Jaula de Aves

Jaque Mate

14 de junio de 1946
 

Caleb ya estaba fuerte, ya había ganado masa muscular, estaba en mejor estado. Llevaba meses buscando a su hija que perdio durante la limpieza del gueto. Aquella tarde esperaba en el pasillo de una clínica de salud en Varsovia. Una enfermera llevaba de la mano a una niña de tres años con coletas y un vestido con olanes color rojo. Caleb se puso de pie y cuando ambas estaban frente a él, se puso en cuclillas.
 

—Nohemí...—susurró el hombre estupefacto conteniendo la emoción, tomo su coleta y le pidió permiso para abrazarla, lo cuál la niña accedió.
 

—Desde antes que caminara le confesé que su madre no soy yo... le conté que paso afuera, le conté que le paso a sus padres. ¿Cómo sé si usted en verdad es su padre?
 

Caleb paso saliva y con tristeza la miro.—No puedo darle a una niña solo por que usted cree que es suya...—continuo la enfermera tomando a la niña y la pego a ella.
 

—¡Es mía, es mi hija!—grito con frustración y se puso de pie.
 

—Caleb. Nadie esta en posición de decir que si es su hija aparte de usted.
 

—Kasandra, por favor... es mi hija.—rogaba entre su llanto—No tengo ninguna prueba, pero si acaso existe un poco de misericordia en ti...
 

—¿Misericordia?—interrumpió.—Creí a esa palabra extinta.
 

—Por favor... Nohemí.—pedía con tono gélido, no podía ponerse a la defensiva, ganaría menor méritos.
 

—Lo siento Sr. Meerhof.—dijo la enfermera, tomo a Nohemí y se la llevo. Caleb fue tras ellas pero los guardías lo interceptaron y lo llevaron fuera.
 

01 de febrero de 1945
 

Campo de refugiados Deggendorf
 

Una mujer de vestido de enfermera llevaba un vaso de agua pura entre sus manos. Llego a la camilla de una mujer muy flaca y débil y le dió de beber, derramo algunas gotas por sus labios al estar tan concentrada viendo los ojos azules de la enfermera.
 

—Más despacio.—susurró la enfermera.
 

La sobreviviente le tomó el rostro.—Gracias, Nancy.
 

—Nos iremos de aquí, Laura.—sonrió dejandose acariciar.—Te haré feliz, te lo prometo.
 

El campamento era singularmente pequeño comparado a los otros que ya había ido. Pero sin en cambio, el desorden era lo único que no parecía alterado.
 

Benjamin Benda, cansado pero sin parar, preguntaba a cuánta persona consiente viera para mostrarle una instantanea a blanco y negro de una señorita. Y cuándo preguntaba "Ha visto a esta mujer" todos le respondian "No. No la he visto".
 

Perdiendo cada vez más la esperanza se acercó a un americano robusto y con cabellera espesa y castaña.—D-disculpe.
 

—Yes?—respondió en ingles—, I can help you?.
 

Benjamin se puso nervioso, no comprendía nada pero si entendía, por la cara del deconocido que tenía toda la intención de ayudarlo.
 

—B-busco... a alguien...—señalo con su dedo tembloroso la lista que el soldado sostenía—Konopka, Regina Konopka.
 

—¿K-Konopka?
 

Repitió y busco en su lista. Recorrió muy de prisa los renglones de apellidos con "K" pero ninguna "Regina Konopka". Volteo a ver a Benjamin y negó con la cabeza.
 

—Sorry. There are more people who can help you.  Have you already go to the search module?
 

Benda nuevamente no entendió nada. Asi que cómó última alternativa le mostro la foto, el soldado se inclino para verla a detalle.
 

—I haven't seen it, mate. Sorry.
 

El soldado amable se fue. Benjamin se quedo de pie, ya agotado. Su primo llego a toda prisa
 

—¡Encontré a Lada!—exclamó sonriente—, ¡la encontré Benjamin! 
 

Benjamin le tomó el hombro feliz por él.—Que bien, Ondrej, no la pierdas de vista. 
 

—¿No... no?—susurraba suavizando su voz por el semblante deprimido de aquel.
 

Negó con la cabeza.—No... pe-pero no pararé hasta hallarla. 
 

—Colocaré a Lada en un lugar seguro y vendré a ayudarte, primo ¿esta bien?
 

Benjamin accedió con una sonrisa. Ondrej lo abrazo palmeándole la espalda y se fue entusiasta.
 

—Aquí no la encontraras.—hablo una voz débil y ronca desde abajo. 
 

Benjamin volteo a ver de dónde provenía tal voz. De una mujer recostada, completamente demacrada pero con una sonrisa en su pálida cara.
 

—¿A quién?—pregunto Benda.
 

—A Regina, claro.
 

Benjamin le prestó mas atención y se puso en cuclillas junto al catre de la mujer.—¿La conoce? —le mostro la foto— ¿La ha visto?
 

Sus ojos se iluminaron de unas cristalinas lagrimas.—Era una jovencita despreciable, y muy engreída, pero bonita. Es mi sobrina. Paso a despedirse hace unos minutos.
 

Los ojos de Benjamin casi se salen de sus orbitas y se atrevió a tomar la mano huesuda de la moribunda.—¿E-esta aquí?
 

—¿Para que la quieres?
 

Benda sonrió.—Me casaré con ella.
 

La mujer alzo su rostro clavando su mirada en la carpa de frente.—Se fue para allá. 
 

El corazón del soldado se acelero y le beso la mano a la mujer.—¿Cómo se llama?
 

Paso saliva y tomo aire.—Esther. 
 

—Muchas gracias... Esther.
 

—A ti.—susurró.
 

Benjamin le apreto la mano una última vez y se fue casi corriendo. Entro a la carpa que la mujer le señalo y comenzo a rastrear con la mirada. A lo lejos, en la hilera dónde estaba parado, una joven de espaldas que vestía de chal hablaba con un soldado americano. Tampoco parecian entenderse. 
 

—¿Regina?—susurró para él.—R-R ¡¡Regina!!
 

La joven de chal quedó helada. Reconocería esa voz en un millón de años. Se dió la vuelta lentamente y entonces se reconocierón.
 

—Ben... Benjamin—susurró. 
 

Ambos comenzaron a acercarse, Benjamin dando zancadas más rapidas y Regina casí cojeando. Al estar a pocos metros de distancia, Regina se cayó de rodillas, cansada más no débil.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.