Jaula de Aves

Secretos

09 de diciembre de 1943

Tras el telón rojo, el vanidoso hombre seguía viéndose en su espejo especial, cuidando que sus cejas fueran asimétricas y cuidando que su esposa le acomodara bien el cuello de su camisa. Mientras un hombre al otro lado se dirigía al público antes de presentarlo a él y su vanidosa presencia.

—¡Un honor, tener ahora en nuestras filas, al Inspector del Reich, Hiram Moser!

Era el momento de la entrada triunfal luego de oír su nombre por boca del general Obendorf tras el pódium. Hiram hizo aparición y del brazo tenía su joven esposa.

—¡Heil Hitler!—extendió su brazo haciendo el saludo nazi y los demás leales al nazismo también saludaron.—Gracias. Gracias, colega.—agradecido estrechando la mano de Obendorf.

Sebastián dejo su lugar y se lo dio a Hiram. Su esposa seguía parada junto a él con una pierna doblada frente a la otra y acariciando el peluche de su saco rosa.

—Gral. Obendorf tiene razón, es un verdadero honor, incorporarme a sus líneas. Todos, todos nosotros, hemos dado lo mejor de cada uno para llevar a nuestra gloriosa Alemania ¡al triunfo inminente!.—todos aplaudieron a coro y mientras ellos obaciavan Hiram peino su cabello.—Y estoy seguro, de que seremos muy buenos... amigos.

Cuándo las presentaciones acabaron, Hiram comenzó a saludar a los invitados, Dora tenia las piernas duras, deseo enterrarse bajo tierra cuándo el inspector iba hacía ellos, atado a su presumida y joven esposa.

—¿General... Häusler, cierto?.—saludo Hiram entrecerrando el ojo izquierdo.—Un verdadero placer.

Rudolf le estrecho la mano.—El placer es nuestro, inspector Moser.

—Dime Hiram. Usted.—se dirigió a Dora luego de clavarle la vista y reconocerla.—Cuanto tiempo. Que gusto... verla.

Rudolf le acerco el brazo a Dora e Hiram le tomo la mano para besarle.—¿Cómo está, inspector?

—De maravilla. Y creo que esta es la perfecta oportunidad para que me diga su nombre.—decía con un tono risueño.—Ya que la última vez no se atrevió a hacerlo.

—Su nombre es Dora Häusler.—intervino Rudolf.—Mi esposa. ¿Ustedes ya se conocían?

Dora no quería responder, las palabras no le salían de la garganta.

Hiram sin en cambio estaba con esa coqueta sonrisa.—Así es. Es usted muy afortunado, general. Su esposa, es una leal y fiel seguidora al partido y al Führer.

—¿Así?

—¿Lo duda?—cuestiono—Su mujer, nos entrego a una doble familia traidora. Sin duda, algo digno de honores. Le felicitó.

Hiram se fue con su callada mujer y aún sonriendo. Rudolf quedo pensante y Dora inerte para hablar.

[…]

Madre e hijo visitaron a la familia Benedict en su casa de la calle Koletek en Stradom. Mientras la Sra. Cordes discutía sus diseños para uniformes de la Academia de Oliver en el estudio, Sophie y Jared hablaban en la sala.

Hojeando los cuadernos de Sophie, Jared no podía evitar expresar sorpresa y verla de reojo con una sonrisa en su cara.

—¿Es enserio?

—¡Claro que es enserio!—espeto entusiasta.

Jared dejo su cuaderno en la mesa y se rasco el brazo incómodo.

—¿Sabes cuánto gasto se llevan en los tratamientos de un niño con síndrome?—preguntó esperando contagiarlo de curiosidad—Muchísimo. Un gasto gigantesco. Y si los padres ni cuentan con tal dinero ¿de dónde crees que sale?.

El se encogió de hombros.

—¡De los bancos! Prestamos... y esos prestamos de dónde vienen... del dinero ajeno. Dinero que puede ser d-de la pensión de tu padre... de tu madre... de quién sea. Una vez que un niño de esos nace... se esta desquebrajando la economía.

Tratando de digerir todo lo que salía de la boca ansiosa de Sophie, Jared resoplo.—Dices, entonces... que es mejor... n-no tenerlos.

—También hay que verlo del lado humano.—encariño la voz.—La mayoría de ellos no logran jamás ser independientes. Algunos son desechados tras nacer... en cajas en callejones o en puertas de iglesias o casas ¿crees que puedan llamarle vida a eso?.

Jared suspiró y negó con la cabeza para no decir algo erróneo. Sophie le tomo el brazo y lo sacudió un poco.

—¿Te incomoda?

Él sonrió cuándo volteo a verla.—No. Solo que... es mucho que procesar.

—Si, si lo es.—lo soltó y comenzó a acomodar sus cosas.

—En mis campamentos solo nos enseñan a hacer casas de campaña, fogatas. Reacomodar huesos y extirpar balas...

Ambos soltaron una clara carcajada.

—No esto.

—Creí que lo de los campamentos ya estaba en el pasado.

—Yo también, ja. Pero... llevo tanto tiempo que ya es cómo mi estilo de vida ¿me he acostumbrado, entiendes?

—Si... entiendo.

Los ojos de ambos se encontraron, Sophie ladeo un poco el rostro y se humedeció los labios. Comenzaron a acercarse, poco a poco, pero antes de que sus labios pudieran colisionar la puerta del estudio se abrió y Sophie volteo el rostro muy rápido. Jared resopló.

—¡Es un diseño muy simple! Yo imaginaba algo más... más...

A Lisa Benedict no le salían palabras amables para una critica. La Sra. Cordes solo sonrió con ambas manos sobre su regazo.

—Lo simple aveces siempre es mas lindo, Lisa, y cómodo también.

—Estoy seguro que el diseño escogido estará maravilloso, Fiona.—dijo Oliver.—Los colores son los adecuados.

—No te defraudare, Oliver. ¡Ah! Necesito que me envíes por carta o telegrama...—comenzó a esculcar en su bolso—, a la casa de mi hija en Koldig—le entrego la dirección de la casa en una tarjeta—, la relación de edades y tallas de los pequeños, para...

Fiona hizo una pausa muy notable. Se le vio sacudir su cabeza y parpadear muy lento. Oliver y Lisa fruncieron sus ceños desconcertados.

—P-para...

Sonrió para luego resoplar, se tomo la cabeza y perdió el sentido para entonces desplomarse.

—¡Fiona!—gritaron ambos.

—¡¡Mamá!!




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