Jaula de Aves

Mirra e Incienso.= Inicio V

15 de Enero de 1944. 

La mañana estaba fría y con probabilidades de llover. Se había contratado una nueva ama de llaves, la cual tenía prohibido tener contacto alguno con Dora. Antes de irse al campo, Rudolf bajo a desayunar. Un percanze con la nueva ama de llaves colmó su paciencia.

—Yo trato a la gente como quiera.—respondío altanero a la mirada desaprobatoria de Dora.

—Si. Ya me di cuenta.—dijo con el mismo tono de voz.

—Escucha, cariño, no quiero tener que volver a usar tácticas más estrictas contigo.

—Nada de lo que haces, me hará llorar más de lo normal.

—No desayunare aquí—alegó colocandose su gabardina condecorada—me voy con Müller.

—Tiene una reunión...

—Tiene que dejarme pasar. Soy su amigo.

—¿Tu amigo?. En serio crees que te quiere después de Dios sabe cuántas salbajadas le has hecho—renegaba con desdén—¡eres un puto egoísta sin corazón!.

Rudolf  la tomo con brusquedad de la nuca— ¡Cállate, ya basta, basta! ¡Me voy a salir y le echaré llave, no molestaras a Maria!.

La arrojó haciendola retroceder; mientras mabtenía el equilibrio, a Rudolf le dió suficiente tiempo para salir violentamente del cuarto y cerrar la puerta.

Se percató y corrío a ella.—¡No! ¡Rudolf! ¡Rudolf! ¡No!.—forzejeo la manija pero ya estaba asegurada.

Rudolf bajó con Maria y le entregó la llave. 
—No quiero que subas y le abras. 

—Pero señor…

—¡Cállate!. No importa que grite o patalee, o inclusive si amenaza con quitarse la vida; son amenazas vacías. No quiero que le abras. Cualquier problema vas por mi a casa del señor Müller.

—Pero esta cruzando la ciudad.

—Existen los autos señora.

—Está bien señor Häusler, lo que diga.

Rudolf salió de la casa, su chofer lo esperaba, y se desapareció rumbo a casa del señor Müller que no lo recibió con buen gusto. Mientras tanto en la casa Häusler las cosas se complicaron, pues al parecer los 9 meses de gestación ya estaban listos. Y las contracciones empezaron, el bebé ya viene.

Las contracciones empeoraron. Y Dora agonizaba de dolor, y gritaba desesperada por ayuda.

—¡Maria! ¡Maria! Por favor abreme.

—Pero señora el señor Häusler me dijo que no le abriera.—respondío muy nerviosa.

—¡Por favor! ¡Abreme ahora!.

—Iré por el señor Häusler.

—¡No! ¡Ya no hay tiempo! Dile al chofer que vaya a avisarle.

Rudolf llegó azotando puertas. Antes de él, su madre, la comadrona y un pequeño grupo de enfermeras ya habían llegado. Desde la calle, escuchaba los gritos de Dora. Al subir las escaleras, escuchaba pasos y pujidos, se sentía mariado y posiblemente asustado.

—¡Rudolf!—escucho la voz distorcionada de su madre—¡Que bueno que llegas, tu hijo ya va a nacer!.

Dora estaba en la cama, tiraba con fuerza dos retazos de tela atadas a la cama.  Su cara enrojezida y sus ojos saltones, alteraban a Rudolf. Se acercó, y algo dentro de él lo llevo junto a la cama y lo hizo sentarse en la silla para solo vigilar. Veía sangre en las mantas y a las enfermeras ir y venir con nuevas. La comadrona solo le daba animos, con sus rodillas sobre el colchón entre las piernas de Dora.

—¡Bien Dora, vas bien. Un intento más!.

Dora grito, su garganta le ardía de tantos gruñidos, dió un último pujido y a los segundos, comenzó a escucharse un delicado llanto.

—Ya nació...—susurro Miriam, en una esquina del cuarto igual de nerviosa y junto a ella estaba su hermana Mara.

Rudolf sentía como su alma se desprendia. Sentia un ardor en su pecho, uno extraño y que nunca sintió en su vida.

—Rudolf...—le llamo su madre ya rodeando al bebé—Rudolf, es tu hijo.

El se levanto con sus piernas temblorosas. Se paró junto a Miriam y contemplo a su hijo, las enfermeras le limpiaban la cara con franelas limpias. Rudolf le mostro su dedo y el niño se lo apreto.

—Es... es fuerte.

—Dora.—llamo Mara a la recién madre.—¿Que le pasa?.—preguntó con tono angustioso.

—¿Mu-mu...?

La enfermera se acercó y le tomo el pulso del cuello.—Esta dormida. Es joven y su primer parto. Estará bien.

Rudolf no le quitaba la mirada de encima al niño. Miriam estaba emotiva y pidió cargar al bebé, lo cuál hizo con mucho cuidado.

[...]

Kurt pedia encarecida discreción a su misma mente y cuerpo; sus movimientos y cada plan eran sutilmente analizados. Mientras veía la forma de mover a Esther de campo y en el camino interceptarla y salvarle la vida, no noto que alguien llegó a su espalda hasta que aclaro su garganta y cerro sus papeles muy de prisa, volteo bruscamente su cuello y expreso miedo.

—¡Viktor!—exclamo aliviado.—¿¡Cómo entraste!?.

—Estaba-estaba abierto.

Kurt se relajo cruzando sus dedos.—Ya veo. Se te ve triste, ¿todo esta bien?.

Kassy entro a la habitación, llevaba con sigo lo que parecía un bebé de ya unos cuántos meses. Kurt sonrío y se levanto de su silla para verlo mejor.

—Oh, Viktor. Vaya que si nos hemos distanciado. ¿Estuviste embarazada?.—pregunto viendo a Kassy a los ojos.

—No es nuestra.—respondío Viktor con un serio tono de voz.

Viktor volvio a él.—¿Que dices?.

—Kassy la encontro en los escombros del gueto.

—No tuve el corazon de dejarla ahí. Morir de hambre es una verdarera tortura aunque ella no lo comprende.—dijo Kassy con un nudo en la garganta.

—¿Y... que necesitan?.

—Un testigo.—dijo Viktor.—Queremos registrarla como nuestra hija pero mecesitamos que alguien atestigue. Tú y Gretchen...

—Ella no aceptara tan pronto sepa de dónde y de quienes salió esta niña.

—Lo hará.—afirmo Viktor.—Dejamela a mi, sé como convencerla. Solo quiero saber, ¿si contamos con tu apoyo?.

Kurt suspiro, y en ese suspiro su mente trabajo pero estaba parcialmente nublada con sus problemas.

—Sí. 

Contesto.

—¿En verdad?.—exclamo asombraba Kassy.—Oh, Kurt.—avanzo a él y lo abrazo con su brazo disponible.—Acabas de salvar una vida, gracias.




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