Jaula de Aves

Fisura

18 de Octubre de 1944.

La tuberia tenía una diminuta fisura de la cuál dejaba gotear el agua encharcada en la misma. Su cabeza estaba empapada de dichas gotas, corriendo por sus patillas y por su frente, llevandose con ella suciedad y sangre seca. Las moscas revoloteaban sobre el balde junto a la columna y el polvo se revelaba a la luz del sol que entraba por las ventanas en el muro que no eran más que ladrillos retirados el muro.

La puerta crujío y se abrío. De ella, una joven de gabardina color verde pastel y ferona con bolso colgando del brazo entró sigilosa. Tan pronto entro el olor penetro sus fosas y paso su dedo por su nariz.

Moqueando y asustado estaba el joven atado de manos a la tuberia, inmóvil y sin señales de vida.

—Peter...

Musitó la joven y Peter muy despacio levanto la cabeza.—¿Que haces aquí?—preguntó con tono gélido.

—¿Que que hago aquí?. Lo mismo te preguntó a ti.

Peter volvío a bajar la mirada, la sáliva mezclada con sangre le escurría del labio. Karla empezo a aproximarse un poco más.

—No estas aqui por lo que eres. Estas aquí por que mataste a alguien...

Peter soltó un quejido de su adolorido pecho y empezo con un llantó mudo.—¿Y vienes a recordarmelo?. Por favor Karla... sacame de aquí, sacame de aquí por favor, te amo.—suplicaba inútil quebrando en un amargo llanto.

—¿Me amas?—lo cuestiono.

—Si, si, si, yo te amo, te amo demaciado. Por favor sacame de aquí, sacame de aqui Karla, piedad...

La mujer, viendo las mentiras salir de sus labios se encuclillo ante él y le tomo las mejillas viendo su rostro flagelado y frío. Sus ojos ya no tenian brillo ni su cabello carisma.

—¿Me amaste tanto como para ocultarme lo que en realidad eres?—contestó adusta a sus absurdas peticiones—Mientes. La estúpida fui yo, llendo por la vida derrochando que tengo un hombre de estampa que me ama... cuándo en realidad solo fui usada como máscara.

Karla soltó sus mejillas y se pusó de pie, dió vuelta pero Peter no la dejaría irse tan rápido.

—¡Por favor, Karla!—le llamaba y ella parecía ya no importarle.—Tengo miedo.

Se detuvo. Se giró y viendo la cara miserable de su ex esposo regresó a él. Se acuclillo de nuevo y esta vez puso sus manos en el nudo que ataba sus muñecas a la tuberia.

—Tu padre tenía razón. Eres patético, un cobarde y un puto debilucho... sin descaro y sin vida propia. Te exita que nadie sepa quien eres en verdad, te exita fingir tu vida...

Karla aflojo el nudo.—Se un hombre por primera vez. Y haznos un favor a todos.

—¿Que pretendes?

—Pretendo ayudarte... estas cansado de finjir, Peter, estas cansado de aparentar.— puso de pie otra vez.—Ya basta.

Peter rechistó, la agonía la tenia atorada en la garganta, al ver a Karla tocar a la puerta le salió voz.

—Karla, Karla ¡Karla, no me dejes! Sácame por favor, no me dejes... por favor.—salió del frío cuarto.

Peter tiro de sus manos y se dió cuenta que el cabo estaba suelto. Lo puso sobre sus piernas y sujeto con sus dedos el brazalete que aún abrazaba su muñeca. Alzó la mirada absorto y la gota colpeo su entrecejo.

—¡Exigó un abogado para mi hermano!. Tiene derecho a ún abogado y yo seré ese abogado.—demandaba Bartosz al comisario a pocos metros del calabozo dónde estaba confinado Peter.

—Eso no será posible pece a su caso, Sr. Rippstein.

—¡Peter soló se defendío de un maricón que irrumpió en su hogar delirando que Peter y él se penetraban el uno al otro!.

El comisario soltó una risa maliciosa.—Se ve que no conoce ni a su hermano, Bartosz. Sepase que el no era de todo un hombre.

—¿Que esta diciendo? ¿¡Que está insinuando!?
Karla tomó del brazo al joven histérico e hizo dar pasos atrás.—Calmate, que no ayudas en nada con esas actitudes.

Bartosz se relajo. Todo se quedó silencioso, un ruido profundo de un metal recién roto se escucho–"apaguen la bomba"–se esucho desde el corredor.

Karla y Bartosz intercambiarón miradas. A pasos lentos y con miedo caminarón hacia el corrrdor. Los policias se veían borrosos ante sus ojos fijos, el piso estaba inundado de pocos centimetros de agua.

La celda de Peter estaba abierta. Karla y Bartosz llegarón, se girarón y vieron al joven con el cabo en el cuello, tendido en el suelo sin señales de vida. Karla se tumbó al suelo mojando su gabardina verde pastel.

06 de Noviembre de 1944.

La celebración con motivo del cumpleaños del hijo de los Obendorf se veía ensombresido con la intenperíe que se venía junto con las caras largas que habían dejado los últimos días.

Rudolf bebía junto con Sebastian y murmuraban a espaldas de los demás invitados. Effie estaba rodeada en una mesa con sus tres hijos, los mellizos Max y Malwine, eran peculiarmente idénticos, eran toscos y grandes; él, era un corpulento igual que ella, tenía el cabello espeso y rubio, una barbilla partida y cejas pobladas; y ella, Malwine, no era una princesa cómo su padre la llamaba, era tosca, rubia y con un largo cabello que amarraba en un molote perfecto e inusuales facciones masculinas por todo su rostro. Eran tan distintos al menor de los hijos, Hannibal, el era más agraciado, y por lo tanto, el preferido de mamá.

—Te felicito, Sebastian.—le dijo Häusler enmedio de su charla.—Debes estar orgulloso de ellos.

Sebastian, quién tomo la dura desición de hacer de sus mellizos unos devotos fervientes al partido, tenía que tolerar verlos una o dos veces al año y en esas visitas, debía soportar la amargura de ambos y su falta de carisma.

—Si.—respondió seco.—Es... difícil aveces. Se han vuelto tan...

—Tan fuertes. Miralos a ambos. Caray, solo espero que Bruno se vea así de bien cómo tu hijo. Oh, cómo Max, no cómo Hannibal; sobre él, ¿no crees que ya es tiempo de que...?

—¿De las Juventudes? S-si de echo asistirá a una desde marzo.




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