El mundo está lleno de almas rotas; corazones tristes, enojados, corruptos. Son muy pocos los corazones alegres, esos que les darían envidia a los otros corazones. Luego la confusión, la mezcla de emociones tienen muy escasa frecuencia.
Vivimos en una sociedad donde mentir se volvió rutina, traicionar en monotonía y ser hipócrita es la ropa de algunos de todos los días.
Todos vemos la pobreza en el mundo, pero no saben que la pobreza más grande de una persona es presumir su ego, alardear su falsa personalidad y creerse superior a los demás.
Existen personas que su familia depende del dinero, que sus relaciones dependen del dinero, que sus emociones también dependen del dinero, en breve, su vida depende del dinero. El dinero no puede comprar los modales, el respeto, la humildad, el amor, la moral, la personalidad, la integridad y el sentido común. Hablando de plata, hay personas que son como las monedas: valen poco y tienen dos caras.
También están las personas que destruyen el regalo más preciado del mundo, la naturaleza. Creo que no existe ningún ser humano empático, ya que todos en algún momento somos egoístas, ya que, si lo fuéramos, ¿cómo se sentiría perder tu casa? Si tienes familia ¿cómo se sentiría perderla? ¿cómo se sentiría que te saquen la piel? ¿cómo sería vivir con miedo a que te maten? Lo que le falta a la humanidad no solo es ponerse en el lugar de las personas, también el de los demás seres vivos.
Por último, el mundo no sabe que las palabras son como un arma de doble filo. Si la gente supiera que las palabras equivocadas destruyen sueño, destruyen relaciones, destruyen autoestima, tendrían un filtro en la garganta. Si no eres capaz de alabar, de engrandecer, de admirar, de amar. Quédate con la boca cerrada.