Jaula de Aves

Paranoia

20 de Julio de 1944.

Acostumbraba despertar casualmente un minuto antes de que sonara el despertador, pero esa mañana si lo necesito. Estiro su brazo y lo apago, rasco sus parpados y sus oídos comenzarón a oír música que venía de la cocina.

Descalzo y abotonandose la camisa con la corbata colgandole del cuello bajo las escaleras y vió a Karla preparandole el desayuno muy contenta, bailando y dando brincos de un lado a otro.

—Creo que, Sr. Rippstein durmió un minuto más tarde.

Dijo con una sonrisa, se acerco a él y le dió un beso en sus labios.

—¿Que quieres desayunar?

—Estoy bien, gracias.—respondío y se sento en la silla para acomodarse los zapatos.—¿Tu mamá?

—Se fue.

Peter no respondío, solo le ajustaba las agujetas a su calzado. Karla se volteo a él, se inclino y le tomo la barbilla.

—Disculpala. Siempre delira con una "sagrada familia", siempre fue así.

Peter arrugo sus labios. Karla lo tomo de su camisa y metio tres de sus dedos por los espacios entre los botones.

—¿No te gustaría formar conmigo una familia?

Termino por sentarse en su regazo con una pierna de cada calo.

—Llamar a nuestra hija Anaïs, o si es niño... no lo sé, dejare que tu lo decidas.

Peter miró su reloj que le rodeaba la muñeca. Tomo a Karla por la cintura y la bajo de él.

—Se me hace tarde, Karla.—tomo su saco y le beso la mejilla.—Te veo más tarde. Yo traere el pan.

Peter se fue. Karla quedó sintiendose sola con sus manos cruzadas y dió un fuerte suspiro.

22 de Julio de 1944.

Desayunar solo. Ese era el costo por despertarse hasta tan tarde: desayunar solo. Mientras leía el periodico con la otra mano sosteía su taza de café cargado.

—Sebastián.—escucho la voz de Effie, más aguda que el ruido que hacían sus tacones.—Despertaste al fin.

—Por como te oyes supongo que estas enfadada por algo.—supuso Sebastián por experiencia.

Effie se detuvo junto a la mess y se cruzo de brazos.—Vino ese hombre, Nicolás Fuhrmann, muy temprano.

Le arruino la mañana. Se sostuvo la cabeza y negó sutilmente.

—Será muy honrado pero yo no confio nada en él, ni en sus intenciones.

—Comienza a fastidiarme, lo reconozco.

—Pues entonces haz algo.—alegaba.—No me gusta que venga a la casa y menos con tanta escolta. Tienes a tu hijo, me tienes a mi, y tienes a tu padre. Pero sobretodo, Sebastián, tienes una imagen que cuidar.

Se limpio los labios con la servilleta y se levanto de su silla.—Mejor, mantente lejos de mis asuntos, Euphemia.

—¿Como me llamaste?—dijo en desdén. Sebastian pasó a su lado y le dió la espalda, Effie ofendida volteó.—Estamos teniendo una conversación ¿A dónde vas?

Le llamaba mientras se alejaba para salir del comedor.

Se detuvo con la manija de la puerta en la mano.—Acabas de arruinarme un exquísito desayuno.

—Espero te enseñe a atender tus obligaciones y despertarte más temprano, Sr.

Noto el cinismo en sus palabras y azotó la puerta tras salir. Effie quedo de brazos cruzados viendo el desayuno completo de Sebastián sintiendo lastima.

[...]

—No se mucho sobre ti—dijo mientras vendaba su mano izquierda—, solo sé que tu padre, es un teniente retirado. 

Cruzado de brazos y recargado contra la pared de costado y una mirada presumida respondío.—Con que sepas que Sophie es mia; es suficiente.

Jared dejo caer sus brazos.—Lo dices como si fuera de tu propiedad—se levantó del banco e intimidante caminó hasta estar frente a él—Sophie no es un animal que pueda tener dueño, esos gestos enfermos tuyos dan asco, Marco.

Igual de engreído lo empujo del pecho con su dedo.—¿Crees que te temó, te crees tan grande y masivamente poderoso?

—Tenemos los mismos sueños, ambos queremos algo similiar.

Le importó menos.—Preocupate por ti, Jared, yo le daré la vida que ella merece. Lejos de fanáticos presumidos como tú.

—¿Sabes que otro dato me entere de tu familia?—volvierón a estar cara a cara—que todos ustedes son unos putos hipócritas, asesinos y traidores...

Marco saco su daga de las Juventudes, con violencia tiro de espaldas sobre la vitrina y puso la hoja de la daga contra la garganta de Jared.—En realidad eres débil.—insitaba aún sometiendolo.—Ni siquiera tu madre pudo soportar lo débil que eres.

Con un gesto enfurecido pudo soltarse, golpeó a Fuhrmann en el rostro y luego en el estómago, lo hizo inclinarse y tirar la daga.

Entre dolores lo embistió y lo derrumbó al suelo dónde inició una brutal pelea, rodadas y golpes al rostro. Oliver llegó, tomo a Marco del suetér y los separarón.

—¡Basta, basta!—grito y los hizo irse a cada extremo del cuarto—¡no te traje a mi academia para que hagas tus estupidesez, Marco!

Con sangre corriendo de sus fosas y una vengativa mirada apuntó a Jaret.—No se quedara asi, hijo de perra.—amenazo y levanto su daga dem suelo. —¡Mi padre se enterará y entonces te arrepentiras. Tú, y...!—apunto a Jared y dejo de hablar mientras la punta de su dedo señalaba a Oliver.

—¡Largo, largo!—lo hecho Oliver.

Resignado y aún con mucho odio se fue con la misma prepotencia con la que llegó.

Aquella misma noche, una piedra con una carta amarrada, entró por la ventana abierta de Marco. Tras leerla, bajo aquella noche y se dirigió a la caja de su padre, logró abrirla y tomó el portafolio verde. Salió sigilosamente de su casa, y se dirigió al río, con miedo en cada pedaleo.

En la silenciosa casa Nolte, Agata esculcaba el escritorio de su marido, que dormía sin señales de despertar en esos momentos. Ilumada solo por una lampara, revisaba los papeles más privados de Nolte. Entre los cuáles, bajo tantas listas, cartas e identificaciones, estaban cartas de él que núnca envió. Cartas a Helga. Agata, quién siempre se sintió cómo una almohada para Magnus, decidió leer una.




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