes y los pensamientos del chico. Cuánto deseaba llevar a cabo lo que quería para ser ati junto a Arceus. Querían irse a vivir cerca de Inek, tener una vida, seguir en un sitio donde hacían ropa humana.
—Pero, ¿no vas a querer volver nunca?
Alan pensó por un instante que se marchaba y se quedaba él allí. Lo miró con el corazón acelerado.
—¿No pensarás quedarte?
Tanik lo miró.
—Creo que siempre has dado por hecho que vendría contigo a Kalare.
—¿Y no piensas hacerlo?
Tanik volvió a mirar al frente, pensativo. Intentaba ponerse en la situación y pensar en lo que realmente sentiría si se marchaba de su planeta. Le daba mucha pena. Pero que se marchara Alan…
—Imagino que aunque no lo parezca estáis hablando, pero tenéis que admitir que la cosa parece un poco rara desde fuera, ¿os queda mucho? —preguntó Inek con tono divertido.
Los dos chicos se giraron para mirarlo.
—Jo, pues parece serio —comentó Karim.
—¿Pasa algo? —preguntó Arceus.
—No —dijo Alan, esforzándose por sonreír —Vamos a continuar o se nos hará de noche.
—La verdad es que empiezo a tener frío, ¿no sería mejor continuar mañana? —dijo Chelesi.
—Ahora no podemos detenernos, aquí no podemos acampar —dijo Tanik, que no se había esforzado en sonreír y estaba serio y meditabundo.
—Cambia la cara, ¿no? Disimula un poco —dijo Alan.
—No me apetece.
—Oye, para mí también representa un problema, ¿vale? Yo conocí a Ar en Kalare porque él no quiere vivir más aquí. Que tú no tengas esa ventaja…
—Vamos a dejar el tema por ahora. Hay que centrarse en el camino. Ya pensaré en qué podemos hacer.
—No, quiero saber ya si serías capaz de verme marchar.
Tanik se detuvo un momento para mirarlo y Arceus estuvo a punto de chocar con ellos.
—Repito: ¿pasa algo? —susurró.
Los dos lo miraron. El chico alzó las cejas, expectante.
—Déjalo —dijo Alan, repentinamente enfadado y siguió adelante sin esperarlos.
—Bueno, ya te tocaba enfadarlo tú, ¿no? —le preguntó Arceus con una sonrisita.
Tanik lo miró inexpresivo y siguió caminando sin contestar.
Era casi de noche cuando por fin llegaron a un cartel que indicaba, con los extraños símbolos propios de Nagala, que estaban cerca de la corte de Kiriana.
—¿Cómo de cerca? —preguntó Jane —Además, ¿soy la única a la que le parece de mala educación llegar a un sitio a la hora de cenar?
Inek se rió, mirándola divertido.
—Esto es Nagala, chica —le contestó Alas, también divertido —No es de mala educación, sobretodo cuando vas con la Tríada de una leyenda y te esperan con ansia.
Alan lo miró con una ceja enarcada. Él sólo sabía que estaba cansado de caminar y empezaba a tener hambre.
—Queda poco —dijo Tanik, y Alan no supo si para todos o sólo para él.
—¿Cómo lo sabes? ¿Pone distancia? —preguntó Koshia.
—No, pero lo sé. Tú conoces tu bosque, yo mis montañas —dijo, y siguió caminando.
—Buen argumento —opinó Inek, y siguió caminando detrás de él.
Cuando ya fue noche cerrada y sólo veían por donde iban gracias a su visión nocturna, llegaron a la entrada de una iluminada cueva. Estaba señalizada con dos antorchas en la entrada y conforme se fueron acercando, aparecieron dos vaturianos a recibirlos.
—Bienvenidos a Kiriana —dijeron —¿Quiénes sois?
—Soy Alas-Mune-Narius y vengo acompañado de mi familia y de la Tríada. Hemos recibido una invitación en Kirita —explicó Alas.
Los dos vaturianos se miraron un momento.
—Que se presente la Tríada —pidió uno de ellos.
Alan pasó hacia delante, resignado, y poco después se situaron a su derecha Arceus y a su izquierda Tanik. Los dos vaturianos los miraron asombrados.
—Es el mestizo de la leyenda —dijo uno.
Alan enarcó una ceja.
—Presumo que no sois Tai y Celesia —dijo.
—No, señor, venga con nosotros —dijeron y les dieron la espalda para adentrarse en la cueva.
Alan suspiró.
—Soy una puta atracción de feria —dijo, sin seguir a los dos individuos.
—Pues alégrate y tira, no es de buena educación hacer esperar —le dijo Jane al oído.
—Que se te quede mirando a ti todo el mundo con pasmo, a ver qué tal —le dijo, sarcástico.
Pero no volvió a quejarse porque Arceus lo cogió de la mano y se puso a caminar detrás de los dos vaturianos a paso ligero.
—¿Crees que nos van a pedir autógrafos? —preguntó Alan.
Sintió que Tanik ponía los ojos en blanco. En la cueva, el sonido de sus pasos y los múltiples collares del chico sonaban mucho. También oyeron la carcajada contenida de Arceus.
—Cielos, espero que no, me basta con su apoyo —dijo el chico.
—Si son frikis medio hippies, ¿cómo pretendes que nos ayuden en una guerra? —preguntó Alan como si fuese obvio.
—Espero, peniari, que no insultes a nuestros anfitriones con comentarios tan poco afortunados —dijo Alas a su espalda, haciendo que el chico diera un respingo.