En aquella ocasión la sala se llenó más que en el juicio contra la reina. Se había corrido la voz de que aquella vez la diosa iba a hablar y empezó a llegar gente de todo el planeta. A muchos no les daría tiempo de llegar, pero tampoco era posible alojar a tanta gente en la sala.
Como Inek y los demás pudieron comprobar, la mayoría de señores de Nagala seguían allí. Algunos ya se habían marchado, otros ya no estaban entre ellos como Merara y Koshak. Otros, como Tai y Celesia, no se habrían marchado de allí hasta solucionar todo por nada del mundo. Miraron a Omei Ya con algo cercano al éxtasis.
La diosa se quedó delante de todo el mundo con Arceus y Tanik algo más atrás como el día del juicio y un poco intimidados. Lini miraba a la multitud con algo de petulancia. Sabía perfectamente que para algunos, las cosas no saldrían bien aquel día, pero llegados a aquel extremo, ya le daba igual. Lo importante en aquel momento, bien lo sabía, era restablecer cuanto antes el orden.
Se hizo un silencio sepulcral en la sala y Omei Ya lo alargó, paseándose por todo el oval mirando de arriba a abajo a todo el mundo con su cara inexpresiva.
—Por fin puedo dirigirme libremente a todos vosotros—dijo—Y a todos, aunque no estén aquí. Confío en que lo que se diga hoy aquí sea extensamente difundido. Porque sólo lo voy a decir una vez. Espero no tener nunca más la necesidad de dirigirme así y mi pueblo.
Más silencio. Alguien, al parecer, levantó una mano para hablar, porque Omei Ya miró a un punto fijo y señaló a un vaturiano que bajó enseguida la mano. Arceus aguzó la vista y pudo ver que se trataba de uno de los tripulantes del Bruma Plateada que saltaron a bordo del Joya de la Diosa junto a su capitán.
—Nos gustaría saber qué le ha sucedido a Koshak—dijo en un tono que ni a Arceus ni a Tanik les apreció muy respetuoso. ¿El hombre no era consciente de con quién estaba hablando?
—Ha pagado por todo el mal que había hecho. Estaba haciendo lo posible por evitar mi invocación y ha pagado cara su sublevación—contestó la diosa, y luego procedió a darle la espalda al hombre. No pensaba decir nada más al respeto.
—Hoy es menester que me dirija a vosotros porque al parecer estáis descontentos por el reinado de Lini—dijo la diosa. Y se volvió a mirar a todo el mundo para ver si había alguien dispuesto a discutirle. Como nadie osó decir nada, la diosa procedió a relatar lo mismo que Lini les había contado días atrás: la creación de los selesios y los vaturianos, cada unos con unas virtudes y unos defectos.
—Yo les dejé claro que quería a Lini y a nadie más para reinar Nagala—dijo, usando un par de tonos más elevados de voz—Yo. Vuestra diosa creadora. Y, sinceramente, me parece mucha vuestra soberbia al intentar contradecir lo que en su día decidí. Pero supongo que sin duda era cierto que mis selesios eran algo más inteligentes que vosotros. Si algo de lo que mi Lini haga no os gusta, el asunto se parlamenta. Se plantea, y se aportan soluciones. Pero… ¿rebelarse como hizo Koshak? ¿Agredir como Merara? ¿Luchar como salvajes en el palacio de la reina? ¿Mantenerla durante meses encarcelada?
Omei Ya se quedó mirando de nuevo a todo el oval, negando sin parar con la cabeza.
—Decepción… Eso es poco, la verdad—dijo algo más bajo la diosa—No, es algo más. Pero ya no tiene vuelta atrás. Lo hecho, hecho está. Y aquí me tenéis, en vuestra presencia, dejando claro que quien debe reinar este planeta es Lini. Que da igual de qué raza sea, es de mi creación y es lo que yo quiero. No toleraré más sublevaciones, ni faltas de respeto, ni rebeliones contra ella.
—Ha hecho cosas que no deberían haberse tolerado—dijo un vaturiano que se levantó sin más. Inek pudo ver que se trataba de un hombre de Aleya.
—¿Cómo qué?—preguntó Omei Ya.
—El tema que más nos desagrada… es el del híbrido.
—A ese híbrido se lo pedí yo—dijo la diosa sin más preámbulos.
—Entonces, ¿soy el encargo de la diosa? ¿Y si hubiera preferido una pizza de bacon ese día?—se preguntó Inek con fastidio.
—Inek…—le reprendió suavemente Chelesi.
—No, en serio, es una información un tanto desagradable, ¿no crees?
Chelesi no contestó, pero comprendió la forma de pensar de su nihala.
—Pero, Omei Ya, —protestó el hombre—debéis comprender que eso no es algo que se pueda pedir sin más.
—Pues lo hice—contestó la diosa—Verás, yo necesitaba un híbrido que cumpliera con aquella profecía. Y el hecho de poder comprobar que dos razas tan diferentes podían crear algo tan asombroso como nuestros híbridos me llevó a pedírselo a Lini y ella se lo pidió a quien creyó. Podría haber salido mal, soy muy consciente. No fue así y me alegro. Tendrán su recompensa por haber contribuido a cosas muy importantes para Nagala, pero eso ya no es asunto tuyo ni de nadie.
Entonces Omei Ya volvió a mirar en derredor.
—Quiero dejar claro que yo siempre estaré detrás de muchas cosas que haga Lini. Y no planeo dar explicación a todas de ahora en adelante. Se las daré a Lini porque debo, pero no a todos vosotros. Así que más os vale empezar a respetar lo que le mando a la reina y lo que ella, en consecuencia, os mandará a vosotros. Y todo lo que le pido tiene un porqué, aunque no podáis entenderlo. Espero que haya quedado claro.
—Pero se han cometido errores—comentó otro vaturiano entre el público, pero no se quiso dejar ver.
—Lo sé—contestó la diosa sin mirar a nadie. Luego meneó la cabeza—O lo que vosotros creéis que son errores. La verdad es que nunca he cometido. Pero sí, admito que visto desde fuera pueden parecer errores. Por lo que volvemos a lo de antes: no todo lo que Lini hace tiene que tener explicación para vosotros.
Omei Ya miró a la sala, tal vez esperando que alguien volviera a replicarle, quejarse, lo que fuera. Sin embargo, pasó casi un minuto y nadie dijo nada. Luego volvió a caminar por todo el contorno.