Jardín de Poesía

Yo, sincera

He venido, oh pequeño gorrioncillo. He venido a tejer mis palabras sinceras, eres la flor dorada que se alza sobre el castillo de espinas que mi corazón indeciso es. Escucha, lo sé, mi voz suena como un lejano barullo de oleaje de mar a tus amables oídos. Cargo ya un tiempo esperando para hablarte todo lo que dentro como una cueva profunda guardo.

Quejumbroso viento silba, aún no me escuchas amor mío. Tú en lo alto de la monataña y yo en lo más bajo de sus faldas, tus ojos parecen querer buscarme sin poder encontrarme, perdida en la vasta mar solo una ínfima estrella de brillo azulado. 
Aunque sincera quiero serte, mis palabras ya danzan alejándose de mis labios, cuales pájaros volando hacia el crepúsculo divino que se quema más allá de tus ojos de grandeza en cielo infinito.

Al tintineo del cantar del canario, escribo palabras hartas, las mismas que a tus oídos aún no llegan, mis versos espero tengan mejor suerte, que mis vanos intentos por querer cantarle al alba mis sentimientos, que van acariciados por la suavidad de tu voz que va más allá de este efímero destino en vida.

Ah, si tan solo pudieras escuchar la sinceridad en mi alma, si tan solo pudieras ver que aquí estoy, buscando en el profundo bosque de mi mente la manera y las palabras con las que espero lograr que entiendas esto que siento.

Vas, vienes. Voy, vengo. Las manecillas del reloj avanzan sobre los prados de la vida, la estrella que mi camino iba guiando sobre la tierra y la mar va perdiendo el fulgor de la esperanza. ¡Ah, qué triste su cantar!, que me hace recordar, lo solitario que es el abismo llamado mar, que tanto nos separa.
Inefable es la luz de la luna sobre la piel desnuda de tu rostro, la belleza etérea que emana deja embelesado a todo el que mira, mis palabras ya se han vuelto interminables y veo como la confusión se muestra en la luz que brilla en tus hermosos ojos.

Mis palabras sinceras, no tienen principio ni fin así como los sentimientos que guardo, que tanto te vivo diciendo, que jamás me cansaré de decir ni aunque la melancolía de la lluvia quiera arrastrarme a un vacío donde tú, no estés ni yo pueda verte.

Así que amor mío, recuerda que mis sentimientos son inmarcesibles, que la elocuencia en mis palabras sinceras no son un adorno. Es lo que este corazón frágil siente por ti, desde que tu imagen cruzó en mi mirada, y desde que esta nefelibata escritora quiso hacerte saber lo que perturbaba a su mente y corazón a diario.




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