Jaula de Aves

Pusilánime

11 de Noviembre de 1944. 

La ciudad estaba en calma, el viento de otoño golpeaba los árboles secos, y el ambiente del hogar era invadido con un color naranja.

—¿Hay correspondencia?— pregunto Rudolf alistándose para irse al campo.

—No sé.

Rudolf bajo, había cartas y un sobre blanco y gordo; lleno de papeles con la leyenda "Häusler" Rudolf lo abrió dentro de el venia información de Dora; de su verdadera identidad.

Entre las letras escritas decía  "busca una carta en la maleta de Anja". Rudolf subió a la alcoba refunfuñando, tomó la maleta de Anja y empezó a esculcar. 

—¿¡Qué haces!? Dijiste que no tocaremos  sus cosas.— gritó Dora sin comprender.

Rudolf tiró el contenido de la maleta y levantó la carta, Dora de abalanzó hacia él y este le apuntó con su arma, Dora se tiro y puso sus manos frente a ella, Rudolf veía todos los papeles a la vez, sus ojos se abrían demasiado y en su mirada había odio, su respiración era escandalosa y continúa.

—¿¡Judía!?— grito ultrajado y lleno de desesperación— ¡eres una maldita judía!

—Rudolf…— titubeo con miedo.

—¡Cállate!— le grito mientras le apuntaba con el arma— ¡nos mentiste, a todos! Has manchado mi sangre, la sangre ¡de mi hijo!

Dora entró en desesperación y alzó su mirada y le gritó— ¡Bruno no es tu hijo!

Rudolf quedó en trance, y cargó el arma.

—¿¡Como que no es mi hijo?! ¡Eres una ramera!— le gritó crujiendo sus dientes.

—¡No! Obendorf me violo, ¡Bruno es producto de tal blasfemia! Él… sabía sobre todo esto, y para que el se callara tuve que hacerlo— le dijo con sollozo y dolor.

—¡Y para no manchar su nombre! ¡Me hizo desposar a una maldita judía!. Me dejo todo el trabajo a mi ese maldito tirano. ¡Y la maldita Anja, sabía todo! ¿¡Que era de ti?! ¡Habla ya!— le gritaba Rudolf ultrajado.

—Ella era mi mejor amiga, y la traicione.— le respondió con lágrimas.

—¡De mi depende que te pudras en un campo como los de tu especie!. ¡A mi nadie me verá la cara!, ¡mucho menos una judía liliputiense!

Otra carta cayó de entre todas las demás, y esta tenía la leyenda "Skowron".

Dora trató de tomarla pero Rudolf le apuntó y la levantó, la abrió y vio las copias de papeles donde se consta que el mato a Horvath y Némcova, Rudolf perdió el control y se balanceaba, su respiración se aceleró, se movía de un lado a otro mientras tomaba su cabello con frustración.

Tomó las cartas y salió con demasiado odio y frustración, golpeaba su auto y salían lágrimas de ira.

[...]

Miriam le entrego su documentación y pasaporte a Jonás, era una tarea de último momento, no había cerrado los ojos en un par de días y se veía en su fatigada mirada.

—Ten mucho cuidado.—le decía con cariño al joven.

Asintió.—No se preocupe.

—Procura ir por las calles que Rudolf no transita—insistía en verdad preocupada—es arriesgado.

—Así será.

Se puso su sombrero y le dió la espalda. Ansiosa cruzando sus dedos lo detuvo.—Jonás.

El joven se quedo a medio pasillo y volvió a verla. Miriam se acercó y poco a poco lo abrazo, Jonás, empático con la mujer tambien le abrazo y ella se aferro a él. En segundos, se alejo y lo sujeto con una mano del brazo y la otra la puso en su mejilla.

—Gracias.—le susurró Miriam para luego besarlo con mucho romance.—Ahora ve.

Lo dejo ir. Jonás sonrojado, salió de la casa y hecho a andar el auto.

[...]

Y mientras Miriam mordía sus uñas de angustia. Effie Obendorf se dirigió a la puerta dónde el correo fue arrojado por la rendija. Solo una carta beige con la leyenda en tinta roja. "Effie Obendorf. Tus ojos te serán abiertos".

En el gran patio trasera de la casa Obendorf. De verde césped que en pocos días se cubriría de nieve; Sebastian y su hijo jugaban beisbol. Era el turno de Hannibal batear, Sebastian vio a su delgada esposa atravezar la puerta y detenerse.

—¡Sebastian!

Gritó. Sebastian, por ese tono de voz, sabía que no era buena noticia. Troto unos metros para llegar más rápido y no empeorarlo más. Fatigado y sudado subio hasta el segundo escalón.  Effie le estiro la carta beige y Sebastian la tomo confundido.

—Finges tan bien.—expreso Effie luego de unos segundos de mortal lectura.—Cómo muchos de ellos. Las señales eran tan claras.

Sebastian la encaro con el rostro devastado.—E-Effie...

Quizo tomarle la mano pero ella lo impidió. En su lugar, se acerco a su oído.—Yo también me acoste con Rudolf Häusler.—susurró.—La diferencia, esposo mío, es que yo lo hice por amor... tu por enfermo.

Sebastian, aún mas devastado no le salían las palabras de la garganta. Hannibal llegó y le palmo la espalda a su padre.

—¿Papá? ¿Vienes?—preguntó igual de cansado posando el bate en su hombro.

—Tu padre jugará en otro momento, Hannibal. Tiene asuntos que resolver.

Hannibal torció los labios inconforme. Bajo el bate decepcionado y regreso al césped.

—Que esperas. —fulmino Effie.

[...]

Bastante nerviosa como para sentarse, sabía que la tarea de su joven no era sencilla pero era imperativo cumplirla. Abrió un paquete de tabletas efervescentes y dejo caer dos a un vaso medio lleno de agua, mientras las burbujas subían de manera apresurada y las tabletas se disolvían, Miriam lo bebía sin parar. Escucho la puerta abrirse y caminó con rapidez a la ventana sin acabarse el agua, se trataba del BMW 326 negro con puertas verde pasto perteneciente a Rudolf. Miriam quedo paralizada y dejo el vaso en la mesita. Rudolf arribo a su casa en la calle Lobzowska cerca del parque de la catedral en Piasek Połnoc. Inmediatamente que entro, Rudolf se apresuró al pub, destapo una botella y la bebió sin cesar.

—¿Rudolf?—preguntó consternada.




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