A Allan y a los dos chicos les costó más de lo que habían creído establecerse en el poblado. Les asignaron una cabañita algo más apartada, estaba claramente en desuso desde hacía mucho y tuvieron que pasarse días adecentándola. Pero además de eso, tuvieron que acostumbrarse a comer como lo hacían allí, y la dieta se basaba en mucha verdura y poca carne y pescado. No era que Allan estuviera muy acostumbrado a comer a la inversa, pero que estuviera todo tan racionado le desagradaba bastante. Durante la semana que habían estado en la selva habían estado comiendo lo que querían, y Maro los riñó a propósito de eso. Habían cazado algo más de lo que debían y habían recolectado fruta que no debían haber tocado en aquella época del año.
Inek, Chelesi, Alas y Koshia en cambio se adaptaron estupendamente. Vivían algo más cerca del pueblo, en dos pequeñas cabañas que estaban mucho mejor conservadas y Ninath pronto encontró varios amiguitos con los que jugar cada día. A Chelesi le fascinaba que hubiera tantos niños pequeños, porque nunca en su vida había visto tantos.
Tanik enseguida se sintió fascinado con los rebaños del poblado. Tenían una cantidad muy limitada de animales, pero debían tener mumúas, koas, nikras, además de nirish que los defendieran y avisaran de posibles amenazas. Se esforzó en aprender más astrología, porque los niantai resultaron ser también unos excelentes estudiosos de las estrellas y constelaciones. Y gracias a eso, supieron que pasaron varios meses. Hasta que una noche, Allan tuvo que recordarse a sí mismo que en Kalare aún había un lugar que le esperaba. Que algún día debía volver, reabrir y emprender una actividad que en aquel momento le parecía irrisoria y casi absurda. ¿Quién se pondría ahora a diseñar ropa? ¿Quién podía decirle que algún día volvería a girar la llave en la cerradura para entrar en su piso y vivir como un chico terrícola normal y corriente? Aquello, le gustara o no, había quedado muy atrás. Nunca se habría imaginado, cuando llegó a Nagala, débil y humano, que pasaría tanto tiempo allí y que se alejaría tanto de su yo.
No había vuelto a soñar con ninguna voz de Omei Ya desde unos días después de llegar al poblado, cuando le dijo que estaban donde debían. Le repitió varias veces que Lini estaba bien, y que se quedaran allí un tiempo y aprendieran todo que pudieran de los niantai. Y así estaba siendo, pero aquella noche le había dado por pensar… Y acordarse de todo. No siempre había sido todo así. Y se preguntó, tal vez por un número muy elevado de veces, si podrían marcharse alguna vez de allí.
Al poco de llegar a la aldea, Jane había decidido ser sincera con Karim y decirle que sentía algo por Tirina. Él, extrañamente, no se había enfadado, no había discutido. Simplemente le había preguntado a la mujer si seguía queriéndolo y ya está. Como era así, le dijo que le daba igual si mantenía una relación con los dos. Las cosas en Nagala eran distintas a las de Kalare y si ella estaba segura de quererlos a los dos, él no pondría ningún impedimento. Tal cual había dicho Tirina en su momento.
Y las dos chicas habían avanzado mucho en su relación a pesar del mal humor de la chica por haber perdido su querido barco. Pero pronto Jane se dio cuenta de que había algo más, que Tirina tenía mucho, muchísimo más trasfondo del que aparentaba, pero que no iba a contarle nada y sin embargo sí iba a afectar a su relación. Algo había sucedido en su pasado que no la dejaba avanzar y que Jane sintió que le impedía fiarse de ella. Hasta que un día le pidió hablar. Jane no se olía nada bueno.
—¿Te encuentras bien?—le preguntó la mujer—Llevas días muy taciturna.
Tirina no levantó la mirada. Claro que lo estaba. ¿Cómo no iba a estarlo? Pero todo aquello no era asunto de Jane, por supuesto que no.
—Creo que lo mejor sería dejarlo estar—dijo.
—¿El qué?—preguntó Jane.
—Esta relación. No me satisface—dijo.
—No te creo.
—Me da igual si me crees o no.
—¿Cómo esperas que me trague eso?—le preguntó Jane, enfadándose—Te crees que nadie se da cuenta, pero sé que no estás bien. ¿Por qué no me cuentas lo que te pasa?
—Porque no es asunto tuyo—le contestó la chica, cortante—Simplemente… aléjate de mí. Creía que podría tener una relación, pero no. No puedo. Y no te quiero cerca.
Jane se quedó mirándola largamente, entristecida. Le había costado aceptar que realmente tenía dos relaciones. Le había costado darse cuenta de que Tirina era muy buena, pero que tenía un carácter alucinante. Y ahora, sin más, la dejaba sin explicaciones. Suspiró.
—Sé que te estás equivocando—le dijo en voz baja—No me creo que no me quieras cerca. Pero mientras tengas miedo no sé a qué, no podrás ser feliz.
Tirina por fin levantó la mirada para dirigirla a la chica con enfado y algo de sorpresa. Ella tenía razón. Claro que la tenía, pero…
—No quieras saber más de lo que realmente sabes—le dijo—Mantente al margen y ya está.
—Me dijiste que querías quedarte aquí conmigo—le espetó Jane, enfadándose al fin—¿Ahora qué? Camelas a la gente y luego la mandas a la mierda. Eso no se hace. Yo no soy esa persona que te hizo daño en el pasado.
Tirina se olvidó del enfado y se quedó mirándola boquiabierta. No podía contestarle. No en aquel momento. Se dio la vuelta y se alejó en la espesura de la selva. Tenía que alejarse. Marcharse. No quería ver el dolor en la hermosa cara de Jane.
—Vienen…
—Sí, tal vez tarden unos días más, pero no hay tiempo.
—Deben dejar de mentiros. Lo hicieron por un buen motivo, pero ahora deben abandonar ese propósito…
Había cadáveres por todo el poblado. Todos muertos. Niños, ancianos, mujeres embarazadas. Allan gimió. Lloró. No podía ser. Aquello era una masacre.